Desde las alturas de la Corte
Colombia ya no es oficialmente el país del Sagrado Corazón de Jesús,
porque la Honorable Corte
Constitucional precisó que iba contra de la libertad
de cultos y la igualdad, fallando en contra de las mayorías innegables de la fe
católica. Colombia hoy tiene más de
3.600 iglesias explotando la fe.
Es la misma Corte que acaba de fallar en contra del artículo 33 y 140 de la ley 1801
de 2016 del Código de Policía Nacional, que establece la prohibición de consumo
de alcohol o sustancias psicoactivas en espacio público, normativa con la que
el presidente Iván Duque pretendía acabar el consumo de droga en el territorio
nacional y que en su momento fue criticado. Respetamos
las decisiones de las altas Cortes, gústenos o no, porque aprendimos en la
juventud a respetar las instituciones y las ramas del poder: ejecutivo,
legislativo y judicial, y en la vejez a defenderlas. Pero, ello no me impide
como ciudadano crítico, registrar mi punto de vista.
El cargo principal de la demandante, consiste en que
hay una vulneración de los derechos constitucionales previstos en la
Constitución Nacional en los artículos 16, que prevé en libre desarrollo de la
personalidad, que dispone el derecho colectivo al uso común del espacio
público. Esta absurda hipótesis, no fue descabellada para los magistrados del
alto tribunal, decidiendo tumbar tales normativas, afirmando: “La Corte
encuentra que esta prohibición del Código Nacional de Policía no es razonable
(…) invierte el principio de libertad e incluye en la prohibición casos para
los que no es idóneo, puesto que no hay ni siquiera riesgo de que se afecte los
bienes protegidos, porque existen otros medios de la policía para lograr los
mismos fines”.
Así que, la Corte Constitucional no le
dio un golpe a la política del Gobierno, que buscaba ponerle freno al consumo
de drogas en las calles. A quien le propinó
un duro tiestazo fue a la sociedad civil. Sociedad
civil que incluye a niños, jóvenes, mujeres, tercera edad, periodistas,
deportistas, amas de casa, obreros, empresarios, campesinos, maestros,
estudiantes, académicos, cooperativistas, o sea, comunidad en general. La Corte
se salió de madre, al fallar a favor de las minorías y en contra de las
mayorías.
Afectaron a quienes nos sometemos al imperio de la Constitución y la ley, a
quienes todavía creemos que uno de los pilares de la democracia constitucional
moderna es la independencia judicial. Le dieron la espalda
a la sociedad, desviando a los usuarios de las canchas sintéticas, a los niños
y jóvenes que no pueden utilizarlas, porque desde sus alturas, no alcanzan a
divisar que, en escenarios deportivos y, en el parque de Caldas, -sala de recibo de Popayán- ahora
son templos para drogadictos. Tampoco, vecinos de otros parques de Popayán no podrán
congregarse en las noches a charlar por temor a ser atracados y ver a los malos
referentes, a los consumidores de alucinógenos. Y, el puente del “Humilladero” continuará
convertido en el club del incienso exclusivo para viciosos autorizados por la
Corte.
Civilidad: Constitución colombiana, colcha de retazos convertida
en un “código funesto” con fallos “progresistas” que descuadernan al país ¿Hacia
dónde vamos?
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