En el mes de septiembre
festejamos el día del amor y la amistad, entre conocidos, amigos, enamorados,
novios, esposos y amantes para expresar amor y cariño. Para quien esto
escribe, es propicia la ocasión para declarar públicamente que, de verdad, ¡estoy enamorado!
Estar enamorado es sentir un impulso casi inexplicable cuando se confunde el cuerpo con el alma. Es, vivir pendiente del ser amado reconociendo que esa persona de quien se está enamorado es parte integral de nuestra vida. Me declaro enamorado porque he vuelto a ser feliz. Mis latidos apasionados están en lo más alto.
Ya no me siento solitario, pues sólo quiero estar con ella. La
persona a quien estoy amando, es la que necesito para vivir feliz el resto de
mis días. Mi felicidad depende de ella, no es una exageración, ni estoy loco
tampoco.
En mi caso, amar de verdad a
alguien, va mucho más allá de la agitación emocional. Expresar públicamente lo
que estoy sintiendo, me tomó mucho tiempo para entender la diferencia, entre estar
enamorado y amar realmente a esa persona. He cruzado la etapa del enamoramiento
que para mí ha sido muy feliz al lado de ella, pensando siempre que nunca se irá
de mi vida. Ciertamente es una etapa en que mi cerebro produce el más asombroso
cóctel químico, haciéndome sentir como si estuviera flotando en lo alto de una
nube.
Han pasado casi dos años de esa etapa de enamoramiento. Y es
en este momento, cuando siento que estoy amando realmente, porque gozo de la
ternura de su amor y de su celestial compañía. He aprendido a dejar de lado ese
estado de emoción al límite. Crucé la frontera para lidiar con mis emociones
más estables, desde luego, sufriendo algunas veces incertidumbres.
Necesité
más de medio siglo de enamoramiento para comprender que amar de verdad a
alguien, no es tanto de emociones, sino más bien, de pensamientos, pues no he
dejado de pensar siempre en ella. Escribo
y recapacito, poniendo los pies sobre la tierra, para desearle lo mejor, haciendo
lo posible para que ella sea feliz en el lugar donde se encuentre. Mi cerebro
sigue creando esa sensación de felicidad, que me
empuja a cuidar la presencia de ese ser espiritual que
también vela de mí.
Con
el correr de los días, es cuando quiero pasar más tiempo al lado de esa persona.
Por ello, estoy con ella tanto como sea posible cuidando su jardín en
florescencia para su propia alegría. Mis emociones se nutren de ellas,
manifestando su presencia. Es una forma de seguir reforzando lo que ya tenía.
Es seguir construyendo una relación cada vez más pura dentro de mis
pensamientos. Eso es el amor eterno.
Un
día, se rompió mi corazón repentinamente. Y aunque a lo largo de muchos años,
más de medio siglo juntos, me hubiera gustado tenerla siempre a mi lado. Si bien se pudiera haber evitado el dolor, no
así la búsqueda de la paz divina, adonde ella se fue. He aprendido a relacionar
el verbo amar. Mi razón me hace sentir que mi esposa fue la mejor del mundo.
Era la persona más increíble que había encontrado. El transcurrir de los días, me
permite decir que el verdadero amor no morirá jamás. Vivo enamorado de Alix
Quintero, mi esposa, la amo para siempre, es mi amor eterno. Es fácilmente
reconocible, pues a su lado siento un anhelo constante. Escucho sus canciones para
olvidar mis penas. Hablo con ella, me sonríe y guía mis días. Fijo la mirada en
el portarretratos haciéndome sentir los recordatorios constantes. Así, he
vuelto a aprender mi mundo. Y no estoy loco.
Este escrito puede ayudar también, a amigos cuyas esposas como
la mía, su ausencia nos oprime. El duelo es tan personal y distinto porque cada
pérdida es única. Resulta dificil cambiar la realidad, pero hay que aprender a atenuar
el duelo para que sea menos aflictivo porque esa amarga experiencia es, como
una montaña rusa, llena de altibajos.
Civilidad: Contar los sentimientos a medida que lidiamos con la ausencia del
ser amado.