Desde cuando el sol aparece, hasta cuando entra la
noche apagamos el celular, estando obligados a cumplir una sola la vida
doméstica, laboral y de ocio. Los hábitos y creencias van de la mano, pues predisponen nuestro modo de
actuar y de entender el mundo, que son inseparables. En esta “segunda
naturaleza”, las costumbres son sacudidas con acciones repetitivas. Disponemos
de un entorno, acarreando la taza de café de un lugar a otro, y claro, al lado
del teclado que nos ayuda a superar el “rozamiento”.
Extrañamos los tiempos en que juntarse en estrecho
abrazo significaba el aprecio de una amistad y familiaridad. Se
trataba, de un tipo de saludo
como muestra de verdadero cariño, que efectuado con una leve presión sobre la
persona a la que se ofrecía dicho gesto, era la manifestación de sentimiento de
aprecio. Aquellos abrazos quedaron desterrados. Eran sin duda, el lenguaje
corporal que muchas veces decía mucho más que las simples palabras. Así, que en
un abrazo podíamos encontrar amor, cariño, duelo, felicitaciones. Desde luego,
también significaba protección, paz y calma. Cómo no tener en cuenta, esos
abrazos que, tomados por la cintura o los brazos, pero siempre mirándose a los
ojos sin romper el abrazo ¡agarrados
por la emoción!, aumentaban la agitación del corazón.
Las emociones no
solo se expresan a través del lenguaje verbal, que muchas veces pueden pasar
desapercibidos para nuestros inexpertos ojos. El cuerpo humano es mucho más
inteligente de lo que podríamos llegar a pensar. Las lágrimas, el sudor, el
rubor, la mirada, la piel de gallina, de una u otra forma intenta demostrar la
emoción que sentimos en un momento dado. Lo cierto es que siempre habrá un
pequeño detalle que delate lo que estamos sintiendo.
Además de los
gestos físicos, quedó en el olvido, el apretón de manos, que a decir de los
expertos revelaron que no sólo existen diferentes tipos de apretones, sino que
además cada uno tiene su propio significado y puede
hasta conocer, desde el carácter de una persona hasta su estado de salud. Darse
las manos con afecto, para saludarse expresaba también un sentimiento de
respeto y afecto. No así, cuando se saludaba con un ¡hola!, que sonaba a
desprecio o como si poco nos importara un encuentro casual con una persona que
apenas conocíamos y, que nos ofrecía desconfianza.
Con la llegada
de la pandemia, la humanidad ha retrocedido en manuales de convivencia y
respeto. Se Promueve la distancia social para romper la cadena de trasmisión. Ahora, las normas de convivencia nos obligan a
rechazar una mano tendida -sin pasar por grosero- para saludarse. Nos exigen,
evitar el beso y el abrazo. Frente a la epidemia, varios países del mundo han
adoptado otras costumbres como el saludo chino con una leve inclinación de la
cabeza. Con visibles letreros advierten a la gente no intercambiar apretones de
manos sino a unir las propias en señal de saludo. Hemos llegado hasta la
implantación de nuevos comportamientos sociales, con otras formas alternativas
de saludarse con los pies, el "footshake" (saludo con el pie) y el
codo contra codo. Hoy, contrariamente a nuestras tradiciones y costumbres, la
expresión de moda es: "No te doy la mano porque te quiero”. Solo queda
intacto aquel tan insincero saludo de, darse palmaditas en la espalda en lugar
de darse la mano.
Civilidad: Adquirir hábitos
buenos que nos ayude a crecer como seres humanos. Esta crisis debe servir para que
por encima de ideologías enfrentadas, la Fe en un Ser Superior y la esperanza, deben
salir reforzadas.
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