Para quienes no conocen el significado de “chiflón”, les diré que es el
aire que circula por una hendija. En otras palabras, es una corriente de aire
muy tenue. Yo siempre escuché muchas veces esta frase de mi abuela: “cierre bien
esa ventana hijo que entró un chiflón helado a la habitación”. Cuando mi Popayán era frío, no tanto como lo es ahora, mi
abuelita colocándose un gran pañolón (chal) sobre sus hombros se envolvía de
tal modo que sólo asomaba su cara, exclamando: “achicháis, que frío”, “cierren la
ventana que el chiflón mata”.
Cuánta razón tenían mi abuela,
haciendo tapar todas las rendijas y ranuras de puertas y ventanas contra el
frío.
Cuando hace frío y
sentimos molestias “en los huesos” no sabemos atinar si son debidas al cambio
de temperatura, o son las articulaciones que, por la edad, nos producen contrariedades.
El frío y la humedad hacen que los músculos estén más contraídos y
entumecidos, provocando más contracturas y dolencias, hasta llegar a los huesos;
aunque algunos afirmen que no son los huesos los que duelen. Pero, “antualito”,
considero a los que han tenido que reemplazar sus huesos por prótesis metálicas. El frío
empeora en las madrugadas, los vientos alisios y las lluvias, complican todo.
Ahora tenemos noches tan frías, tan frías, más de lo normal y unas madrugadas tan
heladas que vivimos acuscambados. Por estos días, ante esa inusual ola de frío
en Popayán, alarma a las autoridades en salud. Y desde luego a las familias,
porque el frío extremo es enfermizo. De allí el dicho agudo y sentencioso de
uso común, de que, el frío mata.
Cuando yo era “kikato”, no existía el sistema de calefacción eléctrico,
pues no había energía eléctrica. De muchacho, me enviaban con diez centavos a
comprar a la tienda de la esquina, un guango de leña, equivalente a cinco rajas
de leña. Ese guango alcanzaba para cocinar los alimentos, hacer el café y
refugiarnos del frío en la tulpa (tres piedras). La tulpa ha representado desde la ancestralidad, la unidad
familiar, ese espacio donde la palabra se abriga con el abuelo fuego, donde la
comunicación fluida y la educación propia se hacía práctica. Allí en esa cocina, el dios fuego con sus chorros de llamas nos
abrigaba del frío, permitiendo, además, escuchar las palabras, consejos, enseñanzas,
refranes y cuentos de mis mayores.
Con mi prosa amable y
ligera, logro sumergirme en esa historia de un modo tal que mis coetáneos no
dejarán de leer hasta conocer el final. En las empedradas calles de mi amada
Popayán, vi gente caminar ligero, ligero para guarecerse bajo las techumbres de
la noble ciudad, de la pertinaz caída
de partículas líquidas de agua en forma de gotas dispersas. También, conocí el tema de la moda a través de lo largo de
los últimos 70 años en Popayán. Es cierto que ha ido evolucionando, modificando
constantemente la forma en la que nos vestimos de acuerdo a la época, situación
social o la temperatura. Ha cambiado la vestimenta con gran número de
transformaciones, errores y aciertos. En los tiempos fríos de entonces, en las mujeres, sus faldones eran ajustados en
las caderas y se iban ensanchando en forma de campana hasta llegar al suelo. En
los hombres utilizaban el traje de tres piezas (saco-chaleco-suéteres sobre
camisas).
Pero lástima, el clima cambió como resultado de
la actividad humana. Hoy,
son millones de colombianos los que han sentido en este primer semestre
de 2022 que las temperaturas han bajado más de lo normal en distintas
regiones del país. Por ello, está vigente el consejo de mi abuela, cuando
decía: “El chiflón mata”, al demostrar los científicos estadounidenses que han
analizado que las bajas temperaturas conducen a mayor trasmisión de Covid-19
Civilidad: El sentido común y el consejo de viejos,
nos hace llegar lejos.