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domingo, 2 de abril de 2023

Cronología del terremoto de 1983

 



 Eran las 8:15 a.m. de aquel aciago día cuando viajaba en mi Renault 12 con mi esposa y mis hijitos desde Timbío. En ese instante, la radio local tocaba música sacra que se acostumbraba en la temporada de Semana Santa. De repente, sonó la señal anunciando noticias de última hora. Era el periodista informando: “Un terremoto acaba de destruir la ciudad de Popayán”.  ¡Que imprudencia! le dije a mi esposa y continúe el camino. Solo cuando llegué a la piedra sur -entrada a Popayán- y vi la polvareda que se levantaba sobre mi ciudad, entendí la noticia, tal como ocurrió cuando explotó la bomba atómica a las 8:15 del 6 de agosto de 1945 a una altitud de 600 metros sobre Hiroshima y Nagasaki, acabando con la vida de aproximadamente 140.000 muertos.

Ayer se cumplieron 40 años del terremoto ocurrido en la mañana de Jueves Santo, 31 de marzo de 1983 en Popayán. La cifra de muertos durante el terremoto se calcula que mató a trescientas personas. Dejando en 18 segundos, a más de quince mil sin techo donde vivir.

Tenía razón el periodista Ovidio Hoyos al anunciar que el sector histórico de Popayán, construido en adobe y tapia pisada se había derribado sin dejar donde colgar tantos títulos nobiliarios. Aquellos edificios públicos, gran parte de iglesias y tempos construidos en la época de la colonia se desplomaron. La cúpula de la Catedral al desmoronarse, había dejado bajo los escombros a noventa personas que habían acudido a la eucaristía en ese tenebroso día. Los muertos no resucitaron, se abrieron las tumbas, saliéndose de las bóvedas del cementerio, cientos de cadáveres, dejando restos humanos expuestos a la vista, presentando una imagen dantesca. En toda tragedia, los pobres como siempre marginados, -no es nada nuevo- sino tan antiguo como los mismos pobres. Por el hecho de ser pobres, en este funesto acontecimiento sus construcciones mal construidas quedaron derruidas; 2.580 viviendas perteneciente a familias de bajos recursos y, otras 6.680 sufrieron enormes daños.  Así que, barrios como: El Cadillal, Pandiguando, La Esmeralda y el conjunto de condominios de Bloques de Pubenza donde habitaban unas 150 familias, ante las débiles infraestructuras y por la magnitud del sismo, provocó su derribamiento, sumado al número considerable de pérdidas humanas.

Lo demás, fueron, rescate de muertos y heridos por parte de la Cruz Roja, Defensa Civil, Cuerpo de Bomberos, Policía Nacional, Ejército y otras asociaciones voluntarias apoyando el rescate y transporte de heridos al Hospital Universitario San José de Popayán.

Lo cierto es que, la ciudad se superó de este fracaso renaciendo como el ave Fénix de los escombros. Ha sido dificil amigarnos de ese momento dificil, pero diez años después de los destrozos sufridos, Popayán resurgió. Rescató su esplendor y la belleza de su arquitectura colonial.

Ese suceso traumático, que irrumpió con la fuerza de la naturaleza en la vida de las personas, trastocó también la vida de Popayán. Se suponía, entonces, un “antes y un después” en la misma. Tal situación, nos desbordó, haciéndonos entender el grado de absoluta indefensión y vulnerabilidad en nuestra condición corporal y mortal. Los “golpes de pecho” de aquel instante, nos hizo suponer cambios muy importantes a nivel espiritual, actitudinal, psicológico, de identidad con los demás y con la ciudad.

Civilidad: Que esta temporada de reflexión, con la capacidad de sentir y pensar, de ser con otros, nos deje ver una conciencia sana para introducir freno en nuestras vidas para “volver a empezar”.

 

 

 

 

 

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