Siempre
se ha dicho que Popayán era una ciudad ilustre entre las ciudades de Colombia. Que
la edificaron con heroísmo e inteligencia que acampó entre los muros de barro para
quedarse para siempre.
Pero, pareciera
que mis escritos, divagaciones y comentarios son inútiles. Poca atención prestan
a esa literatura histórica, cualidad de mi amada ciudad que me agrada narrar.
Por eso, hoy me inclino a buscar luz en las tinieblas de lo que fue la antigua
“Popaiam”.
En mi
caminar retardatario por sus calles, encuentro lo que todos ven. La física nos enseña que la evolución con los años no siempre se produce
hacia adelante, sino que también puede retroceder. Y, la filosofía enseña que
lo temporal no siempre es pasajero, ni que lo establecido es eterno. De allí
que, las huellas del ayer están en el hoy para crear un mañana.
Me
despojo del exceso de optimismo, en este momento crucial de la ciudad y, encuentro
que este pueblo que fue exageradamente amigo del ornato, escrupulosamente
aseado en sus personas y viviendas, ha caído en el embrujo del desaseo y el
desorden. Hasta la faz de la ñapanga se transfiguró. Antes, las mujeres se
preocupaban por aparecer radiantes de belleza, para dejar pasmados de
admiración a los hombres. Ahora, en gustos no hay disgustos: hombres con conductas,
atuendos y estilos femeninos, contrarios a su propio género y, mujeres disfrutando
de conductas, atuendos y estilos masculinos.
De un tiempo para acá, también
mutó la calidad del aire en el histórico “parque de Caldas”, que, ayudaba a
combatir el calor y la contaminación como una isla arbolada, con su vegetación,
produciendo oxígeno. Era el lugar perfecto para relajarse. Era la sala de
recibo de Popayán, dejando admirar en su entorno, edificios e instalaciones de
gran valor histórico y cultural.
No tengo la más ligera
duda de que este pueblo popayanejo fuera amante de la buena música y la cultura.
Lo comprueban por estos días, las chirimías recorriendo las calles.
Nuestra música vale, pues, hubo excelentes músicos y compositores que
cosecharon grandes aplausos a nivel nacional. Pero, el cambio generacional, trastocó
las tendencias que acostumbran el oído de personas a ciertos sonidos no musicales.
En esta comarca del
occidente colombiano, evoluciona a “toda máquina” “la modernidad”. Repito, como
las letanías, que transitar por las calles de la ciudad, ya sea como conductor,
pasajero o peatón, es un calvario. El tráfico cada día, es más desordenado. Por
el aumento del parque automotor, en especial, las incontrolables motos y,
Popayán sigue embotellada por falta de vías y no hay a la vista proyectos macro
para solucionarlo.
Popayán tiene una deuda
pendiente: la cultura ciudadana. El ciudadano de a pie dejó de ser una
prioridad. Cogió fuerza la anarquía. El conductor parquea donde le plazca. Las
“cebras”, los semáforos, las señales de tránsito y los senderos peatonales, son
un saludo a la bandera. Existe desazón por la invasión del
espacio público. Los atascos vehiculares y las ventas ambulantes en los andenes
no dejan caminar al peatón.
Pudiera
ser que, en
el resto de los días, podamos gozar de las calles totalmente terminadas para
que todos en un haz de voluntades, logremos que Popayán rescate su identidad y
siga siendo, la ciudad más hermosa de Colombia.
Civilidad: La ilusión, va de la
mano con el esfuerzo que hace el alcalde @jclopezcastri en la recta final de su
mandato.
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