Una necesaria precisión: el gobernador del Cauca, es el Dr. Elías Larrahondo, elegido con
una votación de las más altas en la historia, superando por más de 30 mil
votos a su inmediato contendor. Gobierna sin abominaciones ni denuestos, mediante:
diálogo y concertación. Es el primer negro en regir uno de los departamentos
más violentos del país, donde los grupos al margen de la ley se acentuaron desde
hace más de 60 años.
No
afirmen en forman maledicente que hay desgobierno en el Cauca. Ni que fue él,
quien empujó a blancos y mestizos del Cauca, para que perdieran el poder hace
37 años. Son los indígenas quienes, con sus habituales bloqueos a la Panamericana,
arrodillaron a siete presidentes y 31 ministros del Interior aceptando sus exigencias.
A los indígenas no les interesa ese cargo. De por sí, ellos tienen más poder
que un gobernador. Todo, lo han conseguido gratis: salud, educación, manutención mensual sin
trabajar, no pagan impuestos,
sus tierras llenas de coca, no contentos con eso, salen a destrozar y a bloquear vías. Además, con
Floro Tunubalá, obtuvieron esa dignidad, mediante el voto popular directo, sin
que hubieran logrado los beneficios que ganan atrancando la Panamericana.
En Colombia, los
gobiernos del pasado han cometido muchos errores y pocos aciertos, dejando un
escenario enredado que debe servir de espejo para el futuro. Ante tantos
problemas, sin soluciones y pocas oportunidades, protestar y vandalizar no es suficiente.
Y revocar o tumbar mandatarios genera más crisis. Lo que
exige esta frágil democracia, es la participación masiva del electorado bien informado para
que elija bien. O que, en las urnas, mediante su voto castigue una mala
gestión. La solución es votar masivamente en las elecciones, para salir de la
confusión, el miedo y la frustración, con la esperanza de consolidar
la democracia y recuperar la estabilidad de esta patria adolorida.
Pero, gobernar no es fácil. En
términos pragmáticos, para generar condiciones de gobernabilidad y gobernanza,
se requiere equilibrio entre la demanda social y la oferta Estatal, cosa nada
fácil en este país con problemas represados de pobreza y corrupción.
El
problema de la inseguridad, es muy enredado; pero, cualquier camino que se
adopte, si se aspira a un mínimo de seriedad y eficacia, no puede quedar por fuera
el fortalecimiento a los policías, que también son colombianos que arriesgan su
vida todos los días a cambio de un sueldo miserable y malos tratos. Una óptima
relación entre policía y ciudadano garantiza la tranquilidad y el orden. Entonces,
una sociedad civilizada tiene el privilegio de moldear a la policía y no al
revés.
Gobernar, es difícil, porque,
la ciudadanía, que se va educando, aunque lentamente, cada vez exige más, pero debe
decidir sobre la base de datos y evidencias de gobernantes probos y eficientes,
con la complicidad de un periodismo serio e independiente.
Hemos sido testigos del vandalismo que rodea
las marchas y protestas legítimas organizadas por una dirigencia sindical
politizada. Sin embargo, quienes
vandalizan no pagan los daños. Entonces, ¿quién paga? No son los invitados a la
fiesta, ni los organizadores, ni los encapuchados. Es el Estado el responsable
de repararlos, que finalmente, el Estado somos todos. Es el grupo de personas
que viven en el territorio colombiano, quienes, pagando los impuestos, asumen
los daños. Así de simple.
Y, es que, después de la gente de
clase alta (los ricos), el segundo impacto recae sobre la clase media (en vía
de extinción) en cuya franja están cuatro de cada diez hogares del país. Clase
media que gana entre 1,9 y 9,3 millones de pesos mensuales en hogares típicos de
tres integrantes. O sea, aquellos hogares en los que por cada miembro que tenga
un hogar, ganan entre 0,6 y 3,1 millones de pesos mensuales.
Ahora bien, la economía
colombiana a causa del Covid-19 en el 2020, tuvo la contracción más profunda de
su historia. Después, con el estallido social y, en los 47 días que corren, estamos
en una verdadera paradoja con marchas y protestas, desde cuando se
convocó el paro nacional. Esa lucha social que buscaba tumbar la megarreforma
tributaria para recaudar 30 billones de pesos, logró que se cayera.
Paradojalmente, en este momento, hay muchos más motivos que hacen absolutamente necesaria una reforma estructural. De allí que, los
propósitos del paro, no nos inmunizan de los impuestos ni de pagar los daños.
Es inevitable que el país ingrese por una espiral de bajo crecimiento, alto
desempleo y pobreza en los próximos años. Así que, sin equívoco alguno, alistémonos
para pagar los platos rotos, resultando peor el remedio que la enfermedad.
Civilidad: Consolidar
la democracia, está en la conciencia política de los ciudadanos.
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