Por la creciente inseguridad ciudadana, el miedo crece y los
ciudadanos temen. La gente considera que
el incremento de la delincuencia y del vandalismo es un problema mayúsculo ¡Y
cierto es! La prueba está en las calles en un abanico de delitos muy amplio: robos, atracos, peleas,
venta de droga, prostitución, etc.
Pero, vamos por partes. La crisis económica que aún no termina, ha
puesto de relieve el aumento de asaltos a viviendas, negocios y atracos callejeros,
propagando esa sensación de angustia porque en cualquier momento, pueden entrar
a su hogar o abrir su negocio, forzando cerraduras, astillando puertas y
ventanas para robar todo. Por cierto, las amenazas de protestas y paros
permanentes, obligaron a reforzar puertas y ventanas de bancos y locales
comerciales con entablados que aún deslucen la ciudad, pero más vale la
seguridad.
No miento si digo que, estamos padeciendo las secuelas del
vandalismo de quienes se atrincheraron en sus posiciones de paros y protestas
ciudadanas cuyos propósitos eran válidos y aceptables; hasta cierto punto,
porque se impuso la ley del hampa. Popayán resistió escenarios
perversos de desmanes. Vandalizaron, destruyeron, no dejaron piedra sobre piedra de instituciones
oficiales y Caís de la policía, etc. Ni optimista ni ingenuo, cuando digo que,
las opiniones de los manifestantes tenían sentido para ser escuchadas por el gobierno,
que, a fuerza de repetir, caló en el sentimiento de las gentes. No hubo alegría,
pero aceptaron el proceder destructor. En ese obsesivo accionar, muchos ciudadanos,
veían la delincuencia como algo lejano. Salir
a la calle con bombos y platillos fue un llamativo espectáculo de protesta y se
aplaudía. Sin embargo, al caer la tarde, otra era la visión. Había sed de odio,
contra todos y contra todo. Se obligaba a cerrar establecimientos de cualquier
naturaleza jurídica; pequeñas y medianas empresas, hasta ventas informales
dejaron de ser laboriosas. Así surgió el fantasma del desempleo. Aún no hay
dato exacto de cuantas personas quedaron cesantes. Y ante, la necesidad
apremiante de llevar algo a sus hogares, nuevamente apareció el terror en las
calles. En esta ocasión, todos, sin exclusión, quedamos en lista para los delincuentes,
provocándonos cuadros de ansiedad que se agravan cada día. Aumentan los índices
de delincuencia y, proliferan las noticias sobre, robos, bandas peligrosas,
asesinatos, y secuestros, disparando aún más, los temores y miedos entre la ciudadanía.
Esta cruda realidad no se puede endulzar, porque, mientras subsista el
desempleo, el hambre no dará espera y, de cualquier forma, la gente malcomida saldrá
a matar o a que la maten.
En menos de lo que canta un gallo, nos cambió a todos la vida. Y, como
siempre, afectando mucho más a gente de la base (43%) de la pirámide. Ahora, la situación es, mirar a un lado y a
otro, antes de pasar el umbral de la puerta de la casa; girar la cabeza
constantemente para comprobar que no haya alguien detrás cuando se camina
de noche por la calle. Trabajar domicilios, es un calvario, esquivando barrios o
calles por los que se solía transitar sin ningún miedo; dejar de ir a
sitios habituales por temor a ser víctima de un delito y, sospechar de
todo el mundo. Eso es, vivir en alerta permanente. Y, cuando esos temores
y el miedo se propagan en nuestra mente, volver a recuperar la tranquilidad
y la normalidad cuesta mucho.
En este lugar, que fuera un paraíso, la ciudadanía pide a gritos
la instalación de cámaras de video-seguridad en prevención de delitos, agresiones
y actos incívicos en la vía pública, porque está harta de sufrir
problemas en las calles y sin poder demostrarlos. Muchos ciudadanos, que antes veían la
delincuencia como algo lejano
afirman que la inseguridad creció
en Popayán y, que hay que tomar ya, cartas en el asunto. Incluso, ya
imponen “limpieza social” en las calles por mano propia. Todo porque, es un tema que hay que combatir sin más demora para garantizar la
convivencia y, porque la seguridad es un derecho de los ciudadanos, reclamado
en forma angustiante a los gobernantes.
¡Pero como son las cosas! Tras
este suceso doloroso, quienes peor lo están pasando, son las gentes desvalidas de la fortuna. Víctimas
de toda clase de delitos cometidos a su alrededor. Paradójicamente, hasta hace
poco, disparaban actitudes y conductas ofensivas, escapando en muchas ocasiones
a lo lógico y lo realista. Reclamaban revocatoria
del mandato del alcalde, compartían destrucciones, auspiciaban el caos,
apoyaban derribamiento de estatuas. Ahora las reacciones de los ciudadanos son
distintas, piden al alcalde juan Carlos López, tomar medidas
oportunas: multiplicar las cámaras de video
vigilancia y aumentar los policiales, porque son esenciales contra la
violencia. ¡Lloramos sobre la leche derramada!
Civilidad: De poca utilidad es una
policía eficiente, si el sistema judicial no funciona como debería.
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