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sábado, 11 de junio de 2022

Hacia la derecha o hacia la izquierda

 

El péndulo de la democracia se mueve como lo hace un reloj de péndola, y, su oscilación se amortigua mediante un sistema de pesas y contrapesas. En el cono sur de América, hemos a gobernantes verdaderamente convencidos de las bondades de la democracia; pero, también, mandatarios con tendencias a perpetuarse en el gobierno, -en contra de reglas básicas del sistema político basado en el equilibrio de poderes- como el recientemente elegido presidente de Chile, Gabriel Boric. De allí que la principal característica de un régimen democrático es la incertidumbre, circunstancia que produce inquietud y desconfianza en el acontecer político.  

 

Colombia como nunca, hoy está cerca de un giro inédito. Por primera vez, se perfila la posibilidad de que un candidato de izquierda llegue a gobernar. La dinámica política, electoral e ideológica representa la natural competencia por la disputa del poder y que la orientación ideológica de un grupo predominante pretenda desarrollar su plan de gobierno. Pero en realidad, lo que nos interesa es la democracia, (poder del pueblo) aunque imperfecta en que se respetan las normas y la separación de los poderes establecidos en la constitución y, no la autocracia en que gobierna uno solo.

 

El 13 de marzo, la opinión mayoritaria de las personas que votaron, encontraron en el voto, el lenguaje apropiado para pedir un cambio drástico, inédito, incierto, aplazando al zurdo Gustavo Petro y, al candidato de centro derecha Rodolfo Hernández para una segunda jornada electoral, el venidero domingo 19 de junio.

 

Aunque nada está definido hasta ahora, lo cierto es que, la mayoría de colombianos no quiere "más de lo mismo", Los electores declaran cansados de eufemismos en este país que no da giros bruscos hace décadas. Estamos ante un hito histórico, porque por primera vez pasan a segunda vuelta dos candidatos que, perteneciendo al mismo sistema, ahora irónicamente reniegan de él. Ambos lanzan como gancho electoral, mano dura contra la corrupción, sin agitar con el mismo delirio, la bandera blanca de la paz con la que otros se eligieron. Eso es, lo que, sin duda, ha vivido el país desde hace doscientos años. Así que, desfilamos hacia un cambio con pocos antecedentes, solo comprable con lo ocurrido en 1990 para la Constituyente.

Ante el anhelo de lo que muchos exigen y esperan: el verdadero cambio, digamos que el resultado es imprevisto para el domingo próximo. Ello, porque sin duda, ambos candidatos generan muchas e inevitables preguntas: ¿Cuál cambio? ¿Cómo proceder el cambio? Además, en la dura y desleal competencia, hay lugar al temor de que un resultado muy cerrado, el perdedor lo vuelva un huracán, dadas las dudas ya sembradas sobre la credibilidad del escrutinio.

Confesando que soy víctima de una ilusión óptica borrosa, llegó Colombia al ¿anti-uribismo o al anti-petrismo?  ¿Se eliminará la polarización?  Los estacionados en el centro, apostándole a las reglas del establecimiento, ¿comprenden el escenario que hoy estamos viviendo?

En mi sentido filosófico, no partidista, pienso y opino que la unión de los colombianos es lo más indispensable para lograr el cambio que necesita la Nación. Urge, para enfrentar desafíos aún no resueltos como: el narcotráfico y las graves secuelas en la vida de millones de colombianos. Es el momento preciso para enfrentar con carácter recio para dar solución a los peligros crecientes de la corrupción, la violencia, la carencia de justicia y la resistencia al cambio que desacredita al Estado de Derecho. De allí que, los colombianos debemos tomar la decisión de elegir al más idóneo para enderezar el curso que llevan nuestras instituciones, en estos momentos de la peor desconfianza de todos los tiempos.

Con enorme simpleza y despiste, algunos anuncian su voto en blanco. Pero, “La doctrina del Consejo Electoral es que hay que incluir la casilla del voto en blanco, pero no tiene ningún efecto frente al resultado. En caso de que llegara a ganar el voto en blanco no se aplica el efecto. Se mantiene la casilla, pero no tiene efecto jurídico”.

Civilidad: “Los malos gobernantes son elegidos por los buenos ciudadanos que no votan.”: George Jean Nathan.

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