He pasado mi vida recorriendo la
ciudad para estar alineados y para tener un acuerdo mínimo sobre lo que debemos
reconocer. Hace mucho tiempo, Popayán perdió su cultura ciudadana. Después del
31 de marzo de 1983 su historia se partió en dos, dejando atrás la “ciudad
culta”. Se volvió cuento viejo, aquel modo en que los habitantes
de la ciudad, vereda o corregimiento generaban espacios de participación
ciudadana para establecer relaciones de respeto por los demás. Antes había confianza,
se lograban acuerdos para vivir en armonía. Era la ciudad que sumaba cooperación
y diálogo, con el común denominador de comportamiento humano. Popayán en su noble ideal, era concebida como un
símbolo. Tildada como hidalga ciudad por la conjunción de hombres que se juntaban
para vivir felices; llamando grandeza, no a la dimensión del lugar, sino a la calidad
de sus habitantes.
Es que, amando a
mi arcaica ciudad, me sentí inclinado a dibujar en mi imaginación la idea del
porvenir con sus plazas, sus árboles, sus teatros, sus autoridades y sus
habitantes.
En el
avance evolutivo de Popayán, hizo tránsito, desde su existencia anclada y atada
a condicionamientos históricos, hasta esta época, que en forma consiente y crecientemente
cambiamos, dizque para liberarnos de esas ataduras, para caer en “modernos” enlaces
mentales de insuficiente desarrollo moral, emocional y cognitivo para asumir
otros ambientes deplorables.
¡Pongámonos
de acuerdo! para intuir la situación social, cambiando esa narrativa que tanto
daño le hace a la ciudad, cuando hablamos
de nosotros mismos. Cuando pensamos y contamos lo que pasa en nuestra ciudad. Hagamos
el intento voluntario para cambiar el cuento. La ciudad necesita cambios culturales, para ayudar
a resolver nuestros problemas colectivos. Pero, aceptemos nuestra corresponsabilidad
adoptando la participación ciudadana en medio de la diversidad con acuerdos
colectivos para reducir la polarización en beneficio de Popayán y su futuro. No
le apostemos a la decadencia de la ciudad ni a la degradación del hombre sino al
derecho ciudadano y al devenir promisorio
de la ciudad.
Claro, no todos
tenemos la misma idea de ciudad perfecta. Pero al menos, desempolvemos la “Cultura Ciudadana” en su
conjunto, de comportamientos, valores, actitudes, deberes y derechos ciudadanos.
Renovemos las formas de calidad en la convivencia; enriquezcamos el patrimonio
y la herencia cultural, propia del pasado, de lo que vive la ciudad actualmente
y, transmitámosla a las generaciones presentes y futuras. Desarrollemos “virtudes
cívicas”. Virtudes sociales como la apertura mental; virtudes económicas como
la ética en el trabajo y la adaptabilidad al cambio económico y tecnológico; virtudes
políticas como la capacidad de reconocer y respetar los derechos de los demás;
evaluemos la capacidad de desempeño de quienes nos gobiernan, pero con la disposición
de profundo respeto.
Civilidad: Los gobernantes hacen cosas positivas y
también negativas; pero, todo depende
del color del lente con que se mire.
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