Buscar en El Viejo Farol

sábado, 7 de marzo de 2020

El Chorrito de la Pamba



En Popayán existen tradiciones que han logrado mantenerse desde el siglo XVI, como la Semana Santa y alrededor de esta, artesanos propios y extraños, ligados necesariamente a este ceremonial anual, ahora Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad. Pero, por el inmenso respeto que guardo al agua, hoy le hago reverencia a un lugar emblemático de la ciudad, que fue la primera fuente de agua en Popayán, conocida como, “El chorrito de la Pamba”.
Si observamos los elementos simbólicos y materiales que han contribuido a nuestra centenaria pertenencia y a los vínculos socioeconómicos al que muchas gentes han ayudado, podemos decir entonces, que subsiste también la tradición del agua del Chorrito de la Pamba.
El origen de los chorros de agua se remonta entre finales del siglo XVIII, y comienzos del XIX, muchos años antes de que llegara el agua a los hogares. En el caso concreto de Popayán, existían varios en la ciudad. Pero, en este artículo narraré sobre el que ha perdurado con el paso del tiempo. Me refiero al que se encuentra en la zona céntrica de Popayán, ubicado en los intramuros del tradicional barrio la Pamba, a quien debe su nombre.  Relato no solo porque fue el centro de provisión de agua, sino porque transformó las costumbres y hábitos entre los popayanejos.
Se constituye entonces, en un elemento histórico de la ciudad que viene desde la época de la colonia. Era pues, un chorrito de ese líquido indispensable para la vida, agua abundante, naciente de la loma de las tres cruces. Un chorro de agua público, donde los campesinos hacían que abrevaran sus caballos al salir o entrar a la ciudad por la vía oriente hacia Coconuco y Puracé. Allí también concurrían los ciudadanos de antaño para abastecerse del agua para sus actividades habituales. A falta de un acueducto que distribuyera el preciado líquido en forma domiciliaria, acudían a aquel lugar, diaria y presurosamente. Existían las aguateras, término con que se distinguía a las mujeres que se encargaban de recoger y cargar el agua para distribuir en la ciudad, era este un oficio de la época. El vecindario asistía de manera cívica y ordenada portando toda clase de vasijas, cántaros, ollas, para llevar el agua a sus casas y para lavar la ropa. Por su parte, las casonas de payaneses importantes de la ciudad, desde luego, poseían sus propios chorros de agua pura.
Todavía para el siglo XIX, el abastecimiento de agua era muy primitivo, aunque el número de fuentes de agua había aumentado, entre ellos: Altozano, Mascarón, el del Maestro Pabón, el Achiral, el de Tulcán, la pila de la Plaza de Caldas, el Cadillal.  

Años después, llegó la posibilidad de levantar pilas y fuentes de piedra, además de los patios de los caserones, en atrios de iglesias, en conventos, en edificaciones oficiales, etc., como un referente cotidiano y necesario para los habitantes de la ciudad. Eran pues, puntos de encuentro geográfico para chismosear y ponerse al día de los sucesos que ocurrían en Popayán. Todo ello, como una muestra de esa persistencia tradicional, de una forma de enlace espiritual con esta tradición española.
Con el pasar del tiempo, los popayanejos y patojos olvidaron aquel sitio que es parte del patrimonio histórico que determinó la vida y las costumbres de Popayán. Lo que asombra no es que aún después de sus más de 400 años, siga brotando agua, lo que sorprende es que hayamos olvidado esa belleza patrimonial, que vecinos liderados por la familia Peña han tratado de conservar.  
Civilidad: El Chorrito de la Pamba, puesto en su justo valor patrimonial, servirá para preservar la identidad a Popayán y motivo para el turismo moderno.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario