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sábado, 27 de mayo de 2023

Camino del cambio

 


En este mundo cambiante, unas veces de sol ardiente, y otras de lluvia permanente, salí a la calle a ver todo tan diferente. Estamos en el siglo XXI que con su excesiva liberación sexual pasará a la historia por la desorientación sexual de la juventud, al no sentirse bien con su cuerpo. Llaman disforia de género a la sensación de incomodidad o angustia que pueden sentir las personas cuya identidad de género difiere del sexo asignado al nacer o por las características físicas relacionadas con el sexo.

Llegó el momento del cambio, que es posible gracias a que el presidente Gustavo Petro propuso un pacto y no una nueva guerra. No es un libro, no es tampoco una ley cualquiera, es un punto de llegada, de diálogo nacional que debemos seguir caminando. El pueblo anhelante espera ver a “Colombia, potencia mundial de la vida”; para que los muertos no sean pan de cada día y, que no sea un discurso guardado en los anaqueles del Congreso y de la Presidencia.

Quienes llevamos caminando el camino de espinas, contemplamos la apuesta por fortalecer derechos como la vida, la educación, la salud y el agua potable y, todo aquello que les permitan a todos los colombianos tener una existencia digna y sin temores, un camino de rosas.

Casi derretido por el caluroso día y, por tantos cambios anunciados de noche y de día, arrimé a la tienda de la esquina de don Jacinto para magnificar los buenos recuerdos. Me, atendió su hija “Esperanza” a quien le pedí una Maltina refrescante para mi sed. Abriéndome los ojos, me dio a entender que allí, no manejaba ese líquido. Le dije, deme entonces, una Lux Cola, pero si no la tiene, cámbienmela por una Cola Román bien fría. Con cierto aire, me respondió: la única fría soy yo, pues, esas bebidas no las conozco, apenas hoy las oigo mencionar. Y continuó, de niña solo conocí, Uva Canadá Dry o la Coca Cola que aún es universal dentro del capitalismo salvaje o economía libre. Abochornado por el asfixiante calor, fui en busca de Cafiaspirina, un Cómel, o un Veramón cualquier analgésico que ahuyentara mi dolor de cabeza por tantos cambios. El farmaceuta me abrió las pepas de los ojos y sin emitir ningún sonido, no de terror, ni delirio de persecución, ni por atracos, o muertos diarios sino porque en Colombia ya no se fabrica ni un Mejoral ¿Cuáles fábricas en Popayán? Ahora la ilusión de conseguir algún dinerillo para pagar ‘culebras’ o simplemente para comprar comida para la familia, el principal componente motivacional lo hacen cientos de ciudadanos levantándose a las 3:00 de la mañana para emprender camino hasta la sede del Banco Agrario a cobrar el subsidio o renta sin trabajar.

El farmaceuta cabeciblanco como yo, me dijo: eran otros tiempos de la vieja y antigua Popayán”, donde se conseguía Anacín, Calmadoral o Procasenol, entonces, quedé notificado que, en Popayán, las cosas habían cambiado. El pasado es lo que recuerdo; era en la máquina del tiempo, cuando preparaban las verdaderas empanadas y los auténticos tamales de pipián, bajados con aloja de maíz, champús, gaseosa “la Reina” o “Ducal” fabricadas en Popayán. Recordamos esos tiempos cuando nos bañábamos, con jabón de la tierra, sobándonos con estropajo; y piedra pómez para los talones y callos. Yo vendía aquí, agregó: agua florida, y la brillantina para el pelo. Y mandaba mi ropa de paño a la Lavandería Prosperity del sargento Quijano.

De un momento a otro, lloviznó. El invierno es muy frio cuando no se tienen cálidos recuerdos. Por eso, al otro día amanecí con bronquitis, evocando mi niñez. Mi mamá me obligaba a tomar aceite de tiburón, jarabe San Ambrosio y el pectoral San Blas para la tos. Y claro, nunca me faltó el purgante Lomolax, aceite de castor, ni el temible vermífugo de aceite de Ricino ¡De allí, ni más!

