Oteando a
Popayán desde el Morro de Tulcán
El 24 de diciembre de 1536, el capitán Juan de Ampudia ocupó con sus soldados la loma de “El Azafate”, donde habitaba el
cacique o yasgüén, para que el Adelantado don Sebastián
de Belalcázar viniera a fundar una
nueva ciudad, después de haber sometido a los nativos.
Al volver la memoria al 13 de enero de 1537, no se puede menos
que recordar con profunda gratitud al primer y principal artífice de la
fundación de la Asunción de Popayán, nombre que inicialmente se le dio a
nuestra patria chica por la que sentimos gran veneración y amor.
Como verán,
la Popayán de principios del siglo XX se encaminó por los laberintos de la
modernidad y, no por los identitarios, expresados en ilusiones,
esperanzas, temores, complejos,
desilusiones y, en el extremo, el deseo de expiación y holocausto de varias
generaciones de payaneses que vieron como la ciudad, se ha enfrentado a
problemas de enorme magnitud. Por lo que, ojalá en la entrada del nuevo año
y en este aniversario de Popayán,
sirva para conjurar los odios y los
miedos centenarios.
En la
bien amada Popayán, como en otras ciudades, nos preciamos de mantener la
“cultura tradicional”. En 1904, durante el gobierno del General Rafael Reyes, dividieron
el Cauca Grande en varios Departamentos. Proceso continuado hasta 1910 cuando
aquellos creados en 1908 fueron reordenados, quedando algunos incorporados al
Valle del Cauca; otros como Túquerres, Pasto, etcétera, pasaron a componer el
Departamento de Nariño. Así pues, Popayán quedó ubicada en el actual Cauca.
Esto significó la pérdida de preeminencia y hegemonía sobre el antiguo
Estado Soberano. La clase dominante se vio relegada a una región que, desde el
punto de vista geográfico, no ofrecía muchos atractivos, pues se trataba de una
zona montañosa, plagada de langostas, de indios y negros, según lo anotan
algunos historiadores payaneses de principios del siglo XX. Los salvó de tan
grave crisis, la celebración del Primer Centenario de la Independencia de
Colombia (1910-1919), pues esta les brindó la posibilidad de “inventar” un
pasado glorioso, para con él, identificarse en el siglo XX como una de las
mejores aristocracias del país. En un principio se negaron a celebrar la
efeméride, pero poco luego, cayeron en cuenta que la fiesta era la ocasión
esperada para salir de la crisis. Demostraron y sacaron a relucir sus antiguos
esplendores económicos y político militares, pero antes, pusieron en orden la
ciudad, pues llegado el siglo XX Popayán estaba al borde de sucumbir en medio
de las basuras, el lodo, casas semidestruidas, etcétera. Una vez subsanaron
este problema y a medida que el Cauca Grande se dividía, la clase alta luchaba
por sobrevivir y “fabricar” la ciudad
blanca.
Este
escrito, tiene como objetivo revelar la manera como las castas dominantes no
sólo aprovecharon la fiesta del Primer Centenario de la Independencia 1910 para
mostrar su identidad, su memoria colectiva, sino también, para construir un
tipo de tiempo adecuado a los nuevos desafíos del siglo XX, prefiriendo innovar
un pasado glorioso que los identificara como una aristocracia relacionada con
los mejores hechos del pasado colonial y republicano.
Civilidad: Volver al pasado ayuda a entender
mejor el presente.
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