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sábado, 18 de junio de 2022

Colombia entre la polarización y la corrupción

 

En política siempre habrá personas y fuerzas que se muevan en diferentes direcciones. Unas persiguiendo fines personales y otras queriendo realizar tareas objeto de discusión colectiva, para convertirlas en políticas de gobierno.  En esa pluralidad de individuos estamos; asimismo, entre dos direcciones políticas, pero ambas, generando un buen margen de incertidumbre.  La desconfianza política es propia de la condición humana, por estar siempre en movimiento. En lenguaje coloquial, se dice que “la política es dinámica”, referido más que todo a las decisiones de algunos dirigentes respecto del transfuguismo político.

La dirección de la sociedad está errada, lo que debemos cambiar está por venir. Se pregona a gritos, una transición política, económica y social porque más del 85% de los colombianos piensa, que el país va por mal camino. Desde el momento más agudo del conflicto armado, (1990) no se reportaban números de tan alto pesimismo. Pese al récord de violencia y a sus ingentes problemas, Colombia tiene la política más estable de América Latina y, nunca ha sido gobernada por movimientos de izquierda o líderes socialistas.  Pero, innegable, el malestar social, se debe a que los partidos políticos fueron incapaces de canalizar las preocupaciones y aspiraciones de los colombianos.

Hemos estado en manos de una casta política sin sensibilidad social y sin preparación para ejercer este tipo de actividad. Desnaturalizaron la política, la privatizaron e incumplieron su rol como instrumentos de interpretación de los diferentes sectores sociales. La violencia y la desigualdad social, la han sostenido gobiernos "oligárquicos" y "corruptos". De allí que, los colombianos, contra todo pronóstico, hayan decidido que hay que cambiar. Por eso, hoy 19 de junio, no se juega un “cara o sello”. Esta no es una elección cualquiera, estamos ante la elección presidencial que promete ser histórica, por la dimensión de cambio que puede significar.

En este país de virajes caprichosos, cunde la frustración por la política camorrista, por la inmundicia que la rodea, por la corrupción que la aprisiona, por la falta de transparencia. Hastía la política de disputas individuales. Hartos estamos de las rivalidades personales y partidistas que les quitan espacio a temas de interés de la comunidad. Por eso, hay que acabar con la continuidad, la contaminación, con todo nexo del mundo hediondo del clientelismo que unido al narcotráfico y a las artimañas que mantienen la violencia. ¡Muchos cambios reclama Colombia!

Dos candidatos proponen un giro, radical o moderado. Colombia envejeció en medio de la polarización y la corrupción. Hoy, el país político presenta dos opciones de cambio. Un gobierno de izquierda como el que él plantea por tercera vez desde la tarima, el acartonado economista Gustavo Petro, aliado con políticos de todas layas, algunos zarandeados en el pasado por él mismo. Es el mejor programa, y de ser ejecutado, supondría un choque con ese modelo económico que a gritos exige cambios. Su mensaje ilusiona a unos y asusta a otros. Sería un hito histórico en esta Nación sin experiencias realmente progresistas o revolucionarias del poder. Al final de la campaña, los ataques fuertes y perversos de algunos de sus seguidores profundizaron la división.

La otra forma de cambio, estrepitosa, pero, novedosa la encarna el ingeniero Rodolfo Hernández empresario de finca raíz, quien, en agresiva campaña sietemesina se atrevió a desafiar a la clase política, declarando el cansancio hacia los gobernantes "de siempre". Se valió de su lenguaje desabrochado, que agrada y convoca a los colombianos, vaticinando que no habrá ingobernabilidad. Indudable que, este fenómeno político, a su edad, se haya convertido en “old Powers”.

  

El último proceso eleccionario demostró que la gente no ha perdido del todo, la fe en la política.  Ese ciudadano que no quería saber nada de política, se ha puesto a repensarla, para no permitir que ésta se convierta en una actividad especializada, de “expertos”, “profesionales”, “técnicos” o de “élites”, alejada de los ciudadanos sin sentirse identificados, ni con los políticos que dicen representarnos, ni con las instituciones públicas prestadores de ineficaces servicios sociales.

De allí que, no podemos dejar al Estado y sus instituciones en poder de los que quieren imponer unidireccionalmente sus puntos de vista. Digamos aristotélicamente que la política en “tiempos de oscuridad” donde “todos pierden, hasta los triunfos son dolorosos”.  Hagamos conciencia política para que se conjugue: pensamiento y acción, con la posibilidad real de dar luz y claridad a los graves problemas sociales que atraviesa la Patria. Sigamos soñando con la vía del progreso, con buenas formas de gobierno y, de hermandad entre colombianos.

Civilidad: En “tiempos de oscuridad”, los hombres normales, debemos pensar y obrar con lucidez.

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