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sábado, 4 de junio de 2022

Una mirada a la patria a través de su historia

 

Con el inicio de la dictadura de Rojas Pinilla en 1953, caracterizada por un populismo de tinte católico, apoyada tanto por conservadores como por liberales, se reforzó la educación cívica en las escuelas a través de la creación de la cátedra Bolivariana que tuvo vigencia hasta 1963 y que se definió por su pregón nacionalista y conservador. Al ingresar Colombia en 1954 al bloque liderado por Estados Unidos contra la Unión Soviética, los intereses nacionalistas quedaron enmarcados en la geopolítica internacional con un sesgo anticomunista, que, a principios de la doctrina social cristiana, invocaba en los textos escolares el llamado del Papa Pío XI, diciendo: “Que los fieles no caigan en estos y otros parecidos engaños. El comunismo es, por virtud de su misma naturaleza, perverso, y no se puede admitir en ninguno de los campos su colaboración, por parte de aquellos que desean sinceramente salvar la civilización cristiana”

 A partir de los 60 en Colombia, el auge del Desarrollismo coincide con una neo-conservadurización de la vida política y social que pronto se reflejó en los textos escolares con el retorno a temas como la patria, la moral religiosa y la urbanidad. En el programa analítico de Estudios Sociales y Filosofía para el primer y segundo ciclo de educación media de 1962, se incluyó la asignatura Educación Cívica y Social para el primer año, en el que se señalaba a la cívica y a la urbanidad como vivencias en el ambiente de la escuela y como medios permanentes de educación. El objetivo específico era brindar a los estudiantes conocimientos básicos para orientarse en sus relaciones, comprender la organización política del país y asumir actitudes deseables como normas de conducta, así como desarrollar el sentido de responsabilidad individual y social mediante la comprensión de los deberes y derechos de la persona humana y de los buenos hábitos de comportamiento en las distintas situaciones de la vida social. (Ministerio de Educación Nacional, 1962) Los temas contemplados eran: La vida en sociedad; específicamente la conducta del buen ciudadano, la familia, los deberes y derechos de padres e hijos, las virtudes sociales; como la solidaridad humana, la generosidad, el altruismo, la honradez, la justicia y la veracidad como base la convivencia, la patria; los símbolos y las tradiciones de la nacionalidad, el tema del gobierno; la constitución política y las leyes, el poder público en Colombia; su organización y función y los deberes y derechos del ciudadano colombiano. La segunda parte del programa estaba dedicada al comportamiento en general, a las normas de la sociedad, a la conducta en diferentes espacios públicos y privados, a las relaciones sociales, a la sanción social y al empleo honesto del tiempo libre. La reforma curricular de 1989 suprimió definitivamente la asignatura de educación cívica fusionándola a la nueva propuesta de ciencias sociales integradas, lo que desató varias reacciones.

En la década de los 90, Colombia pasa por una reforma constitucional y educativa. El “salto” de la democracia representativa a una democracia participativa, señala un nuevo horizonte ético-político, aunque con una vieja retórica sobre la justicia, la paz, la defensa común, el bienestar general y la libertad dentro de un marco democrático y participativo. Sin embargo, para Colombia las secuelas del fenómeno del narcotráfico que instaló una “ética” propia, la consolidación del paramilitarismo como política de Estado y como consecuencia, la agudización del conflicto armado, así como gobiernos infiltrados por el narcotráfico y procesos de paz fallidos, constituyó una paradoja con el entusiasmo democratizador y la visibilización de la pluralidad del llamado tercer sector, las ONG.

Colombia ha vivido momentos delicados a lo largo de su traumática historia, pero ahora parece estar recorriendo un camino desconocido en al menos tres ámbitos distintos: la protesta social, la economía y la representación política. El desenlace de la crisis actual es desconocido y por eso es difícil entrar en comparaciones sobre su relevancia histórica.

“No parece exagerado afirmar que una buena parte de la crisis de nuestra sociedad, que se ha venido acentuando en los últimos años, obedece al hecho irresponsable, por decir lo menos, de haber suprimido del pensum educativo materias tan formativas como la cívica y la urbanidad, orientadas a inculcar en la mente y en el corazón del niño, desde su más tierna edad, el amor a la patria y a sus símbolos, el concepto de solidaridad, la noción de orden, de libertad y de justicia y esa serie de conocimientos mínimos que un colombiano con uso de razón está obligado a poseer acerca de la organización del Estado, de los deberes y derechos que lo ligan a él y de las normas de comportamiento que contribuyen al progreso de la comunidad. Se desplazaron entonces las buenas maneras por la ordinariez, y el respeto a la autoridad por conductas anárquicas que, estimuladas muchas veces por los mismos obligados a dar ejemplo de acatamiento a la ley, han traído como resultado los continuos paros y conflictos estudiantiles a que desafortunadamente nos hemos venido acostumbrando (Acevedo, 1986:13)

Civilidad:  En mi añosa vida nunca había visto al país en una situación tan difícil como la que estamos viviendo hoy.

 

 

 

 

 

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