Mucha tinta ha corrido desde cuando el
altruista Ciro López, donó el terreno para la construcción cerrada con
graderías para espectadores, destinado a competiciones para varios tipos de
deportes populares como el fútbol, siendo inaugurado el 8 de julio de 1951.
Esta narración incluye la maledicencia
que se remonta desde cuando el arzobispo, cuyo nombre no recuerdo, maldijo a la
ciudad. Al marcharse, sacudiendo sus sandalias expresó: “de Popayán, ni el
polvo”. Consecuencia que proviene de los
decretos anticlericales emitidos por Tomás Cipriano de Mosquera al expulsar a
los jesuitas en acto de venganza por el apoyo que el clero había brindado a
Mariano Ospina Rodríguez en las elecciones de 1856 durante la guerra civil.
La ciudad sigue cautiva de la maldición heredada
por causas ajenas a nosotros, destinados a cometer los mismos errores. Popayán, fundada en 1537, con una diferencia de un año de la ciudad de
Cali, y pese a que la ciudad parió quince presidentes de Colombia, sigue
atrasada en todo sentido. El vetusto reloj de la Torre representa la paralización
de las horas y el progreso de la ciudad.
Después de 65 años, el inmueble donde hoy está ubicado el vetusto estadio,
el alcalde Juan Carlos López allanó el primer paso en el largo camino recorrido, para recuperar los
terrenos que figuraban a nombre de la gobernación, según Ordenanza del 12 de 1958 y,
cedidos a la Liga
caucana de fútbol para el uso y usufructo en bien del
deporte. Entidad que actuaba como si fuera dueña del inmueble;
pero que nunca pagó la elevada deuda con el municipio, calculada en $5.124´000.000
por impuesto predial.
¡Hoy el estadio tiene
futuro! En el año 2021, el Concejo Municipal, a solicitud del alcalde Juan
Carlos López Castrillón, emitió el acuerdo 015 del 30 de agosto, declarando el
estadio de utilidad pública e interés social y, autorizando al mandatario a
tomar medidas para adquirirlo en beneficio del municipio, proceso que marca el
fin de un complejo forcejeo entre el municipio y la Liga de futbol, el 14 de
septiembre de 2023. Nada fácil para la ciudad convertida en desolación y burla,
dejando atónitos a los espectadores que solo silban las causas de destrucción.
Nuevas
generaciones ligeras de lengua, rezongan, muestran desconocimiento y desinterés
por cuanto sucede en la ciudad. Denigran con el uso en las redes sociales,
deshonrando todo aquello que nace tres décadas atrás y, cuya expresión oral era
mediante refranes y proverbios, propios de nuestra historia, tradiciones y
cultura. Hoy su uso es casi inexistente.
Difaman contra el honor, pese
a ser un delito del Código Penal para dañar la dignidad, el honor o la
reputación de las personas difundiendo informaciones que no son verídicas. A los
alcaldes a pesar
de sus esfuerzos, los rajan como deporte local, demeritando su periodo.
Reafirmando la maldición hereditaria que persiste, en una cadena de
improperios, hasta perder la tranquilidad.
Vaya problema
paradójico. Anhelamos obras, pero como contribuyentes no entendemos que vale la
pena pagar impuestos para que la ciudad progrese para resolver problemas de
años. Las molestias pasan y las obras quedan. Mucha gente critica lo que
no entiende, lo que cree entender y lo que entiende más o menos. He ahí la gran
preocupación, porque está demostrado que el problema es de recursos, la
plata no alcanza, y cuando se hace gestión para adquirirlos, la gente critica.
Claro, la crítica resulta
necesaria y útil. Pero, una cosa es, utilizarla en forma constructiva y otra cosa muy distinta es, la
autocrítica desadaptativa
que juzga, culpa y halla en todo lo que se hace como un error imperdonable. Ejemplo,
el Centro Comercial Anarkos que administraciones anteriores le dieron el tratamiento
inadecuado, entregándolo a un “castillo” en el juego de naipes.
Aun así, Popayán
encanta. Es bella, lenta, anacrónica y completamente refractaria al progreso. Está
detenida en algún momento impreciso que oscila entre el siglo XIX y la mitad
del siglo XX con insipiente olor de calicanto en sus muros, sus faroles,
balcones y techumbres.
Y aterra que, en las
esquinas de Popayán, el espectro del arzobispo que maldijo la ciudad no
descansa. Pareciera que las fuerzas
sobrenaturales del inframundo se remozan en algunos candidatos
con perfiles non sanctus.
Civilidad: Que tal un exorcismo el 29
de octubre para intentar expulsar a los demonios y,
romper la maldición que pesa sobre la amada ciudad.
Felicitaciones un artículo didáctico y además muy preciso en cuanto a la historia , que muchos payaneses no conocen , Es hora de continuar trabajando por el bienestar de nuestra querida Popayan. dejando de lado los rencores partidistas que tanto daño hace .
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