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domingo, 14 de mayo de 2023

Componente de la paz: el respeto

 


Hemos perdido el sentido del respeto. Hoy, la confrontación y la controversia son el común denominador en nuestra sociedad. El respeto y amabilidad, entre unos con otros, son cosas del pasado. Y aunque es difícil, es posible restaurar el respeto para sembrar la cultura de paz.

Desde las más altas instancias del gobierno, hasta las más burlescas plataformas de los medios sociales, estamos siendo testigos de la muerte del respeto, pérdida de la cortesía y carencia de la honradez.   Pareciera que nadie se hace responsable del lenguaje con educación y respeto, ni modales básicos, ni de la forma de tratar a los demás. Aquellos detalles por las que nos castigaban nuestros padres, tales como: el menosprecio étnico, humillaciones, mentiras, indecencia, ahora son aceptables. Ser vistos corteses, respetuosos y amables ya no se considera como una virtud, al contrario, son una debilidad. ¡Réquiem por la cortesía y el respeto!

No hay respeto en los hogares, ¿qué está pasando?  La pérdida del respeto en el rol familiar, conlleva al distanciamiento emocional, a la desconexión, a las peleas constantes e incluso, a la violencia. En toda relación entre seres humanos, el respeto es una de las bases de la moral y de la ética. Y la esencia de una vida en comunidad, consiste en considerar y reconocer la dignidad e identidad de cada persona tal como es. A cada instante, se pierde de vista los valores, como el respeto. Su carencia es causa de conflictos constantes, críticas continuas y una gran falta de comunicación, derivándose en  hechos más graves: la manipulación emocional o confusión de los roles familiares entre sus miembros, incluso, llegando  a la violencia. Ese ambiente para nada recomendable, si no se controla a tiempo, se convierte en un hábito de conducta propio del entorno familiar. Será entonces, un infierno, en el que no hay respeto, donde nadie escucha, acabando siempre en una discusión.  

De allí que, la primera tarea por la paz total, empieza en casa. Si la familia es fuerte, unida, responsable, libre, afectuosa... es decir, si no genera violencia física, ni afectiva, ni sexual, estaremos contribuyendo a la convivencia tranquila para poder disfrutar de la vida en familia. Pero, si la familia es violenta, entonces, la sociedad y el país serán violentos. La paz se cultiva a partir de la base de respeto y de buena relación. Pero como siempre no faltan los conflictos en el hogar, hay que ¨parar en seco¨ los insultos, culpas y recriminaciones. Se requiere un cese bilateral al fuego. Sentarse a analizar a que se debe el conflicto, quién está fallando, si las obligaciones están mal repartidas, hay que buscar alternativas antes que ofenderse unos a otros, es lo conveniente.

¿Pero, cómo llegamos a esto? ¿Aceptando y publicando todo lo que sucede hoy en las redes sociales? Como saber si la violencia la sacamos de la casa a la calle o viceversa. ¿Quién nos da autorización social, para denostar, calumniar, insultar e irrespetar a quienes piensan diferente a nuestras ideas, pensamientos o sentimientos?

Se volvió peligroso tener creencias religiosas. Nos invadió el radicalismo social que lo justifican para matar, hasta a los seguidores incondicionales de un equipo de futbol.  En esta época es prevalente ese hecho dondequiera que esté dándose “permiso moral” para volverse irrespetuosos, deshonrados y descorteses en nombre de la verdad de cada quien. Sin duda, es la misma creencia falsa que da a los terroristas licencia moral para poner aparte todas las reglas de la decencia que hoy, echa raíz en cualquier parte del país.  El odio y la falta de respeto se multiplica como antítesis haciéndole oposición al amor.  El respeto al derecho ajeno es un principio de paz. 

Otro espacio complicado de encuentros, o mejor, de encontronazos diarios, es la circulación rodada.  En carretera, en la calle una persona atenta, amable, sabe ceder el paso, en contrario, el atarbán o indeseable social que no sabe respetar la dignidad de los demás y procura colarse, echar del carril al vecino y, tocar la bocina es un insolente.

Civilidad:  Toda la vida he escuchado el discurso de la guerra y que la paz no era viable. Ahora tengo desconfianza porque no la he conocido.

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