Por primera vez viajaban en avión:
Lesly, Soleiny, Tien Noriel y Cristin junto a su madre Magdalena Mucutuy. Abordaron
la avioneta HK2803 desde Araracuara, Puerto Santander, Amazonas, con destino a
San José del Guaviare. La guerra los había obligado a
dejar su tierra. En condición de desplazados, tomaron ese vuelo, sin pensar que
los llevaba a la muerte. Huían de la guerra, victimas del desplazamiento
forzado en el sur de Colombia. Se hicieron las cruces orando sin saber que
empezaba otra película de tragedia. Había transcurrido una
hora, cuando en jerga técnica, el piloto pedía ayuda: “Mayday,
Mayday, Mayday, 2803, 2803, el motor me volvió a fallar… voy a buscar un río…
veo a la derecha un rio…” Un minuto después, insistió: “…103 millas
fuera de San José… voy a acuatizar…”. A partir del fatídico 1° de mayo, día en que se perdió del mapa, no se volvió a
establecer comunicación. La avioneta se había siniestrado.
Confirmado el
accidente aéreo, iniciaron las operaciones de búsqueda de la aeronave con tres
adultos y cuatro menores de edad que viajaban en su interior. Varias aeronaves
de la Fuerza Aérea Colombiana inspeccionaron la inhóspita selva sin resultado
alguno. Solo el día 16 de mayo de 2023, a las 9:00 de la noche, los comandos de
las Fuerzas Especiales del Ejército descubrieron en posición vertical, la
aeronave HK 2803, accidentada en medio de la agreste zona selvática, en jurisdicción
del municipio de Solano, departamento de Caquetá, cerca del río Apaporis. En su
interior hallaron tres ocupantes: el piloto, un hombre y Magdalena, la madre de
los cuatro menores. Pero, faltaban los cuatro niños menores, de 11meses, cuatro,
nueve y trece años, sin señales de haber resultado heridos.
¡La selva se había
tragado a los cuatro niños! En medio del
bosque denso, donde las copas de los árboles cubren entre 80 y cien por ciento,
el terreno entorpece la visibilidad a tres metros, imposibilitando un
aterrizaje de emergencia. Sobrevivir cuarenta días con sus noches en medio de
la manigua, es algo que lleva algo sobrenatural, no hay duda: ¡Dios existe! Con
fe en ese Ser superior, que más allá de
que no lo podamos ver, tocar, siempre está apoyándonos y guiándonos para recorrer el
camino correcto y hacer las cosas de la mejor manera.
Entre la selva del
Guaviare y Caquetá, con auténtico sentido de hermandad, Lesly, la mayor de los
hermanos Mucutuy, puso en ejercicio todo lo aprendido de sus padres, abuelos y
tíos, los secretos de la selva. Sabía que “la madre tierra”, era un terreno
tosco, dificil de caminar y por demás peligroso, pero que también, les proveía
las herramientas para sobrevivir.
Así que, con fe y,
la agigantada hermandad de Lesly, la convierte en una heroína iluminada para
guiar a sus hermanos por la exuberante zona, diciéndoles dónde caminar y dónde
no, que frutas y raíces podían comer y cuáles no. Sabía de cuáles fuentes de agua beber. Desde
las alturas, no hay otra explicación, Dios fue quien lideró, por llamarlo de
algún modo, el operativo de supervivencia.
Allá en los vericuetos de la selva, la hermandad no se limitó
solo a la relación existente entre hermanos biológicos, sino que se extrapoló entre
personas que compartían sentimientos y experiencias. Así obró el milagro entre militares e indígenas, buscando las
probabilidades de encontrarlos con vida. Con la fe puesta en Dios, a
medida que se internaban en la vasta selva, más crecían
las esperanzas. Las huellas, los rastros dejados por los niños extraviados como
designios: primero un tetero, luego unas tijeras, cambuches, unas moñas,
después un pañal, tienen una significación más allá de este mundo.
¡Había mucha fe! 24
horas antes, Manuel, el papá había dicho: “Los niños
están vivos, aguantarán porque están protegidos por el dueño de la Naturaleza y
vamos a recuperarlos muy pronto”.
En una zona que ya
habían transitado, donde no había cuevas, ni selva boscosa, el bloque de
búsqueda ejercito-indígenas, alcanzó a escuchar el llanto de un niño. “Milagro, milagro, los niños”, gritó con
fuerza el soldado de la “Operación Esperanza” que los avistó, cuarenta días
después del accidente. ¿La selva los había vomitado? No. ¿Es un misterio que
sorprende a todos, tampoco? Dios abre caminos donde no los hay
Civilidad: Dios existe en cada uno de nosotros.
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