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domingo, 20 de marzo de 2022

Lubricando mis ojos

 


Las lágrimas nunca caen sin razón. Ciertamente, llorar le hace bien al alma y no es nada nuevo. Con seguridad usted que me lee, lo ha sentido, cuando agobiado por los problemas cualquier día se dejó llevar por las lágrimas. Quienes hemos perdido alguna persona importante en nuestra vida, aunque nada cambiará el desconsuelo, lloramos. Tanto las lejanías como las cercanías también duelen. Así mismo, las desilusiones ante las derrotas, como también los triunfos y las victorias, nos hacen rodar lagrimones de felicidad o de tristeza.

Que “los hombres no deben llorar”, falso. Eso fue lo que me inculcaron, más nunca lo aprendí. Desde cuando me parió mi madre, bañé mis ojos de llanto por haber nacido con vida. Fue un llanto de felicidad y de alegría al llegar a este mundo. Erróneamente, piensan quienes sostienen que las lágrimas son una debilidad. Llorar ayuda a expresar sentimientos de tristeza o pena; a otros les sirve para arrancar la ira, el dolor o la rabia; pero curiosamente, algunas veces también lloramos por una inmensa alegría. Efectivamente, al recibir una muy buena noticia o al cumplir un sueño anhelado durante mucho tiempo, es probable que la emoción nos embargue y rompamos a llorar como una Magdalena. La máquina más perfecta del universo, es el ser humano, permitiéndonos llorar cuando realmente lo necesitamos. Suspirar, gemir, acompañado del llanto, como una acción involuntaria, ayuda a liberar sentimientos negativos y a descargar ese estrés que a veces nos paraliza.

No he sido muy aficionado al llanto; pero desde hace dos años mis lágrimas corren libremente. He llorado mucho, porque siento que llorar me devuelve la calma. No puedo negar que mis lágrimas siempre brotan fácilmente y que luego parecen extinguirse sin más ni más. Después de llorar me siento aliviado.  Sin proponérmelo lloro, porque llorar, sé que alivia mi alma.  Llorar y llorar, hasta olvidar el llanto para alcanzar una sonrisa.

Como soy bastante verbalsuelo encontrarles sentido a los problemas, por eso, quise narrarlo aquí. Escribo esta columna evocando los años más agitados emocionalmente de mi vida, sin encontrar aún, la explicación del vínculo entre el llanto, cuándo el alma lo necesita. Para mí, llorar, es un efecto tranquilizador y, sigue siendo la forma más natural de soltar toda la emoción que me enlutó hace dos años 21 marzo de 2020. Cada que recuerdo aquella infausta fecha en la que sentí esa sensación tan intensa, todavía me es imposible reprimir las lágrimas. Rompo en llanto y, caen goterones incontenibles, en la acumulación de emociones, cuando escucho su voz, cuando siento su perfume, cuando evoco sus canciones, al recordar sus dichos, sus saberes y sabores. Mis lloros, son como una represa que necesita liberarse del agua para lidiar con la tragedia de haber perdido al ser amado, enfrentando ahora la soledad. A veces pienso que no he llorado todavía lo suficiente para sanar todas esas heridas provocadas por la tristeza.

Civilidad: Razón tenía el poeta romano cuando escribió: "Es un alivio llorar; las penas se desahogan y son arrastradas por las lágrimas".

 

 

 

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