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sábado, 2 de noviembre de 2019

Y se cumplió un sueño


Pasados 28 años de la expedición de la Constitución de 1991, a muchos se nos olvidó o no queremos entender que Colombia dio apertura al reconocimiento de la diversidad cultural. Recordemos que Popayán y sus grandes construcciones del sector histórico fueron levantadas por la mano de obra de esclavos. Estos se encontraban en una situación de inferioridad en cuanto al trato por parte de la Corona, comparado con la legislación protectora de los indios.
La diversidad cultural y multiétinica, es una característica esencial de la humanidad, factor clave del desarrollo que se expresa en una gran pluralidad de identidades y de manifestaciones culturales de los pueblos y comunidades que forman la nación. Las culturas no son aisladas, menos en la era de la globalización en el cual nos encontramos. Pero, corregir esta situación y valorar la existencia de múltiples culturas, ha sido una tarea  incansable de los grupos étnicos y culturales que disienten de la “cultura dominante”.
Se han dado, intercambios de saberes, puntos de encuentro y desencuentro que son neceariamente relaciones interculturales. Sin olvidar sus reclamos por mejores condiciones para los grupos indígenas y afrodecendientes. Los conflictos interculturales se han hecho más comunes ante la búsqueda de soluciones a las necesidades insatisfechas, tanto para campesinos como para pueblos indígenas y comunidades afrocolombianas.
Después de la Constitución Política, se dieron las primeras disposiciones reglamentarias, tendientes a proteger sus derechos. Entonces, el Estado se  percató que debía promover la protección e implementación de otros, tendientes a brindar una integración adecuada de esas “minorías”, mediante acuerdos como el derecho a la tierra, la salud, educación, entre otros.
Con el surgimiento de la Corte Constitucional, vigilante del correcto cumplimiento y aplicación de la Constitución, sus fallos lograron interpretar los nuevos postulados constitucionales, dirigidos al reconocimiento de la diversidad cultural.
El departamento del Cauca y especialmente Popayán, ha sido reconocida gracias a su legado histórico, político, social y cultural; pero los mestizos olvidamos que también llevamos sangre de cimarrones.
¡Los nortecaucanos siempre soñaron! Y llegaron a promover, sin resultado, la independizacion del Cauca con la creación del departamento de Obando, en pro de la conservación de sus usos y costumbres más relevantes y desde luego, para proteger el derecho a la diversidad.
Colombia es una pirámide social pigmentocrática, porque las desigualdades sociales han sido y son el resultado combinado de la clase social  y el color de piel. Casi todos los países de las Américas son  pigmentocracias, siendo Colombia el segundo país, después de Brasil, con mayor número de población afrodescendiente en América Latina.
Lo anterior,   como incorregible ciudadano optimista, me hace pensar que por fin, el Cauca ha dado el gran paso para erradicar la pigmentocracia. Era necesario hacerla explícita para efectos de problematizar la ideología del mestizaje asociada a una democracia racial. Una manera de frenar esa exclusión, es comprendiendo que los afrodescendientes siempre estuvieron aquí con una historia traumática y dolorosa.
En la construcción de una historia diferente, en el Cauca actual, tratando de  recuperar la memoria y la visibilización de expresiones afroculturales, dándole aporte afro a la administración pública con hombres y mujeres afrodescendientes que le  inyecten importantes dinámicas desde distintos ámbitos, no podemos negar el origen de la idea.
Si no hubiese habido un Martin Luther King, un Barack Obama y un Senador con humanismo universalista, como Temìstocles Ortega, hoy el Cauca no tendrìa el primer gobernador afrodescendiente. Es un hecho histórico. Una verdadera gesta política, haber elegido a Elías Larrahondo en esta región, otrora principal centro esclavista, en donde los negros se encontraban privados de voz y, menos, para participar en la vida pública.   Ortega Narvaez,  con su cauda electoral, quizo reafirmar su condición de “barón electoral”, echándose solo al hombro, la candidatura afrocaucana. Y para convertir en realidad el sueño de Elìas Larrahondo, votaron 235.500 caucanos: “Blancos, indios y negros una sola ilusión/ Hijos de la misma tierra/ Frutos de la misma flor”.


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