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sábado, 8 de octubre de 2022

¡Pongámonos de acuerdo!

 



He pasado mi vida recorriendo la ciudad para estar alineados y para tener un acuerdo mínimo sobre lo que debemos reconocer. Hace mucho tiempo, Popayán perdió su cultura ciudadana. Después del 31 de marzo de 1983 su historia se partió en dos, dejando atrás la “ciudad culta”. Se volvió cuento viejo, aquel modo en que los habitantes de la ciudad, vereda o corregimiento generaban espacios de participación ciudadana para establecer relaciones de respeto por los demás. Antes había confianza, se lograban acuerdos para vivir en armonía. Era la ciudad que sumaba cooperación y diálogo, con el común denominador de comportamiento humano. Popayán en su noble ideal, era concebida como un símbolo. Tildada como hidalga ciudad por la conjunción de hombres que se juntaban para vivir felices; llamando grandeza, no a la dimensión del lugar, sino a la calidad de sus habitantes.

Es que, amando a mi arcaica ciudad, me sentí inclinado a dibujar en mi imaginación la idea del porvenir con sus plazas, sus árboles, sus teatros, sus autoridades y sus habitantes.

 Pero, triste realidad, el tiempo que pone, quita, borra y pinta la ciudad con sus costumbres, sus fiestas, sus periódicos, sus restaurantes, le pasó factura. Hoy, ese componente ciudadano vinculado a la ciudad, carente de sentido de pertenencia agrieta sus paredes. Olvidaron las tradiciones y rituales. La idea de cultura ciudadana referida a las normas y valores compartidos por los habitantes de la Popayán, son cosas del pasado.  Dejaron de lado la vida propia de la ciudad. Ese tipo de ciudad que mantenía aquella escala donde la vida en comunidad era posible, donde existía auténtica ciudadanía, donde la armonía era la atmósfera que impregnaba la existencia humana. Lugar donde, cabía la complementación en diversas formas de ganarse la vida, entre distintas actividades y quehaceres.

En el avance evolutivo de Popayán, hizo tránsito, desde su existencia anclada y atada a condicionamientos históricos, hasta esta época, que en forma consiente y crecientemente cambiamos, dizque para liberarnos de esas ataduras, para caer en “modernos” enlaces mentales de insuficiente desarrollo moral, emocional y cognitivo para asumir otros ambientes deplorables.

¡Pongámonos de acuerdo! para intuir la situación social, cambiando esa narrativa que tanto daño le hace a la ciudad, cuando hablamos de nosotros mismos. Cuando pensamos y contamos lo que pasa en nuestra ciudad. Hagamos el intento voluntario para cambiar el cuento.  La ciudad necesita cambios culturales, para ayudar a resolver nuestros problemas colectivos. Pero, aceptemos nuestra corresponsabilidad adoptando la participación ciudadana en medio de la diversidad con acuerdos colectivos para reducir la polarización en beneficio de Popayán y su futuro. No le apostemos a la decadencia de la ciudad ni a la degradación del hombre sino al derecho ciudadano y al devenir promisorio de la ciudad.

Claro, no todos tenemos la misma idea de ciudad perfecta. Pero al menos, desempolvemos la “Cultura Ciudadana” en su conjunto, de comportamientos, valores, actitudes, deberes y derechos ciudadanos. Renovemos las formas de calidad en la convivencia; enriquezcamos el patrimonio y la herencia cultural, propia del pasado, de lo que vive la ciudad actualmente y, transmitámosla a las generaciones presentes y futuras. Desarrollemos “virtudes cívicas”. Virtudes sociales como la apertura mental; virtudes económicas como la ética en el trabajo y la adaptabilidad al cambio económico y tecnológico; virtudes políticas como la capacidad de reconocer y respetar los derechos de los demás; evaluemos la capacidad de desempeño de quienes nos gobiernan, pero con la disposición de profundo respeto.

Civilidad: Los gobernantes hacen cosas positivas y también negativas; pero, todo depende del color del lente con que se mire.

 

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