Datos estadísticos, mal contados, aseveran que Colombia tiene 48.2 millones de habitantes. Pero, no solo se ha aumentado el número de habitantes, sino que, en la pirámide poblacional, las personas mayores de 60 años están creciendo y, disminuyendo el grupo de 0 y 14 años; lo que, a su vez, ha cambiado las dinámicas sociales. La brecha generacional es más grande, porque la tecnología domina todos los aspectos del día a día. Los antiguos que fuimos educados con herramientas rudimentarias, hoy nos vemos, alejados cada vez más de las generaciones jóvenes. Paradojalmente, la clave para achicar la brecha generacional entre los de la tercera edad y los adolescentes radica precisamente en la tecnología.
Ya no hay
transmisión de valores en los hogares, que son cada vez más pequeños, de allí
la demanda de viviendas multifamiliares. Pasamos por una contracultura parecida
al movimiento hippie de la década de 1960. Contracorriente rebelde, que se
caracterizaba por su manera de vestir, peinados y música, reclamando cambios en
la sociedad, acuñando sus propias expresiones. La brecha generacional se
agranda cada día, por el tipo de valores que los jóvenes quieren
transmitir.
Pese a esa
distancia, debemos mantener una relación en el rol de abuelos en la vida de los
nietos, promoviendo la diversión de estos, siendo compañeros y guía para ellos.
Todo debido al avance tecnológico como el principal obstáculo comunicacional
entre generaciones, con diferente estilo de vida sin valores y otras visiones
del mundo.
¡Perdimos
el derecho a ser viejos! Aunque, bien
podría ser un punto de unión en que los jóvenes enseñaran a los ancianos el uso
de la misma. En ese contacto intergeneracional, se da una discriminación hacia
los adultos mayores por los distintos medios de vinculación con la tecnología. De
allí, la crisis familiar y crisis de valores, porque el tiempo en que el abuelo
inculcaba valores ético-morales ligados a la experiencia de vida, parece haber
quedado atrás en esta generación. Entonces, en que queda aquel espíritu de la
sociedad, de la dedicación al trabajo, la tolerancia, el respeto por los demás,
la honestidad y la humildad. En verdad, las familias tradicionales como se
conocían en el pasado, hoy cambiaron.
El manejo
de las redes sociales, comprueba la crisis emotiva-afectiva, porque deterioran las relaciones
interpersonales en lugar de unirlas. Enfriaron los sentimientos y abreviaron las
emociones internas, al cambiar el lenguaje verbal y escrito por gráficos. Ahora
la postura afectiva, es a través de “emoticones”, cuyo objetivo es resumir
frases o palabras. La interacción del “señor profesor” que llenaba
tableros, no existe. Ahora es el “profe” abreviado, por el analfabetismo
funcional, porque sabiendo leer, no comprenden lo leído. O pasan por alto una
palabra que no saben su definición. Todo es con emoticones y emojis, reconocidos y
procesados por el cerebro como información no verbal, lo que significa que los “leen”
como parte de la comunicación emocional. El amor expresado con serenatas
de tríos musicales, con poemas y, cartas de amor son cosa del pasado. La emoción
juega un papel fundamental; pero, teniéndolas no las desarrollan. De ahí, las
dificultades para tomar decisiones. En el rosto no reflejan el estado físico, no lo verbalizan
ni gestualizan, porque ahora identifican la
alegría con un emoticón de carita feliz o la tristeza con una cara aburrida. Ya
no expresan emociones ni comparten
actuaciones que tengan consecuencias positivas
Civilidad: El desequilibrio o
inestabilidad emocional, afecta profundamente el estado de ánimo.
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