Conozcamos la ciudad
Viendo los estudiantes pasar, aparecen los recuerdos de mis tiempos de
escuela, cuando se respetaba la hilera de niños y niñas. Y me quejo por la
incultura que reina en las gentes que habitan mi amada Popayán. Avanza la ignorancia y la barbarie en esta
ciudad, que fue culta por excelencia. Ahora pienso en una cruzada para que
quienes en ella viven, aprendan a conocerla y respetarla. Cogió mucha fuerza,
la grosería, la patanería a todo nivel. En esta “moderna ciudad”, a nadie ni a nada se respeta, se perdió el sentido de
pertenencia.
¡Lástima!, porque, vivimos en una
de las ciudades más bellas, de las más poéticas del planeta, por lo que tenemos
el derecho a adoptar un poco de esa actitud. Es decir, sentir orgullo de la
ciudad. Posiblemente mucha gente no la conoce, de allí la urgente necesidad de
redescubrir a Popayán, conocerla por dentro.
Popayán, no es solo Semana Santa, con el título de, “Jerusalén de
América”, temporada en la cual, es
centro cultural y religioso que abre sus puertas a miles de turistas. Popayán,
“Ciudad blanca”, es mucho más: cuna de presidentes, próceres y poetas. De clima acogedor, arquitectura colonial y
espíritu religioso, de amabilidad de sus gentes, que convierten en destino
obligado para quienes desean vivir en ella. Sin embargo, sus pobladores no han
visto de cerca a Sebastián de Belalcázar, ni tampoco la ciudad desde la
pirámide formada por los indígenas, desde donde se impone el conquistador. Predilecto
lugar no solo para contemplar la ciudad sino para empezar a amar a Popayán.
Popayán, está llena de grandes atractivos. El marco histórico, uno de los mejor conservados de América
Latina, desde hace más de cuatro siglos sus calles custodian su maravillosa
arquitectura colonial. Otra forma de ‘vender’ la ciudad, es a través del
Museo Arquidiocesano de Arte Religioso, donde albergan hermosos tesoros
artísticos de la orfebrería sacra. Su colección de doce custodias, colma las
expectativas de los visitantes. Su esplendor se aprecia no sólo en los detalles
de la elaboración, sino en la riqueza de los materiales y la abundancia de
piedras preciosas que las adornan. Disfrutar la ciudad, visitando los Templos
en Popayán, entre tantas, la Iglesia de la Ermita, una de las más antiguas, conserva el arte
colonial con las imágenes del Señor Crucificado, la Italiana del Jesús Nazareno
y la Santa Rosalía de Palermo. El
Santuario de Belén con el patrono de Popayán, el santo Ecce Homo. Es que, conocer a Popayán, es tan sano como leer un libro; tan nutritivo como aislarse del
contaminado mundo con audífonos y selecta música; tan placentero como
contemplar la más grande pintura de América, el fastuoso “Apoteosis a Popayán”,
del Maestro Efraím Martínez, que de alguna manera expone por qué los patojos
nos sentimos orgullosos de la ciudad.
Estas pequeñas perlas para que desde los bancos escolares se
enseñe la cátedra Popayán bien contada, infundiéndoles a los estudiantes el
profundo amor por la ciudad y a través de ellos, influenciar a padres de
familia, acercándolos a la ciudad aún sin explotar turísticamente.
Civilidad: Desde la escuela y el hogar, inculcar la política del
orden y la disciplina en Popayán.
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