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domingo, 2 de enero de 2022

La quema del Taitapuro

 

Tras la huella de los de adelante, esculco el baúl para renovar los recuerdos. Escribo para los veteranos simpatizantes de los ochenta años y, también, para las nuevas generaciones, -nietos y bisnietos- antes de que, leyendas, mitos y costumbres, se disipen con el paso de los años.

La Leyenda es una narración generalmente originada en algún suceso histórico, que, mediante la palabra hablada, se enriquece con numerosos elementos ficticios. Así mismo, el Mito, describe cuentos muchas veces en estrecha relación con lo religioso. Por eso, se dice que los mitos y leyendas convergen en la imaginación, la veneración por los orígenes, por lo mágico y extraordinario de la existencia.

La religión y el idioma, fueron traídos de la Península Ibérica, creencias populares que se difunden generación tras generación y en las que creen ciegamente. Por ello, es posible que la tradición de quemar un muñeco de trapo el 31 de diciembre -y con él, el año que se va- fue una costumbre que trajeron los españoles, tal vez procedente de algún rito pagano europeo.

De allí que el objetivo final de este escrito, es encontrar la forma de mantener y reproducir el conocimiento ancestral, para fortalecer las tradiciones históricas del Popayán que se nos fue.  Es decir, evocar por medio de la comunicación escrita, en constante lucha por mantener vivas sus tradiciones. Una lucha para no desaparecer.

Quiero dejar escrito este tema, porque de esto no se sabe mucho. Seguramente quedan pocas personas que durante la mayor parte de su vida se dedicaron a no dejar morir las costumbres. 

En el viejo Popayán, desde una semana antes de la Navidad, amigos y vecinos de los barrios populares se daban cita para recolectar prendas, ropas viejas, cubre cabezas y, dinero; a la vez que, redactaban mensajes (chismes) junto con el testamento para despedir el año.  La idea crecía entre el vecindario como la mala hierba hasta hacerla conocer. Se celebraba el fin de año con el ritual de quema del muñeco para despedir las energías negativas del año, dando paso a otras positivas y bien renovadas.

Muchos habitantes aún toman pequeñas y grandes decisiones basados en sus agüeros. Aunque agüeros y religión no comulgan, semanasantero, que se respete es rezandero, toma-trago y, de ñapa agüerista.   Creamos o no en los agüeros, nos hacen la noche del 31 de diciembre mucho más divertida. Popayán es una ciudad de supersticiones. Por alguna coincidencia la vecina del frente, que salió con las maletas a darle la vuelta a la manzana, terminó en un viaje a Europa dos meses después… Uno nunca sabe… hay que probar estos rituales. Al fin y al cabo ¡Nada se pierde!

Vale la pena aclarar que los agüeros no son un invento nuestro; algunos vienen principalmente de Europa y se arraigaron en nuestra cultura, a partir de la colonización.

Pero, volvamos al Taita puro, muñecos, que generalmente, están inspirados en personajes de la política, de la farándula o del devenir diario, que rellenados con paja, ropa vieja y pólvora, adecuados con mensajes(chismes) despiden el año viejo. Hoy, artesanos se encargan de confeccionar los muñecos, que como negocio exhiben para la venta.

Y es que, cuando arman el “año viejo”, si para algunos el año terminó bien, será un agüero bueno como las maletas o las uvas. Y, sin importar si fue un año malo, también lo queman para que se vaya lo malo, que algo bueno vendrá con el año nuevo.    

La costumbre varía según la inspiración del pirómano. Principalmente queman en forma caricaturesca: personalidades políticas, gobernantes o personajes de la vida artística. Pero, antes de incinerarlo, se lee un testamento escrito con humor y en forma sarcástica, el cual se basa en anécdotas vividas, robándose así, la atención del vecindario, minutos antes de extinguirse la noche vieja. 

Civilidad: Dejar el 2021 atrás y, abrir el 2022 con 365 oportunidades para conquistar los sueños.


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