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domingo, 20 de enero de 2019


Anecdotario del “cucho”

No es fácil hacer tránsito de una larga vida laboral, al disfrute de la pensión cuando ésta no es suficiente para jubilarse en razón de la vejez. En ese trajín, el “cucho” nunca se detuvo, porque debió educar a sus hijos.  Y le jala todavía, porque aún no termina de pagar las deudas de su casa y de su carro. Por eso, no ha podido dedicarse a la “locha”. Sin embargo, nunca le tuvo bronca a la vida, aunque sufre de la presión alta y de pensión baja.  

Probó la vejez, pero no le quedó gustando. No se ve sentado en la banca de las palomas caídas del parque; pero, entrena solo, en la mecedora de su casa.  No siente el otoño, cuando la naturaleza parece desprenderse de lo que no es esencial. No sigue esos pasos, porque vive en primavera permanente, tiempo de renovación y el verano de plenitud; además, porque desde tiempos de Confucio, la vejez es considerada como la etapa suprema de la vida, donde más sabiduría se acumula.

El mayor privilegio de vivir luengos años, es “ennietecer” (no existe en el DRAE) pero significa, el más dulce y amoroso papel del abuelo frente a sus nietos: disfrutarlos, ser guía y apoyo en la crianza. Motivo suficiente para no pasar una mañana con un tinto, leyendo de gorra “El Liberal” en una cafetería. Prefiere ser consejero al estilo IDEAM, prediciendo lluvias por el dolor del codo y augurar  tormentas por la dolencia maximizada de su prótesis metálica. No es agradable el papel de 70 calendarios, para madrugar sin saber a qué; ni picante en las comidas porque afecta el Cristóbal (colon); porque mucha sed es diabetes; porque un kilo  demás es leucemia; porque todo se vuelve borroso y  gelatinoso; porque se le cae el pelo, pero le crece en nariz y orejas; porque tiene más insomnios que sueños; más amnesias que recuerdos; porque acude a que lo tuteen enfermeras del  control de hipertensos, y al proctólogo, urólogo, cardiólogo, neumólogo, neurólogo, traumatólogo por su democrática vejez para que le extirpen lo que le estorba o para cambiar piezas originales por prótesis. Pero, por más achaques que lleguen, prefiere una centuria de años, ser correcto toda la vida, tener buenos y selectos amigos. No es malo ser viejo, aunque a Dios no le salió del todo bien la vejez, seguramente por falta de experiencia, pues murió a los 33 años. Envejecer es prueba reina de haber vivido muchos años.

No conozco el alemán, llamado alzhéimer, que presenta a diario gente nueva. No pertenezco a ninguna gallada de la Nueva EPS; no promuevo charlas en salas de velación sobre ruidos modernos, eróticos, ni gusticos raros que ahora acostumbran, ni la forma estrafalaria de escribir en las redes ni  “modas” de vestir. A estas alturas de la vida, llegó el momento de dar esos consejos que jamás habría seguido, porque envejecer es tener más ganas de vivir y menos tiempo para demostrarlo. En mi embeleso de edad acumulada, mi meta es vivir de tal forma que lo lamente hasta el dueño de la funeraria.

Civilidad: Orgulloso de pertenecer a la generación siglo XX, que escuchó a sus padres; creció con valores, buenos principios, bajo conductas honradas estimuladas por la legalidad, la responsabilidad y el sentido de pertenencia a la vida comunitaria.

 


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