Hoy
quiero contar de qué siento rabia. Son muchas las cosas que me causan ira e
intenso dolor. Pero, lo que me genera esa sensación fuerte de molestia o disgusto, es saber leer y entender el
contenido de lo que leo. A veces, las emociones se tornan furiosas, pueden ser
intensas, hasta hacerme sentir fuera del control. La ira me propicia actos
agresivos como cerrar el capítulo, resaltar páginas del libro o apagar mi
computadora.
El enfado, la ira, la
frustración... y todas esas emociones, generadas en mí, son a causa de saber
leer. Pues, leer los mensajes es muy importante por lo que, en lugar de dejarme
llevar por las alteraciones, me detienen para tratar de descifrar qué quieren
decir, que significan las necesidades de todo cuanto nos rodea. Creo tener un
corazón de cristal, porque soy una persona muy sensible, con alta empatía, pero
también un alto contagio emocional. Me contamino en seguida de las
preocupaciones, las angustias y las necesidades de los demás. Ello me hace sentir mal porque no suelo tener
claro el límite con los demás. Analizando en forma concreta y especifica, me
pregunto: ¿qué tan feliz será una persona analfabeta? ¿Los
analfabetos son felices, solo memorizando sus deberes, obligaciones y conceptos
que cada uno aprende a su ritmo sin ningún tipo de presión? ¿Han construido “un
mundo feliz”?
La generación de nuestros abuelos pidió a sus
hijos que se formaran para la vida, analfabetos, pero alegres; hoy, el camino a
los nuestros está allanado. Uno de los retos más grandes de los seres
humanos para ser felices y plenos, es romper con el analfabetismo emocional, sin
permitir identificar lo que sentimos. Y es que, por lo general, ni siquiera tenemos el lenguaje adecuado
para describir lo que sentimos y cómo nos sentimos. Y aunque la felicidad
plena es imposible, la felicidad es “un estilo de vida en el presente, que
garantiza el futuro y reconcilia el pasado a través de competencias,
habilidades y actitudes sincronizadas y orientadas al crecimiento y plenitud”.
Así
mismo, todos llevamos inserto el sentimiento de rabia que es útil, que empuja a
la acción, pero que destruye a su portador si no se apaga a tiempo. Es una
molestia que se manifiesta en el estado de ánimo con la alternativa de armar
una bronca, digerir lo ocurrido dejándolo pasar o manejar el asunto sosegadamente.
Es
fácil reconocer a las personas que parecen estar enfadadas constantemente. Se
les ve tensas y notablemente preocupadas cada día sin importar si hay hechos
positivos o negativos a su alrededor.
La
irritabilidad en el mundo, se volvió constante, porque en lugar de propiciar
una situación saludable, todo cuanto ocurre desencadena contra el propio
bienestar. Lo que lleva a decir que el demonio existe y anda suelto. El
problema está en saber qué es y cómo se manifiesta. Vivimos
tiempos de una sensibilidad creciente por el espíritu de las tinieblas y su
actividad en medio de nosotros, que es objeto de conversación y continua
preocupación hoy por hoy. Esa maldad que llevan en su interioridad
los hombres, es tarea del anticristo.
Muchas
personas usan la palabra sótano para referirse a aquello que tienen en su
interior y que no saben cómo definir. “Hay algo aquí dentro, en el sótano”, dicen
algunos, mientras se tocan el pecho, “que no me deja tranquilo”. En realidad, el sótano
sería aquello que desconocemos, nuestro inconsciente, todo lo que ocurre en
nuestra vida y que lo codificamos emocionalmente, pero que, ahora no sabemos
cómo nos afecta. El problema del mal es complejo. Se hacen
lecturas desviadas sobre esta problemática; pero de allí a sostener que el bien
y el mal son lo mismo, que no nos preocupemos del mal, o simplemente, para qué
hablar de este último. Creo que son posturas con graves implicaciones
negativas.
Al
iniciar este escrito dije que sentía rabia por saber leer. Sí, porque ahora
entiendo la diferencia entre globalización y globalismo que puede parecer
insignificante, pero es importante.
Civilidad: La
lectura nos lleva a mundos inexplorados e incomprensibles.
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