La
bien amada Popayán está endeudada hasta las cachas. Cuando restan 98 días para el
elegir el 27 de octubre al próximo alcalde, creí que pocos ciudadanos aspirarían
a esta chanfaina. ¡Gran equivocación! Entre mayor es el desmadre de la ciudad,
más ‘candidotes’ hay. Esto me hace recordar la frase que usaba mi abuela: “de
eso tan bueno no dan tanto”
Tal vez, los cándidos-candidatos no conocen de tal responsabilidad.
No saben qué tan lejos están en realidad del logro de sus sueños. Es posible que su afán político no les permita
apreciar las consideraciones técnicas, administrativas, fiscales, del alcance
presupuestal. Los aspirantes a alcaldes no han medido el impacto atronador por el
fallo que condena a pagar la friolera de setenta y dos mil millones de pesos a
una firma de ingenieros hoy en la cárcel; ni tampoco la afectación que en
muchos casos, les producirá enfrentarse súbitamente a la complejidad de los
procesos urbanos. Es probable que no tengan claro hasta dónde van los límites
del poder. Seguramente su mirada es más realista y más objetiva, creyendo que
lo que necesita esta ciudad, no es un alcalde sino un tesorero (a).
Los días están
contados para el destino de esta ciudad.
El ánimo de los ciudadanos está por el piso. No por ello debemos dejar de hacer
bien la tarea para escogerlo, para que gobierne, no como quiera, sino como
quieren los electores, en pro de la ciudad. Los votantes aspiran a que quien llegue a la alcaldía no se vaya a aterrorizar por
las complejidades de los asuntos propios del trajinar del gobierno local, para
que después, no salga a decir que lo montaron en una ‘vaca loca’.
Como resultado
de numerosas situaciones, el alcalde que Popayán necesita, debe ser una persona
impopular. Tanto que su papel al frente de la alcaldía sea significativo, con
una cosecha suficiente de iniciativas y capacidad verdadera para llevarlas a
cabo. Urge un alcalde conectado con la realidad de la ciudad. Que produzca
antipatía y animadversión por tomar determinaciones radicales para poner orden
en la ciudad. Que uno de sus defectos sea detectar el origen de los problemas
que aquejan a esta bella ciudad de campanarios. Que vele por la vida de los
habitantes de toda la ciudad, desde los niños hasta los ancianos.
Que el
descontento ciudadano, sea por aplicar medidas, desde el inicio de su gobierno.
Que no le de tregua a los cazadores de
votos peregrinos a costa del capital político del alcalde saliente. Debe ser
una experiencia electoral, al servicio del propósito de convertir a Popayán en
una verdadera democracia consolidada y no polarizada. Que sea un aprendizaje de
la consecuencia de elegir bien. La sabiduría popular debe servir de algo. Llegó
el momento justo para encontrar la perspectiva de futuro para elegir, entre el
desfile de cándidos-candidotes con cotorreo de lo que ellos quieren, para preferir
el discurso de lo que la ciudad necesita.
Civilidad:
Platón
era un convencido de que no acabarían las desgracias humanas hasta que los
filósofos ocuparan los cargos públicos o hasta que los políticos se
convirtieran en auténticos filósofos.
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