Civilidad: Los recuerdos sin la escritura, quedarían mutilados. No perdamos el pasado.

sábado, 20 de mayo de 2023

Leyenda de la Rueda en Popayán

 



Esta es una leyenda patoja que aún resuena en Popayán. Es el resultado de muchos relatos que cuentan hechos humanos transmitidos de generación en generación de manera oral, dentro de la familia y, la ciudad. Los sucesos relacionados con mi patria chica, unos imaginarios y otros reales no se pueden quedar en el baúl de los recuerdos, por eso, hoy los escribo.

Hace 125 años se lanzó la Exposición Internacional de Columbus en Chicago EE.UU. Ciudad que se ganó la sede del evento, con un atractivo proyecto, que contenía un complejo urbanístico avanzado para su época, con un mirador en movimiento al estilo de una rueda de bicicleta, desde el cual los asistentes podían observar el panorama ferial. En uno de sus costados, el 12 de octubre de 1892, inauguraron la rueda de un poco más de 80 metros de altura, constituyéndose en la atracción principal de exposición que se extendió por seis meses. Fue entonces un homenaje en la celebración de los 400 años del arribo de Colón a estas tierras americanas. Así se dio en funcionamiento a la rueda, iluminada con 2.500 bombillas incandescentes, dotada de 36 góndolas, hechas de madera con capacidad para transportar 60 personas, para un viaje que duraba 20 minutos.

A Popayán debió llegar la “Rueda de Chicago” o “Ciudad de Hierro” a mediados del siglo XX, aposentándose en los llanos del Achiral, en Llano Largo o en el barrio El Cadillal, detrás de la iglesia de Fátima. Allí acudían las gentes hipnotizadas por las luces, los colorines de las máquinas, los algodones de azúcar, los gritos de la gente y las manzanas almibaradas y con la altisonante música de ese parque de diversión.

De niño me encantaba ir desde las 9:00 a.m. cuando iniciaban con el mantenimiento de las 16 atracciones que funcionaban en el parque. A observar la revisión de tornillería, contactos eléctricos, ejes, llantas, compresores y rieles, etc.

Años más tarde, cuando tuve edad, como asiduo asistente, iba a conseguir novia, dedicándole canciones por el alto parlante, que cobran cinco centavos por cada anuncio. Tramaba a las muchachas invitándolas a montar en las máquinas. Otros, años después, cada que llegaba la rueda a Popayán con la familia: mi esposa y mis tres hijos. Era tanto el auge con la multitud de asistentes al espectáculo que los dueños, resolvieron en una ocasión, traerla durante la temporada de Semana Santa. De hecho, se convirtió en un éxito el taquillazo, agotando la boletería, llenando las arcas de los propietarios con miles y miles de pesos, pero reduciendo a su mínima expresión, la asistencia de fieles a los desfiles de Semana Santa durante los días martes y miércoles santo.  Por esa razón, el señor arzobispo de aquella época, muy ofuscado, no dudó un solo instante para maldecir esa atracción nocturna. La maldición surtió efecto, pues, ese mismo jueves y viernes santo “llovió a cantaros”. No pudo salir el desfile sacro; pero tampoco pudieron abrir el parque de diversiones durante esos días. Desde entonces, nunca más, volvieron a traer la “Ciudad de Chicago”, durante la Semana Santa. De allí, la frase acuñada por ese motivo, que aún se transmite de generación tras generación cuando afirman: “Llegó la ciudad de hierro, va a llover”.   

Civilidad: “El día que la cruz de la iglesia de Belén caiga, los muertos saldrán de sus tumbas y Popayán se acabará




 

domingo, 14 de mayo de 2023

 





En el día de la Madre

 

A las Madres en su día

Festejamos con alegría

Aunque yo no la tengo

siempre a mi lado está

 

Hace mucho tiempo

De este mundo partió  

Como estrella fulgura

Junto a la esposa mía

 

¡Cierro mis ojos!

Veo un manantial

Allí están sonrientes

Es el reino celestial

 

Allá las veo en lejanía

Evocando sus recuerdos

se me oprime el corazón

entonces, lloro con razón

HDG. Rio Blanco 14- 05-2023

 

 

 

 

  


 

Componente de la paz: el respeto

 


Hemos perdido el sentido del respeto. Hoy, la confrontación y la controversia son el común denominador en nuestra sociedad. El respeto y amabilidad, entre unos con otros, son cosas del pasado. Y aunque es difícil, es posible restaurar el respeto para sembrar la cultura de paz.

