Con la proximidad de las fechas
navideñas, retomo el tema de la peatonalización. El amor por mi ciudad, me
mueve a machacar sobre lo que hoy, se ha convertido en una necesidad muy
sentida en Popayán. Desde luego, este tipo de situaciones generan
las reacciones más variadas; desde la aceptación absoluta, hasta el mayor de
los rechazos.
Durante
los últimos días se escuchan comentarios en corrillos callejeros, y mentideros
de detractores para todos los gustos, entre otros: “que el parque de Caldas lo
volvieron una sancochería”; “que cerrar el centro histórico perjudica a los
comerciantes legales”; “que la peatonalización favorece la informalidad”; que la
“sala de recibo” es una vergüenza¸ “que el marco central no tiene un estatuto
para su manejo”; “que el parque de Caldas con carpas, caballos, mulas y
mercaderías volvió al año 1920” …
Aunque
sin datos actualizados sobre los vendedores callejeros, todo apunta a que
siguen posesionándose y en aumento, sin permitir el tránsito libre por las
aceras a los peatones, debiendo hacerlo por las calles invadidas de automotores
con alto riesgo para su humanidad. Y claro, los vendedores ambulantes, son los
más entusiasmados con la peatonalización de las hidalgas calles, porque el
problema no es ellos, sino los que compran. Sostienen que, si “piedras sacan a
la venta, piedras se venden”.
En
verdad, cada vez, es más necesaria la peatonalización del casco histórico de
Popayán. Hay
que destronar al vehículo automotor como
el rey de la ciudad e imponer
organización a los vendedores ambulantes para dejar más
espacio al peatón, al turista, al ciclista,
reduciendo la contaminación, creando oportunidades que permitan tejer nuevas y
más estrechas relaciones entre los habitantes de esta hermosa ciudad. Qué tal si
institucionalizan “la Popayán de 15 minutos”, para que, mediante desplazamientos cortos, se pudiera reducir
los trayectos de a pie o en bicicleta. Que pudiéramos llegar al sitio de trabajo,
a los bancos, a la escuela, a la universidad, reutilizando las bellas casonas,
hoy convertidas en pequeños ventorrillos con fines comerciales.
Como
están las cosas hoy, no hay coordinación ni acción. Las secretarias de gobierno
y tránsito están desarticuladas con los comerciantes formales e informales, y,
con los vecinos que aún viven en el centro de la ciudad, dándole así, la razón
a los detractores del alcalde. No es que lleguen tarde a controlar el problema,
sino que es una contrariedad que amenaza con desbordarse si no se hace algo de
manera eficiente.
En
Popayán, aún existe la creencia de que el vehículo es símbolo de ascensión y
“status” social; en tanto que, el humoso transporte colectivo, es un medio inseguro,
sucio, contaminante, poco eficiente, mal sincronizado y peligroso. En fin, pasamos
por un problema cultural, porque cambiar los hábitos de una sociedad, siempre
será complicado. Cierto, porque a un número importante de ciudadanos, de manera
habitual le gusta, llegar en carro hasta la puerta de su destino.
Concluyendo,
urge la transformación hacia una ciudad más eficiente, más limpia y menos
contaminada. La solución, está en manos de todos, desde la alcaldía hasta en
cada uno de nosotros. Tomar conciencia para desplazarnos dentro de la ciudad es
una de las formas de colaborar como parte del problema.
Civilidad: Es necesario estudiar detenidamente los flujos de movilidad existentes
para que la peatonalización propuesta mejore el entorno.
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