Colombia narra por miles las personas víctimas de desaparición
forzada. Más, en esta columna no me referiré a esa forma de violencia que
produce terror y, altera la vida de familias por generaciones. Mi escrito es,
sobre la falta de culto por la Historia, una de
las razones por las cuales somos uno de los países con un menor nivel de
patriotismo en el mundo. La desaparición de la cátedra de Historia en
los colegios, es debido a la paupérrima formación de los docentes y a la baja
calidad de los textos, reflejándose en la amnesia colectiva. De allí, la
necesidad de reversar esta absurda decisión. Somos
descriptivos, contando e invitando a la lectura, en temas actuales, pero no repasamos
el pasado de Colombia para comprender el presente. La carencia de
patriotismo y la ignorancia del grueso de la población sobre los intereses
fronterizos, es otra amenaza grave debido al Alzheimer al que hemos caído. Dos
décadas despreciando la historia en currículos escolares y en organizaciones
sociales. Garrafal error que nadie cuestiona. Por eso, estudiantes de bachillerato y universidad poco conocen de historia y de
geografía, saben más de clásicos futbolísticos, pero no de los literarios.
Con motivo de la reubicación del pedestal de Antonio Nariño
por razones de desarrollo y modernización vial, resulta sugerente
ilustrar a mis conciudadanos para que sepan dónde
están parados. Popayán guarda su pasado en un recinto sepulcral: “Panteón
de los próceres”, en doce urnas de mármol blanco, conteniendo restos de algunos
patriotas de la independencia y expresidentes ligados a la historia de esta
ilustre ciudad. Junto a mi idea de perennidad de las obras de escultura
dispersas e invisibilizadas; excelente sería recogerlas, para reubicarlas dentro
del marco histórico de Popayán.
Mientras tanto, desentierro a Antonio Nariño, el “Precursor”
de la independencia neogranadina, quien, para muchos historiadores, no requiere
deliberación para reconocerle su validez. Fue protagonista de un hecho
que cambió su vida para siempre: tradujo e imprimió de manera clandestina, la “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano”. Nariño,
multifacético personaje santafereño, de dudoso catolicismo y bien aprovisionado
de ideas revolucionarias de cultura francesa, quiso unificar la nación. Más, la
historia tergiversó el acontecimiento revolucionario. Motivos por lo que lo apresaron, pudriéndose la
mitad de su vida en la cárcel. Fue el prócer más perseguido, situación que no ha
cambiado. Porque hoy, 199 años después de su muerte, se esconde. Su pedestal
tiene un significado: con su mano izquierda sosteniendo abierta la levita, y el
brazo derecho extendido hacia atrás.
Durante la Campaña del Sur
de la Nueva Granada, Nariño venció a los aguerridos pastusos, defensores de la
causa realista, en varias batallas. Pero, con su Ejército mermado, fue
derrotado en la batalla de Juanambú. Se ocultó, pero fue encontrado por un
indio que buscaba sobrevivientes. Queriendo salvar su vida le preguntó qué
buscaba, a lo cual respondió: "a un tal Nariño". Nariño le propuso
entregárselo a cambio de que lo llevara con vida, a la ciudad de Pasto. La
noticia de la entrega de Nariño generó una gran expectativa en dicha ciudad, siendo
recibido por una multitud exaltada que pedía su cabeza. Nariño dirigiéndose a
ellos en un discurso en el que destacó la valentía de aquellas
"razas" del sur que lo habían derrotado, finalizó diciéndoles: "
Pastusos, ¿Queréis la cabeza del General Nariño? (...) Aquí lo tenéis. Yo soy
el General Nariño".
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