Voy
a ejercer el derecho de elegir a los miembros del Senado y Cámara de
Representantes. También, escogeré al candidato presidencial entre una treintena de aspirantes que desean llegar a la
Casa de Nariño. Cuando escribo esta columna, aún no he decidido cuál será el
escogido. Ni siquiera me atrevo a predecir y menos, a cantar mi voto en este
debate electoral de tan importantes consecuencias para Colombia.
“El
palo no está para hacer cucharas”, mi bello país atraviesa por una violencia de
todo género: masacres, asesinatos de
líderes sociales, de indígenas, de campesinos, desmovilizados, feminicidio,
feticidio etc., etc. No sabemos de qué lado disparan: guerrilleros,
paramilitares, narcotraficantes, y maleantes de toda laya, que se “pasean como
Pedro por su casa”. Hace pocos días aparecieron hombres vestidos de militar en Mandivá
y, como dueños del territorio aterrorizaron a la población bloqueando la
Panamericana con vehículos. En Colombia el hambre prevalece junto a muchas
necesidades insatisfechas. La falta de empleo, la inoperante salud, la
educación manga por hombro, carencia de agua potable, los servicios públicos y
la reactivación económica al garete. Para colmo de males, el mal vecino regando
tropas en toda la frontera. Todos estos males, ante la impotencia del Estado
Social y Democrático, permeado por la corrupción a todo nivel. En la coyuntura actual
de esta patria adolorida, todo pasa sin que pase nada. Por eso, Colombia
necesita un presidente con un claro perfil de estadista, capaz de devolvernos
la confianza. Una persona capaz de recuperar el valor de la palabra
comprometida, que sepa de democracia y paz. Es que, gobernar a Colombia debe
ser como manejar un avión que requiere miles de horas para hacerlo bien. Desde
luego, muchas horas de vuelo, pero con el mismo tipo de avión.
En
cuanto a la democracia parlamentaria que representa a toda la Nación: Senado y
Cámara, encuentro que no todos son reconocidos. Por eso, ojalá que los
elegidos, sean cuatro auténticos caucanos, y no los caza-votos con malas mañas
y prácticas políticas que aparecen cada cuatro años. No hago vaticinios ni doy
indicios ni siquiera por simple intuición, para que mis lectores y votantes hagan
lo que tienen que hacer: examinar las hojas de vida y, conocer las propuestas.
Entonces,
después de examinar las ejecutorias de un par de caucanos y amigos, mi familia
y yo, decidimos por quién votar. Votaremos a conciencia, con madurez y con criterio
democrático y, lo haremos por Temístocles Ortega Narváez con el número CR 21
para que vuelva al senado, porque es uno de los mejores legisladores, para
que siga cumpliendo la función principal de hacer leyes, elaborar, interpretar, reformar y derogar las
leyes y códigos en todos los ramos de la legislación. Es un hombre vertical e inquebrantable, sin pelos en la lengua para hablar recio, para contradecir al
gobierno con argumentos. Y, con la misma libertad y capacidad de elección, para
la Cámara de Representantes, votaremos con sumo agrado por Oscar Rodrigo Campo Hurtado,
CR 101, de profesión, ingeniero civil, quien se desempeñó como secretario de
Infraestructura del municipio de Popayán y del Departamento del Cauca,
demostrando ser un profesional con alta vocación en gerencia y liderazgo de
proyectos en favor de la comunidad. Bien merece llegar, para renovar el
congreso y porque fue reconocido a nivel nacional como un buen gobernador del
Cauca.
Civilidad: Entre más desolador sea el panorama, más esencial es el
derecho del sufragio de todos los ciudadanos.
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