Aquellos conductores de cualquier vehículo a sabiendas de que
existen normas de tránsito y no las cumplen, se merecen los epítetos del título
y diagnóstico de esta columna. Tiemblo
escribiendo estas líneas, pero no de miedo ni de frio, sino de rabia por tanto desamor
a Popayán. Además, muy preocupado por la incivilidad en la ciudad.
Muérganos porque al contravenir las normas de tránsito, saben, las
consecuencias de pasarse un semáforo en rojo; saben que las cebras y andenes son
para uso exclusivo de los peatones: niños, mujeres embarazadas y ancianos. Están obligados a actualizar el Seguro
Obligatorio de Accidentes de Tránsito. Entonces, muérganos porque no cumplen estas
normas. La descomposición social no es por desconocimiento, sino por incumplimiento.
Sinvergüenzas quienes en lugares prohibidos y,
por largas horas dejan su vehículo mal estacionado. Contravienen el Pico y
Placa. Desobedecen a la autoridad de tránsito y, la policía. Sinvergüenzas porque no acatan las leyes de tránsito.
Sinvergüenzas porque son causantes del caos vial en Popayán.
Granujas, porque generan desorden en las vías, no porque las
normas no existan, pues ellas están escritas y las conocen. Conductores de
vehículos motorizados y ciclistas miran hacia otro lado desde el punto de vista
legal y, práctico para ellos.
Cínicos al cometer infracciones de tránsito, llevando implícito
un significado que trasciende el ámbito de lo social. Pareciera que, aquellos
que no respetan la normatividad sienten sensaciones de libertad, creyéndose de
una determinada clase especial, ¡atrevidos!
Cínicos, porque se convierten en admiradores de conductores aventureros,
apostándole al que más se pasa semáforos en rojo y el que más elude a la
autoridad. Todas esas malas actitudes son el común denominador, por cuenta del
pésimo servicio público del transporte en la bien amada Popayán. Ese es el
estilo de vida, que asumen a cada instante, contra la vida propia y la de los
demás. Hemos visto también, señoras muy aseñoradas, utilizando zonas exclusivas
para peatones, cumpliéndose aquello del “vivo bobo”. Así mismo, todos los días
de Dios, observamos ciclistas y motociclistas sin placas, circulando en
contravía, sobre los andenes hechos para los peatones. Taxistas y conductores de
busetas parándose en cualquier sitio para alzar o dejar pasajeros, generando
trancones y, causando accidentes.
Muérganos, sinvergüenzas, granujas y cínicos, gentes en cadena, que,
sin cultura vial, en todas sus formas desacatan las disposiciones legales.
Claro, mucho de esta
problemática radica en la mala educación proporcionada por los padres, pues, un
niño copia lo que ve en su casa. Muérganos desconocedores del peligro, porque
quien está al frente de un volante no solo tiene la responsabilidad de
movilizar su vehículo automotor para proteger su vida y la de los demás. La
actitud personal, para acatar las reglas jurídicas, es una responsabilidad de
vida. El conductor respetuoso debe mirar hacia delante y en todas las
direcciones, para percatarse del riesgo. Usar las luces direccionales como
señales de giro evitando los accidentes de tránsito. Quien conduce un vehículo
sabe que, en manos de él, está su seguridad y la de los demás, entre los que
podrían estar sus familiares.
Esta no
es una crítica a los habitantes de Popayán, sino un trabajo de conciencia sobre
cómo podríamos recuperar el sentido de pertenencia para mejorar nuestra
convivencia sin tener detrás un guarda o policía de tránsito para que nos
sancione.
Civilidad: Urge en Popayán, campañas de civismo, porque
sus habitantes extraviaron la Urbanidad, los buenos modales y la educación
cívica.
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