Invadido de curiosidad por saber
qué futuro le depara a mi amada Popayán, me hizo leer sobre la brujería y las
maldiciones. En mi infancia conocí a las gitanas de largos vestidos, pañoletas y,
raro dialecto, leyendo la mano, adivinándole la vida a incautos. Vi en un canal
de TV a Walter Mercado, personaje bastante excéntrico, enviando energía
positiva a todo el mundo. También, conocí la “casa de la bruja”, en la carrera
11, una cuadra abajo, a orillas del rio Molino, donde sin indicios de brujería,
leían el naipe y la tabaquera adivinando la suerte. Así que, curar mal de ojo,
atraer el amor; mito, leyenda o hechicería se daba en Popayán, que no pasaba de ser un "negocio
lucrativo" más que fenómeno ancestral.
Hace poco, se
desató una polémica, por cuenta de un ritual en la “Casa de la Moneda”,
calificado de “brujería contemporánea”. Allí la vicepresidenta Francia Márquez,
hizo un ceremonial, frente a un círculo de flores; prendiendo velas, Mario
Campo, a quien, por su efímero paso por el gobierno departamental, parece que no
le fue nada bien con esas interpretaciones rituales, derivándose consecuencias negativas
por las complicadas realidades políticas.
Averiguar lo que depara el futuro es un
antiguo deseo humano. El punto de partida de la brujería, es, una
creencia supersticiosa de seres dotados de cualidades mágicas y capaces de
realizar hechicerías. Creencia que se remonta a la prehistoria, encontrándose
en el Antiguo Testamento pasajes que hacen referencia a estos misteriosos seres,
con temor
a lo inexplicable. Así que, la maldición
se convertía en hechos raros, deseando el mal a alguien, extendiéndose en la
naturaleza humana. Existen varios tipos
de maldiciones, desde el verbal hasta el que se hace a
través del conjuro, mediante simples avisos, hasta las que implican un hecho
grave. Y pueden tener un carácter
permanente, casi eterno, hacia una persona, un bien u objeto.
En Colombia son varias las ciudades que han sido
destruidas por fenómenos naturales, El terremoto de 1983 no destruyó
íntegramente a Popayán porque la Cruz de Belén, no se cayó totalmente, se partió
en dos. Pero, quedó en el imaginario, lo que se lee en un costado de la Cruz de
Belén: “Una Ave María a la madre
de Misericordia para que no sea total la ruina de Popayán”
Otro hecho legendario ocurrió en Popayán, durante el
gobierno de Tomas Cipriano de
Mosquera, cuando cerró conventos y claustros religiosos, por la “ley de tuición
de cultos”. El clero abandonó la ciudad, quedando pocos sacerdotes y un obispo
que por salud o avanzada edad no pudieron salir. Así que, en altas horas
de la noche, el 7 de febrero de 1875, el coronel del ejército, Aníbal Micolta,
con varios hombres, capturaron al obispo Carlos Bermúdez Pinzón, lo ultrajaron
y lo arrastraron hasta las afueras de la ciudad. Allí, delante de algunas damas
de Popayán, les gritó: “Maldigo a esta ciudad, cuna de masones y enemigos de
Dios… El día que la cruz de la iglesia de Belén caiga, los muertos saldrán de
sus tumbas y Popayán se acabará”. Y, sacudiendo sus sandalias, exclamó: "De Popayán ni el polvo". Desde entonces, se rumora que esta
escueta frase recorre las
calles con alguna lentitud. La mente poderosa y la memoria prodigiosa, considera superchería, lo que otros toman muy en serio: la
maldición acumulada en larga
la lista de acontecimientos y hechos ocurrentes en la amada ciudad.
Civilidad: Santo Eccehomo de Popayán, protégenos para que las
maldiciones no se hagan realidad.