Escribir con humor es muy serio. El
humor no se ha confinado y, puede ayudarnos a tomar distancia de los problemas.
Mi idea es que el tedio no se lleve la risa. Combato
mi aburrimiento, tecleando mi computador sobre varias ficciones en medio de
tanta realidad a la vez, haciendo en una de ellas como corrector literario
interno y en la otra, sacando de donde no tengo, mi lado gamberro y creativo.
En tiempos del Covid-19, los “popayandejos”, andamos
más desubicados que un brasier en las gónadas. La cuarentena nos enseñó a economizar el dinero. En la vida habían durado tanto 100 mil pesitos en el bolsillo y,
nunca habíamos economizado tanta gasolina del carro. De allí que, muchos saldrán
a invertir en cirugías para los senos y en
pastillas de viagra para los penes, en vez de curar el mal del Alzheimer. Por lo que, en la post pandemia los viejitos del
pueblito patojo, andarán seductivos con los senos erguidos y los penes viriles,
pero sin acordarse para qué se sirven.
Esta anormalidad es a causa de tanta imbecilidad. Yo una vez, casi tuve una gripa. Fue horrible. No pude comer
nada por casi tres horas. El Covid-19 es un mal
chiste que anda de boca en boca, literalmente. Lo peor es que, todos los días
se crece más y hace reír menos. En todas las ciudades de la Tierra se propaga esa peste, cuyo nombre prefiero
no repetir. Solo sabemos que es, fulminante y veloz, que no discrimina edades,
género ni clases sociales. No se ve, pero aumenta la temperatura corporal y,
aumenta el peso. Por eso, ya no es “quédate
en tu casa”, sino quédate en tu talla. La cuarentena nos hizo perder la
memoria, pues olvidamos dónde queda la cintura. Y, ¡llegó Julio,
Iglesias cerradas! Tan aburrido estoy, que no se si meterme en la lavadora para
darme una vuelta. Con esta incertidumbre, me pregunto: si será muy pronto para
poner el árbol de navidad y el pesebre. Es que ya no sé qué hacer.
Bromeando con esta tragedia que aqueja al mundo, sin
cura ni antídoto. Es un mal tan terrible que encoje la ropa; convierte al universo
en un caos: robos, saqueos, asesinatos y mucha injusticia. Tan malo y letal,
que ahora todo el mundo aprendió a lavarse las manos y a taparse la boca como
el “popayandejo” vergonzante, que “oye cantar el gallo, y no sabe dónde”.
En este destierro obligatorio, que no parece tener
fin, para colmo de males, con un solo tema de conversación: coronavirus. La
risa puede ayudarnos a lidiar las dificultades, utilizando el humor como
mecanismo de superación. Por eso, inspirado
en confusiones y jocosas conversaciones vividas a lo largo de todos estos días,
comparto este compendio en pantaloneta y, chancas, pero sin dialecto caribeño.
Mamado por no trabajar, aunque tener que trabajar es lo malo, quise adentrarme
en este artículo para, jugar desde mi séptimo piso.
Más, ¡en serio!, el coronavirus nos enseña que, la
vida es corta; que los trabajos son temporales; que la salud es una riqueza; que
debemos aferrarnos al amor de los seres queridos; que debemos ahorrar dinero
para la época de las vacas flacas; que debemos adaptarnos, no conformarnos; que
debemos valorar el tiempo libre que tanto pedíamos. Y que debemos ser
disciplinados porque vendrá después de Susana Distancia: Inés Tabilidad, Lalo
Cura y Cindy Nero.
Civilidad: Reflexiones con humor no son tonterías. Lo importante es que, en las mañanas cuando nos despertemos,
estemos todos en casa.
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