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sábado, 1 de diciembre de 2018








Llamado a la razón

Imposible sustraerme de escribir ante los trances impulsivos a causa de la protesta estudiantil. Alzo mi voz y empuño la pluma con todas mis fuerzas como luchador democrático para llamar a la razón a estudiantes, directivos universitarios, padres de familia y autoridades para que consoliden el diálogo que contribuya a restablecer el sosiego en la ciudad.  Entendiendo que un Estado democrático como el nuestro, debe tener una institucionalidad avanzada y fuerte, cuanto más eficientes sean las leyes que se aplican, y cuanto menos los ciudadanos se desvíen de ellas.
En la línea, de pedir al gobierno nacional incremento presupuestal para la universidad pública del país, coincidimos y apoyamos plenamente la decisión de protestar, siempre y cuando, sea pacíficamente, como un ejercicio de verdadera acción cívica para expresar de forma pública la inconformidad o insatisfacción.  
Pero, Popayán no debe convertirse en campo de batalla, cuando ni siquiera se han cerrado los caminos de diálogo, y se mantienen las libertades y garantías para ejercer los derechos de movilización, aunque la resolución del conflicto esté en la capital de la república.
El papel de la desobediencia asumido por los estudiantes, quebrantando la libre circulación, mal interpretando la teoría constitucional del artículo 24; vulnerando el derecho a vivir en condiciones de paz y tranquilidad de los otros (art.86) Y, además, destruyendo o menoscabo los bienes de propiedad ajena, sea propiedad pública o privada, conlleva a acciones delictivas que no se pueden tolerar.
Si los estudiantes querían llamar la atención del gobierno nacional, ya lo hicieron, consintiendo el uso de capuchas o pasamontañas, siempre ligadas a la violencia. Me resisto a creer que desde el interior del Alma Mater, se incite a los universitarios, como tampoco creo que entre los “infiltrados” estén reconocidos periodistas de la ciudad. Repudio el amotinamiento contra la “Ciudad Blanca” que recibe maternalmente a los universitarios. Vandálicos momentos vivió Popayán, tras el operativo de desalojo de una vía del centro histórico de la ciudad. Sí, vandálicos, expresión precisa para catalogar a quienes rompieron vidrios, pintaron, rayaron las paredes y arrojaron bombas incendiarias contra el palacio municipal.
Lanzar papas bombas, es un atentado criminal, contra los hombres del Esmad, que son un recurso extremo; pues en principio, las autoridades no deben acudir a este tipo de mecanismos para disolver cualquier protesta. Pero, desde luego, hay límites. Si son atacados, provoca reacciones de ese escuadrón que conforma la primera línea que le pone el pecho, no solo a las protestas y desórdenes, sino también a las críticas de algunos ciudadanos. Triste, porque estudiantes y policías son del mismo pueblo, por lo que no deben catalogarse entre sí, como enemigos.
Es preciso reconstruir el diálogo para construir y no destruir. Con argumentos académicos confrontados con la realidad financiera del país. Cifras y soportes para un análisis crítico del gobierno y el resto de comunidad académica para reexaminar la calidad de la educación y la acreditación. El tema no debe ser monotemático en su análisis, reducido a la cuestión de recursos económicos para cubrir el desbalance presupuestal; necesarios, pero no como única solución. Deben actuar en conjunto para enfrentar otras alternativas, con sostenido diálogo conciliador y proactivo, con los estudiantes para establecer controles y, avanzar en los criterios de calidad para una reforma universitaria.
Civilidad: Al ingresar a la universidad el estudiante, se encuentra un nuevo mundo, pero al egresar se encuentra otro.


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