Si hiciéramos una encuesta para conocer qué tanto conocimiento
tenemos en Popayán sobre quien era Manuel Antonio Carreño, muchos responderían
“no sabe” y otro tanto, “no responde”. En igual sentido, sobre el “El Manual de
Urbanidad”. De allí la necesidad de la asignatura de Urbanidad, para contrarrestar
la vulgaridad rampante que nos agobia, así como la falta de solidaridad que reina
en todo lugar, y que se manifiesta hasta en normas elementales, como no ceder una
silla a las embarazadas, ancianos y discapacitados.
El texto de
Urbanidad era uno de los libros más usados en la enseñanza hace 50 años. Muchos
años, ¿verdad? Pues, algunas de esas normas de tiempos idos, hoy en día parecen
curiosas y anacrónicas para la convivencia en la ciudad. Con la velocidad con
que vivimos, hablar del "Manual de Urbanidad y buenas maneras" de
Manuel Antonio Carreño, es para muchos un libro pasado de moda, una reliquia de
la antigüedad. Cito una sola píldora del libro de Carreño: “honrar a los
mayores en edad, dignidad y gobierno”.
El libro tiene valiosas enseñanzas, pues contra lo que
algunos creen, si reimplantaran la Urbanidad, la sociedad cambiaría. En qué
quedaron los deberes morales del hombre,
en donde desarrolla las obligaciones para con Dios, para con la sociedad, para
con nuestros padres, para con la Patria, para con nuestros semejantes y para
con nosotros mismos, puesto que "el hecho de formar parte del género
humano ya nos compromete a esos deberes".
Aunque no me considero un purista anticuado o intolerante, me sobrecoge oír
conversaciones como la siguiente:
- Huevón, ¿fuiste al
concierto?
- Si Marica.
- Que te pareció Porno motora?
- Una chimba huevón.
- Marica, a mí también me gustó un resto, estuvo la verga parce.
- Si Marica.
- Que te pareció Porno motora?
- Una chimba huevón.
- Marica, a mí también me gustó un resto, estuvo la verga parce.
Es decir, hicimos tránsito de los ritos de la buena
educación y buenos modales a la vulgaridad.
En estos tiempos de tanta corrupción, debemos proteger
la restauración de algunas de las normas que preconizó el docente y venezolano
Manuel Antonio Carreño. Rescatar muchas de sus pautas de urbanidad, las cuales
son el resultado de siglos de civilización y que apuntan a mejorar la
convivencia.
Aprendimos a estudiar,
a trabajar, a crecer económicamente y a cumplir nuestras metas personales.
Hablamos de competitividad porque siempre queremos progresar. Pedimos respeto
de los demás; sin embargo, no sabemos convivir entre la gente, ni mucho menos
toleramos a quien opina de una forma contraria a la nuestra. Siempre estamos predispuestos
a la agresividad. Cada vez nos odiamos más. ¿Estoy equivocado al decir que, es más
inteligente vivir en un mundo fraternal, sin tanto repudio por el que piensa
distinto a nosotros?
Todos los días pasamos de una pelea a otra, con lo
cual perdemos nuestra tranquilidad. Aquel que piense diferente a nosotros, de
inmediato se convierte en una amenaza potencial. Hay ‘matoneo’ en los colegios,
riñas callejeras, violencia intrafamiliar, manipulación en temas políticos,
jurídicos… En fin, el uso del miedo, el
radicalismo y la estigmatización, impiden que la paz se consolide.
Civilidad: No basta ser
dialogante en esta sociedad polarizada con tantas divisiones absurdas e irreales.
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