En este mundo cambiante, unas
veces de sol ardiente, y otras de lluvia permanente, salí a la calle a ver todo
tan diferente. Estamos en el siglo XXI que con su excesiva liberación sexual pasará a la
historia por la desorientación sexual de la juventud, al no sentirse bien con
su cuerpo. Llaman disforia de género a la sensación de incomodidad
o angustia que pueden sentir las personas cuya identidad de género difiere del
sexo asignado al nacer o por las características físicas relacionadas con el
sexo.
Llegó el momento del cambio, que
es posible gracias a que el presidente Gustavo Petro propuso un pacto y no una
nueva guerra. No es un libro, no es tampoco una ley cualquiera, es un punto de
llegada, de diálogo nacional que debemos seguir caminando. El pueblo anhelante
espera ver a “Colombia, potencia mundial de la vida”; para que
los muertos no sean pan de cada día y, que no sea un discurso guardado en los
anaqueles del Congreso y de la Presidencia.
Quienes llevamos caminando el camino
de espinas, contemplamos la apuesta por fortalecer derechos como la vida, la
educación, la salud y el agua potable y, todo aquello que les permitan a todos
los colombianos tener una existencia digna y sin temores, un camino de rosas.
Casi
derretido por el caluroso día y, por tantos cambios anunciados de noche y de
día, arrimé a la tienda de la esquina de don Jacinto para magnificar los buenos
recuerdos. Me, atendió su hija “Esperanza” a quien le pedí una Maltina refrescante
para mi sed. Abriéndome los ojos, me dio a entender que allí, no manejaba ese líquido.
Le dije, deme entonces, una Lux Cola, pero si no la tiene, cámbienmela por una
Cola Román bien fría. Con cierto aire, me respondió: la única fría soy yo, pues,
esas bebidas no las conozco, apenas hoy las oigo mencionar. Y continuó, de niña
solo conocí, Uva Canadá Dry o la Coca Cola que aún es universal dentro del
capitalismo salvaje o economía libre. Abochornado por el asfixiante calor, fui
en busca de Cafiaspirina, un Cómel, o un Veramón cualquier analgésico que ahuyentara
mi dolor de cabeza por tantos cambios. El farmaceuta me abrió las pepas de los
ojos y sin emitir ningún sonido, no de terror, ni delirio de persecución, ni
por atracos, o muertos diarios sino porque en Colombia ya no se fabrica ni un
Mejoral ¿Cuáles fábricas en Popayán? Ahora la ilusión de conseguir algún dinerillo para pagar
‘culebras’ o simplemente para comprar comida para la familia,
el principal componente motivacional lo hacen cientos de ciudadanos levantándose
a las 3:00 de la mañana para emprender camino hasta la sede del Banco Agrario a
cobrar el subsidio o renta sin trabajar.
El farmaceuta cabeciblanco como yo, me dijo: eran
otros tiempos de la vieja y antigua Popayán”, donde se conseguía Anacín,
Calmadoral o Procasenol, entonces, quedé notificado que, en Popayán, las cosas
habían cambiado. El pasado es lo que recuerdo; era en la máquina del tiempo, cuando
preparaban las verdaderas empanadas y los auténticos tamales de pipián, bajados
con aloja de maíz, champús, gaseosa “la Reina” o “Ducal” fabricadas en Popayán.
Recordamos esos tiempos cuando nos bañábamos, con jabón de la tierra,
sobándonos con estropajo; y piedra pómez para los talones y callos. Yo vendía
aquí, agregó: agua florida, y la brillantina para el pelo. Y mandaba mi ropa de
paño a la Lavandería Prosperity del sargento Quijano.
De
un momento a otro, lloviznó. El invierno es muy frio cuando no se tienen
cálidos recuerdos. Por eso, al otro día amanecí con bronquitis, evocando mi
niñez. Mi mamá me obligaba a tomar aceite de tiburón, jarabe San Ambrosio y el
pectoral San Blas para la tos. Y claro, nunca me faltó el purgante Lomolax,
aceite de castor, ni el temible vermífugo de aceite de Ricino ¡De allí, ni más!
Civilidad:
Los
recuerdos sin la escritura, quedarían mutilados. No perdamos el pasado.