Tomo la frase de la tan famosa comedia del
siglo pasado, que sirve para ilustrar la
problemática que asoma desde que amanece hasta que anochece en Popayán sin aparezca
una sola persona a la cual recurrir. Increíble que en la otrora ciudad culta,
ninguna administración municipal haya podido regular las
escenas de motorizados retorciéndose en las vías.
Es un peligro recorrer esta intermedia ciudad para adelantar
diligencias o simplemente salir caminar. Es una osadía para el peatón. En su
andar es probable que se encuentre hasta tres o más accidentes de motorizados o
discusiones a causa de imprudencia o situaciones de riesgo con otros vehículos.
En lo personal, me siento afligido por la transición hacia la vida eterna de mi
apreciado amigo Francisco Castillo Mosquera, gran señor, ex funcionario
bancario de gran reputación, quien tuvo una vida bien usada. Por lo que hubiese
deseado que su tiempo limitado en este paraíso terrenal fuese en forma habitual
y no tan dramático. Como este lamentable accidente, he visto en plenas vías de
circulación la forma como realizan sus atrevidas maniobras para pasar los
vehículos, llevándose por delante lo que encuentren, rayando los carros, rompiendo
retrovisores, sin siquiera detenerse para ofrecer disculpas por el daño. Al contrario,
aceleran la velocidad y, ¡se vuelan!
En los semáforos, como enjambres de avispas, se
atraviesan, sin mediar ninguna consideración y si por casualidad, es uno quien
está a punto de tocarlos, a causa de sus irresponsables maniobras, lo gritan llenos de ultrajes, aunque vaya con su familia.
El problema no es sólo de incultura vial en las vías de tránsito, sino de
incultura ciudadana donde no respetan ninguna normativa. Nadie está a salvo ni
siquiera transitando por las aceras, como le sucedió a mi amigo “Pachito”, porque
ellos, en su alocada carrera se trepan a las aceras y separadores, poniendo en
riesgo a transeúntes. Las rampas que fueron construidas para garantizar el
acceso a personas con discapacidad, ahora son la opción más viable para treparse los motociclistas o
aparcar carros. Causa indignación la nula regulación sobre este
tópico y la poca aplicación de normativa y control, no se ve ningún funcionario
público que la haga cumplir, brillan por su ausencia. Con frecuencia, circulan motos
trasportando hasta cuatro personas, sin cascos de protección con niños y hasta
bebés, en los asientos, empaquetados como sándwiches. Y nadie dice ni hace
nada. La incuria oficial es patente. Abundan los "moto
taxistas". En cualquier esquina o lugar de la ciudad, sin autoridad que
controle el estacionamiento de sus motos, dificultando la visión contra las
debidas medidas de seguridad. Son muchos los pasajeros víctimas de lesiones
graves, en su afán de llegar lo más rápido. Los transportan zigzagueando, haciendo
maniobras, subiéndose a las aceras, pero poniendo en peligro piernas y rodillas
de sus pasajeros y atropellando a los transeúntes. Así quedan lesionados, y
tirados en el suelo a la buena de Dios, incluidas las vidas e integridad de los
mismos "motorizados". Como si
lo anterior fuera poco, existe un vacío en las leyes que permite asociar otros
delitos, como el narcotráfico, homicidio y el fleteo para castigar de manera
más severa este problema.
No se busca
criminalizar, ni estigmatizar el uso de motocicletas o a los usuarios, pero sí
hacer justicia y evitar que este fenómeno siga creciendo, afectando a quién
sale a las calles. ¡Angustioso panorama! Y
entonces, ¿qué ente público podrá defendernos de tanto atropello en las
vías y aceras públicas de nuestra amada Popayán?
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