Con desalentadoras afirmaciones, la voz oficial de la OMS, ha dicho: “no hay
solución y quizás nunca haya”; “Los ensayos clínicos nos
dan esperanza, pero esto no significa necesariamente que obtengamos una
vacuna". Entonces, ¿qué se puede esperar de expertos mundiales, gobiernos
y asociados a los conocimientos sobre la pandemia global y mortal, para evitar que
la humanidad se contagie y que la gente muera?
¡Con
semejante calidad de amigo en la OMS, para que enemigos! El mundo tiene más de 763.000
fallecidos, y 19 millones de contagiados que se multiplicaron por cinco en los
últimos tres meses a falta de una vacuna.
Afortunadamente para
el mundo, muchos años antes de que apareciera el COVID-19, ya en Popayán,
Cauca, Colombia, había nacido en una humilde familia un negro orgulloso de su
raza. Hijo del policía de la esquina, a quien bautizaron: Julio Cesar Klinger
Hernández. Digno egresado de la Universidad del Cauca, magister de la
universidad de Louisville con larga
formación complementaria en varias universidades; con muchos años de
experiencia profesional, docente universitario, con formación en la línea
investigativa de enfermedades inmunológicas, virales, infecciosas, tumorales…Tantos y tantos méritos y virtudes que le sobran, pero
que a falta tiempo no ha podido curar el cáncer de la envidia que corroe a los discrepantes
de sus proyectos. La rivalidad no ha parado, desde cuando dio inicio al
tratamiento del VIH, pero el científico Klinger tampoco detiene su ayuda
humanitaria hacia gentes desvalidas de la fortuna. Ante semejantes “colegas”,
el Dr. Julio Klinger prefirió renunciar a la Universidad del Cauca, que perdió a
su más importante docente formador de profesionales en investigaciones y,
creador de conocimientos.
Una vez confirmado el primer caso de coronavirus en
Colombia, inició su labor social, en Barbacoas (N) tierra natal de sus padres. Sus
curaciones milagrosas se multiplicaron por millares en el sur de Colombia.
Ahora, metido en el Putumayo continúa curando sin atender las teorías conspirativas,
de supuestos médicos con visión maquiavélica y ocultas intenciones.
Sin tregua, el “Negro Klinger”, sigue adelante,
irrigando, fumigando con dosis sublinguales de Interferón salvando vidas. Contrario
a lo expresado por el burócrata
de la OMS, Tedros Adhanom; nuestro benefactor médico epidemiólogo Julio Klinger
con acciones alentadoras, en momentos de
incertidumbre mundial recorre varios frentes ayudando desde el conocimiento
alternativo y con experiencias reales para atajar el virus, mitigando los
efectos de la pandemia para salvar vidas.
No deja de ser extraño que señalen
que el interferón “es fraudulento, teniendo ocho (8) “registros sanitarios” de muchos años atrás y,
cuando la vacuna tardará uno o dos años en llegar. Mientras tanto, el filántropo
Julio Cesar Klinger, cura por montones a pacientes Covid-19 que se ensaña en la
población negra que sucumbe en la pobreza multidimensional del litoral
pacífico, donde no conocen las “terapias de ventiladores”.
¡Cosas
de Popayán! Asombra que en la Universidad obstaculicen su trabajo
investigativo. Curioso, que más de 20 mil personas tomen interferón y cientos
de enfermos evidencien la curación, mostrando efectividad su fórmula magistral con
Interferón Beta. Es sabido que, en la última visita del Ministerio de salud, un
alto funcionario llevó dosis de interferón para un general de la república. Pruebas
más que suficientes para pedir del Alma Mater, el apoyo incondicional al científico
Julio César Klinger Hernández quien, sin
duda, cumple el juramento hipocrático, consagrando su vida al servicio de la
humanidad. La Universidad del Cauca otrora protagonista con sus próceres en las luchas por la Independencia; ahora, debería reivindicarse, acompañando
con su estructura
investigativa a la cabeza de su
científico social, en una lucha frontal por la salud y la vida del mundo.
Civilidad: Tanta mezquindad no permite que nadie se destaque. Providencial que
el Dr. Klinger sea diferente a los demás ¡Qué Dios lo proteja y, se apiade del
mundo!
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