Llamado a la razón
Imposible sustraerme de escribir ante los trances impulsivos a
causa de la protesta estudiantil. Alzo mi voz y empuño la pluma con todas mis
fuerzas como luchador democrático para llamar a la razón a estudiantes,
directivos universitarios, padres de familia y autoridades para que consoliden
el diálogo que contribuya a restablecer el sosiego en la ciudad. Entendiendo que un Estado democrático como el
nuestro, debe tener una institucionalidad avanzada y fuerte, cuanto más
eficientes sean las leyes que se aplican, y cuanto menos los ciudadanos se
desvíen de ellas.
En la línea, de pedir al gobierno nacional incremento
presupuestal para la universidad pública del país, coincidimos y apoyamos plenamente
la decisión de protestar, siempre y cuando, sea pacíficamente, como un ejercicio de verdadera acción cívica para expresar de forma pública la inconformidad o
insatisfacción.
Pero, Popayán no debe convertirse en campo de batalla, cuando ni
siquiera se han cerrado los caminos de diálogo, y se mantienen las libertades y
garantías para ejercer los derechos de movilización, aunque la resolución del
conflicto esté en la capital de la república.
El papel de la desobediencia asumido por los estudiantes, quebrantando
la libre circulación, mal interpretando la teoría constitucional del artículo 24;
vulnerando el derecho a vivir en condiciones de paz y tranquilidad de los otros
(art.86) Y, además, destruyendo o menoscabo los bienes de propiedad ajena,
sea propiedad pública o privada, conlleva a acciones delictivas que no se
pueden tolerar.
Si los estudiantes querían llamar la atención del gobierno nacional, ya
lo hicieron, consintiendo el uso de capuchas o pasamontañas, siempre ligadas a
la violencia. Me resisto a creer que desde el interior del Alma Mater, se incite
a los universitarios, como tampoco creo que entre los “infiltrados” estén
reconocidos periodistas de la ciudad. Repudio el amotinamiento contra la
“Ciudad Blanca” que recibe maternalmente a los universitarios. Vandálicos momentos
vivió Popayán, tras el operativo de desalojo de una vía del centro histórico de
la ciudad. Sí, vandálicos, expresión precisa para catalogar a quienes rompieron
vidrios, pintaron, rayaron las paredes y arrojaron bombas incendiarias contra
el palacio municipal.
Lanzar papas bombas, es un atentado criminal, contra los hombres del
Esmad, que son un recurso extremo; pues en principio, las autoridades no deben
acudir a este tipo de mecanismos para disolver cualquier protesta. Pero, desde
luego, hay límites. Si son atacados, provoca reacciones de ese escuadrón que conforma
la primera línea que le pone el pecho, no solo a
las protestas y desórdenes, sino también a las críticas de algunos ciudadanos. Triste,
porque estudiantes y policías son del mismo pueblo, por lo que no deben catalogarse
entre sí, como enemigos.
Es preciso reconstruir el diálogo para construir y no destruir. Con
argumentos académicos confrontados con la realidad financiera del país. Cifras
y soportes para un análisis crítico del gobierno y el resto de comunidad
académica para reexaminar la calidad de la educación y la acreditación. El tema
no debe ser monotemático en su análisis, reducido a la cuestión de recursos
económicos para cubrir el desbalance presupuestal; necesarios, pero no como
única solución. Deben actuar en conjunto para enfrentar otras alternativas, con
sostenido diálogo conciliador y proactivo, con los estudiantes para establecer controles y, avanzar en los criterios de
calidad para una reforma universitaria.
Civilidad: Al ingresar a la universidad el estudiante, se encuentra un nuevo
mundo, pero al egresar se encuentra otro.
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