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sábado, 11 de febrero de 2023

El Taller

 



Después de cuarenta años, Oliva Esperanza Polanco Flórez, cierra su taller frente al Hotel Monasterio. Nos tenía acostumbrados a ese referente tan importante de admirar la producción de objetos de cerámica de sus laboriosas manos, utilizando el barro que marcó etapas históricas en Popayán. Varios motivos obligaron a la ceramista a tomar la decisión de trasladar el taller a su apartamento para continuar elaborando y comercializando sus bellísimas creaciones. Desde allí continúa construyendo piezas a través del estirado de la pasta en rollos, placas o bolas de arcilla.

No es fácil hacerse ceramista en Popayán, pues implica asumir ciertas prácticas cotidianas que son diferentes a los caminos convencionales de otras profesiones. Ejercer la artesanía obliga a tener una economía más humana, razonable y mucho más respetuosa con la vida misma. Pero ello, ha beneficiado la salud física y mental de Oliva Esperanza Polanco Flórez.

Los procesos de trabajo para transformar el barro en cerámicas se dan gracias a la arcilla que se consigue en el entorno (Pueblillo, Yanaconas). El modelado, siendo una técnica muy básica, necesita de cierta experimentación inicial para diseñar objetos y figuras de cierto tamaño.

Esperanza, cuenta que su conocimiento está ligado mucho al vínculo con la cultura europea. “El arte siempre estuvo presente, desde mi infancia. Estudié diseño y me di cuenta de que todos mis proyectos siempre llegaban a este material, así que decidí estudiarla”. Motivada por la curiosidad y la pasión, estudió las técnicas de la cerámica viajando por distintos lugares, entre ellos: El país vasco, Alemania, Paris. En su mágico recorrido por los principales lugares del mundo en los que artesanos transformaban el barro con sus manos imprimiéndoles toda su creatividad, logró incrementar no solo sus conocimientos sino descubrir, su eterno y apasionado oficio en su forma de concebir lo que es la cerámica.

En 1983 época del terremoto, dijo: “yo quiero hacer algo por Popayán y, mi amor por esta tierra, me hizo regresar para estar cerca de los míos y para montar mi taller. Aprendí que una cosa es saber de manera científica y otra, es saber a partir de la experiencia real. Después de estudiar la cerámica desde diversos enfoques, recordé que, en Popayán, se encontraban muchos materiales y todo lo necesario para trabajarla, así que abrí mi taller” 

Con su experiencia en talleres europeos y, utilizando la materia prima de esta actividad: barro/arcilla y con la principal herramienta de sus benditas manos como auténtica artesana, le imprimió la marca propia en una placa en cerámica gravada con un sol para las casas reconstruidas con créditos del Banco Central Hipotecario

Sin duda, la arcilla en manos de Esperanza se vuelve arte. Es una artista, con mucho talento y dedicación. Requiere de mucha consagración, tiempo y paciencia, y eso la mantiene activa. Pero, lo que más le preocupa, “es que el taller no siga después de mí”. 

Cuánta razón tiene, Popayán, tuvo excelentes alfareros ceramistas, uno de ellos, el señor Villota, apodado “barba roja”, ni qué decir de la fábrica Alcora, bajo la dirección del español Fructuoso del Rio, convirtiendo diferentes arcillas:  roja, terracota, loza y porcelana, en fabricación de hermosas vajillas sin nada que envidiarles a piezas de porcelana China, ¡lástima grande que todo ello, se quedó en el recuerdo!

Ojalá que, el Ministerio de Cultura y las oficinas de cultura departamental y municipal, le devolvieran el lugar que tenía hace algún tiempo la cerámica en la cultura popular tradicional payanesa; sin duda todo un patrimonio de la amada Popayán. Y que, a Esperanza Polanco, le llovieran las ofertas de trabajo como docente de una asignatura relacionada con la cerámica, porque ella, le ha dedicado toda su vida a la artesanía y, para proyectar sus conocimientos a las nuevas generaciones.

Civilidad: Los saberes ausentes no se pueden ignorar en la vida presente de la comunidad payanesa.

 


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