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jueves, 10 de enero de 2019






Oteando a Popayán desde el Morro de Tulcán

El 24 de diciembre de 1536, el capitán Juan de Ampudia ocupó con sus soldados  la loma de “El Azafate”, donde habitaba el cacique o yasgüén, para que el Adelantado don Sebastián de Belalcázar viniera a fundar una nueva ciudad, después de haber sometido a los nativos.
Al volver la memoria al 13 de enero de 1537, no se puede menos que recordar con profunda gratitud al primer y principal artífice de la fundación de la Asunción de Popayán, nombre que inicialmente se le dio a nuestra patria chica por la que sentimos gran veneración y amor.
Como verán, la Popayán de principios del siglo XX se encaminó por los laberintos de la modernidad y, no por los identitarios, expresados en ilusiones, esperanzas,  temores, complejos, desilusiones y, en el extremo, el deseo de expiación y holocausto de varias generaciones de payaneses que vieron como la ciudad, se ha enfrentado a problemas de enorme magnitud. Por lo que, ojalá en la entrada del  nuevo año  y en este  aniversario de Popayán,  sirva para conjurar los odios y los miedos centenarios.  
En la bien amada Popayán, como en otras ciudades, nos preciamos de mantener la “cultura tradicional”. En 1904, durante el gobierno del General Rafael Reyes, dividieron el Cauca Grande en varios Departamentos. Proceso continuado hasta 1910 cuando aquellos creados en 1908 fueron reordenados, quedando algunos incorporados al Valle del Cauca; otros como Túquerres, Pasto, etcétera, pasaron a componer el Departamento de Nariño. Así pues, Popayán quedó ubicada en el actual Cauca. Esto significó la pérdida de preeminencia y hegemonía sobre el   antiguo Estado Soberano. La clase dominante se vio relegada a una región que, desde el punto de vista geográfico, no ofrecía muchos atractivos, pues se trataba de una zona montañosa, plagada de langostas, de indios y negros, según lo anotan algunos historiadores payaneses de principios del siglo XX. Los salvó de tan grave crisis, la celebración del Primer Centenario de la Independencia de Colombia (1910-1919), pues esta les brindó la posibilidad de “inventar” un pasado glorioso, para con él, identificarse en el siglo XX como una de las mejores aristocracias del país. En un principio se negaron a celebrar la efeméride, pero poco luego, cayeron en cuenta que la fiesta era la ocasión esperada para salir de la crisis. Demostraron y sacaron a relucir sus antiguos esplendores económicos y político militares, pero antes, pusieron en orden la ciudad, pues llegado el siglo XX Popayán estaba al borde de sucumbir en medio de las basuras, el lodo, casas semidestruidas, etcétera. Una vez subsanaron este problema y a medida que el Cauca Grande se dividía, la clase alta luchaba por sobrevivir y “fabricar”  la ciudad blanca.
Este escrito, tiene como objetivo revelar la manera como las castas dominantes no sólo aprovecharon la fiesta del Primer Centenario de la Independencia 1910 para mostrar su identidad, su memoria colectiva, sino también, para construir un tipo de tiempo adecuado a los nuevos desafíos del siglo XX, prefiriendo innovar un pasado glorioso que los identificara como una aristocracia relacionada con los mejores hechos del pasado colonial y republicano.
Civilidad: Volver al pasado ayuda a entender mejor el presente.


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