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sábado, 9 de noviembre de 2019

Entre la polarización y la indignación


La historia de Popayán se partió en dos a partir de 1983 cuando renació de sus propios escombros convirtiéndose en ciudad coloniense. Según la mitología griega, el Ave Fénix, se desvanece para renacer con toda su gloria. Desde entonces, sin importar de qué raza o cultura sea, la ciudad lo acepta como uno más. Esa es la razón, de porqué las tradiciones y costumbres perdieron fuerza con el paso del tiempo. La gente cambió sus opiniones, su modo de entender la ciudad y el sentido de su vida como resultado de nuevas experiencias y conocimientos de la sociedad, en la necesidad de adaptarse y por la influencia de otros grupos sociales con los que a diario establece contacto.
En tal sentido, es muy importante recordar nuestro pasado, para ejercer un correcto control social y las rutas de la ciudad en su conjunto. Es necesario también, discutir sin acalorarnos con qué criterios aceptamos o rechazamos las costumbres y tradiciones de otros pueblos. Hay que acercarse a esta realidad, manteniendo ciudadanos informados, críticos, pensantes, que reflexionen sobre la situación actual que nos ha llevado a estar en el punto en que nos encontramos, para en conjunto, cambiar nuestra actitud a fin de no cometer los mismos errores.
Ahora situémonos en el proceso democratizador de la Constitución Nacional vigente hace 30 años. Preguntemos por las cualidades para administrar en la elección popular. ¿Era mejor la designación de mandatarios por decreto presidencial o por decisión popular? Y lo que se torna urgente preguntar: ¿cuántas trabas surgen de hecho y de derecho en medio de este ambiente leguleyesco en que vivimos?
Se promovieron nuevas formas de hacer política con el constante interés por acceder a las dignidades públicas. Sin embargo, frente a la participación en la decisión electoral, resulta todavía bastante limitada la representación de la mujer, como muestra de una política más incluyente y menos discriminatoria.
Estamos pasando por una crisis multidimensional que traspasa las fronteras de lo económico y lo político. Hay una aguda descomposición social a causa del enriquecimiento fácil. Nos agobian: la polarización a causa de las fuerzas en conflicto y la extensión de los enfrentamientos armados quedando en medio las comunidades, resultando afectadas por un accionar armado atomizado. Se generalizó la “ guerra sucia”. Se multiplicaron las formas de violencia que se entrecruzan sórdidamente, incluyendo la guerra en las calles, en las redes sociales, la delincuencia común, hasta la guerra generada por el narcotráfico. La crisis en la justicia, la pérdida de credibilidad en las principales instituciones, -particularmente en el Congreso-  la ausencia de liderazgo político y la pérdida ideológica de los partidos menoscaban nuestra frágil democracia. Todos estos fenómenos en conjunto, deben analizarse con cabeza fría, después de haber configurado el mapa del poder local y regional.
En poco tiempo estaremos en elecciones parlamentarias. Sin embargo, el acontecer político no ha colmado las expectativas del bienestar de los ciudadanos, porque la ocupación de una curul en el congreso, no se ha entendido como la oportunidad de construir. Y en ese sentido, la única forma de poder que debería obsesionar a los políticos, es la de poder hacer. Por eso, los partidos tradicionales, entraron crisis, perdieron poder; ya no son capaces de imponer candidatos con chance real de triunfo. El viejo sistema de castas políticas dominantes enfrenta dificultades para conservar su monopolio del poder con la llegada de uno nuevo, marcado por liderazgos personales en medio de una ola de indignación o polarización.
No hay duda, tanto en la política, como en muchas otras actividades humanas, se requiere la renovación de ideas. En este punto no hay que enfocarse hacia el descrédito del ejercicio de los funcionarios públicos y políticos, evitando caer en lugares comunes asociándolos con la corrupción porque no todos son pecadores. Pero eso sí, la comunidad debe contar con la madurez suficiente para llamar desde las urnas al retiro de sus representantes.




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