Desde las más altas instancias del gobierno, hasta las más burlescas plataformas de los medios sociales, estamos siendo testigos de la muerte del respeto, pérdida de la cortesía y carencia de la honradez.   Pareciera que nadie se hace responsable del lenguaje con educación y respeto, ni modales básicos, ni de la forma de tratar a los demás. Aquellos detalles por las que nos castigaban nuestros padres, tales como: el menosprecio étnico, humillaciones, mentiras, indecencia, ahora son aceptables. Ser vistos corteses, respetuosos y amables ya no se considera como una virtud, al contrario, son una debilidad. ¡Réquiem por la cortesía y el respeto!

No hay respeto en los hogares, ¿qué está pasando?  La pérdida del respeto en el rol familiar, conlleva al distanciamiento emocional, a la desconexión, a las peleas constantes e incluso, a la violencia. En toda relación entre seres humanos, el respeto es una de las bases de la moral y de la ética. Y la esencia de una vida en comunidad, consiste en considerar y reconocer la dignidad e identidad de cada persona tal como es. A cada instante, se pierde de vista los valores, como el respeto. Su carencia es causa de conflictos constantes, críticas continuas y una gran falta de comunicación, derivándose en  hechos más graves: la manipulación emocional o confusión de los roles familiares entre sus miembros, incluso, llegando  a la violencia. Ese ambiente para nada recomendable, si no se controla a tiempo, se convierte en un hábito de conducta propio del entorno familiar. Será entonces, un infierno, en el que no hay respeto, donde nadie escucha, acabando siempre en una discusión.  

De allí que, la primera tarea por la paz total, empieza en casa. Si la familia es fuerte, unida, responsable, libre, afectuosa... es decir, si no genera violencia física, ni afectiva, ni sexual, estaremos contribuyendo a la convivencia tranquila para poder disfrutar de la vida en familia. Pero, si la familia es violenta, entonces, la sociedad y el país serán violentos. La paz se cultiva a partir de la base de respeto y de buena relación. Pero como siempre no faltan los conflictos en el hogar, hay que ¨parar en seco¨ los insultos, culpas y recriminaciones. Se requiere un cese bilateral al fuego. Sentarse a analizar a que se debe el conflicto, quién está fallando, si las obligaciones están mal repartidas, hay que buscar alternativas antes que ofenderse unos a otros, es lo conveniente.

¿Pero, cómo llegamos a esto? ¿Aceptando y publicando todo lo que sucede hoy en las redes sociales? Como saber si la violencia la sacamos de la casa a la calle o viceversa. ¿Quién nos da autorización social, para denostar, calumniar, insultar e irrespetar a quienes piensan diferente a nuestras ideas, pensamientos o sentimientos?

Se volvió peligroso tener creencias religiosas. Nos invadió el radicalismo social que lo justifican para matar, hasta a los seguidores incondicionales de un equipo de futbol.  En esta época es prevalente ese hecho dondequiera que esté dándose “permiso moral” para volverse irrespetuosos, deshonrados y descorteses en nombre de la verdad de cada quien. Sin duda, es la misma creencia falsa que da a los terroristas licencia moral para poner aparte todas las reglas de la decencia que hoy, echa raíz en cualquier parte del país.  El odio y la falta de respeto se multiplica como antítesis haciéndole oposición al amor.  El respeto al derecho ajeno es un principio de paz. 

Otro espacio complicado de encuentros, o mejor, de encontronazos diarios, es la circulación rodada.  En carretera, en la calle una persona atenta, amable, sabe ceder el paso, en contrario, el atarbán o indeseable social que no sabe respetar la dignidad de los demás y procura colarse, echar del carril al vecino y, tocar la bocina es un insolente.

Civilidad:  Toda la vida he escuchado el discurso de la guerra y que la paz no era viable. Ahora tengo desconfianza porque no la he conocido.

sábado, 6 de mayo de 2023

Si yo fuera alcalde

 

Conjugo el verbo en pretérito imperfecto, con un alto grado de imposibilidad, porque lo que aquí digo es una irrealidad. Por lo tanto, no escribo pensando con el deseo de ser alcalde. Aunque tengo la idoneidad para ocupar el cargo, mi cuarto de hora pasó hace mucho tiempo. Y es que, además, para ser alcalde, se requieren: ganas, votos, dinero y ninguno de los tres los tengo.

