Pasada la semana de transformación cristiana, retomando
el verdadero sentido de nuestra máxima celebración para reflexionar sobre la
fragilidad de la vida y para buscar nuevas formas de colaboración, generosidad
y conciencia. Hoy la traslado a la vida cotidiana de la comunidad inmediata de la
que todos somos parte: la familia Popayán, el grupo de trabajo o de amigos y, con
mucho sentido de “amor patriótico”.
Además de las razones para el alma, reconozcamos lo
bueno que hicieron los demás por esta encantadora ciudad. Es provechoso
agradecer un “buen trabajo”, por pequeño que haya sido; por ejemplo, no tirar
la basura a la calle a destiempo. Así que, todo lo que hayamos hecho para
embellecer la ciudad tiene el mismo efecto, como aquellos que montaron la
estantería para darle el color límpido
Reconocer las
cosas que otros hacen por Popayán nos sienta muy bien. Es aquello, que, desde
la infancia, nos enseñaron nuestros padres después de recibir algún beneficio,
cuando mirándonos fijamente, nos decían: “¿cómo se dice?” -Gracias
contestábamos- Es que, cuando otras personas reconocen lo que hacemos bien, nos
hace sentir aceptados y seguros, más conformes con nosotros mismos. Los reconocimientos
nos estimulan. En una palabra, nos valoran.
Este
escrito, pasada la semana santa, se relaciona con el agradecimiento, del que ya
casi no hablamos, ni expresamos como debiera ser. No es lo mismo, decir automáticamente:
“gracias”. A veces, ni siquiera agradecemos a Dios. Esa norma de cortesía
acostumbrada en Popayán, es cosa del pasado. Enantes, pronunciábamos el vocablo
“gracias”, hasta cuando nos daban las vueltas o el regreso del dinero por una
compra. Hoy resulta difícil expresar
gratitud, porque el cerebro tiene un ‘sesgo de negatividad’. Ahora enseñan a ver las cosas más negativas
de la vida, focalizándonos en ellas, antes que en las positivas. Si
medimos las modernas redes de la comunicación sobre el nivel de
agradecimientos, nos daremos cuenta que es, relativamente bajo, bien bajo. En cambio, el gran enemigo con el que nos topamos
a cada instante, son los llamados “trolls”, referidos a los usuarios que
publican mensajes provocativos y fuera de lugar en una comunidad en línea, solamente
con la intención de dañar la reputación de alguna persona.
Todos somos conscientes que nos gusta, no solo que agradezcan
lo que hacemos, sino que lo reconozcan, pero no se hace como se debería. Posiblemente
los malagradecidos hayan sido educados para reprimir sus sentimientos; que sean
distraídos o que estén desinformados. Generalmente, los críticos no piensan en
el esfuerzo que al otro le ha costado y que, al menos merezca un simple:
“gracias”.
En forma
generosa deberíamos aprender a felicitarnos nosotros mismos. Que reconociéramos
lo que cada uno hizo para mostrar la ciudad blanca, radiante y esplendorosa.
Todos los que pusieron un granito de cal para ver la ciudad como una “tacita de
plata”, se merecen un agradecimiento. Al señor alcalde, Juan Carlos López
Castrillón, no solo hay que felicitarlo por mostrar embellecida la ciudad ante
propios y extraños. Sino también, por su serenidad y planeación como sus
mejores aliados. El alcalde, inteligentemente no deja desestabilizar su imagen;
sin tomarse a pecho, sin enfadarse por las
críticas, porque de hacerlo, sería reconocer que las tenía merecidas.
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