Hecha esta aclaración, mi única pretensión es contribuir con el proceso electoral, narrando lo que pienso y, si se quiere, regando ideas que pudieran servir para sugerir planes de gobierno, sobre el que hacer desde el primer cargo del municipio de Popayán.

¡Gobernar no es fácil! En diálogo cívico que no político consolidaría un buen equipo de trabajo de primer nivel, con sentido de pertenencia por mi ciudad garantizando la conformación y cumplimiento de un Plan de Desarrollo con proyectos viables.  Seguidamente, elaboraría una política fiscal adecuada, dado que el presupuesto es el principal instrumento de gestión. Pondría en orden la casa, dándole prioridad a las finanzas equilibrando, ingresos vs gastos, para continuar las obras y proyectos de la administración anterior, “construir sobre lo construido”.

Para acometer lo urgente sin descuidar lo importante, impondría una gestión de planeación a mediano y largo plazo. A Popayán, la agobia el desempleo y la informalidad; para ello, establecería muchas estrategias facilitando la creación de empleo, en el comercio, la industria, el turismo y las artesanías. Le pediría a un grupo asesor, revisar el estatuto tributario y llegado el caso, crear estímulos para atraer empresas y, para que las MiPymes puedan mejorar el nivel y calidad del empleo, dado que es costoso ser emprendedor, debido a la cascada de impuestos nacionales.

Introduciría toda mi capacidad al mejoramiento de los índices de seguridad, quitándosela de las manos delincuenciales que operan de día y de noche. Regularizaría la vida nocturna con horarios y lugares para control. Desarmaría a toda la ciudad. Nada de armas blancas ni de fuego, en aras de la paz, la tranquilidad, redimiendo la ciudad culta y segura. En las cuatro entradas de Popayán, establecería puestos de policía vigilando, inclusive el tránsito vehicular. Ordenaría patrullas policiales móviles para garantizar la seguridad ciudadana. Crearía la policía cívica con personas respetables infundiendo la Cultura Ciudadana.

En el tema educativo, la prioridad sería mejorar la calidad y cobertura de la educación, así como la competitividad y la tecnología para poder ser eficientes en la generación de empleo. “Yo amo a Popayán”, no sería solo un lema, lo convertiría en materia obligatoria dentro del plan de estudios desde la educación primaria.

Popayán tiene un problema grave de movilidad, es una ciudad embotellada. Tomaría la decisión de dejar la autopista solo de entrada a la ciudad y de salida, únicamente la variante, mientras se construye una vía para empatar con doble calzada. A los ocho de cada diez vehículos que circulan en con placas de otras ciudades les concedería incentivos para que los matricularan en Popayán. Organizaría el transporte, trazando líneas claras (tiempos y movimientos) para continuar las obras viales de “Movilidad Futura”, proyectadas en 2009, hoy retrasadas y desactualizadas. Revisaría el convenio de foto multas entregado a terceros para devolverlo al tránsito municipal, dotado con tecnología de punta.

Los vendedores ambulantes son emprendedores no formalizados que comercian artículos, teniendo como lugar de operación la vía pública. Solo a ellos les produce réditos, en tanto a la municipalidad desorden. Respetando el derecho al trabajo recuperaría el espacio público, reubicándolos en predios del Estado diferentes al centro histórico.

Si desapareciera el marco histórico ¿a que vendrían los turistas? Suficiente razón para peatonalizarlo, apropiándoselo a la cultura: músicos, pintores, poetas, artistas, artesanos y escritores en torno a la figura pensante del Sabio Caldas. Protegería la tradición de nuestras efigies proceras y mártires para adornar plazoletas y calles circundantes del centro de Popayán. Estudiantes y guías debidamente preparados ilustrarían sobre las hazañas y proezas de la gesta independista para poner a pensar y discutir a propios y visitantes sobre la historia de Colombia.  Por eso, sí y solo sí, trabajaría por el espacio público y el medio ambiente hasta lograr una ciudad amable, grata, mejorando la calidad de vida de sus ciudadanos. Sin descanso, adelantaría cruzadas permanentes de motivación hacia la ciudadanía hasta rescatar la movilidad, la seguridad, el espacio público y el aseo de la ciudad.

Civilidad:  Experimentar el amor a Popayán, no es una empresa desmesurada. ¡Todos merecemos una ciudad un poco mejor que la que tenemos!