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sábado, 25 de septiembre de 2021

¡Estoy enamorado!


 

En el mes de septiembre festejamos el día del amor y la amistad, entre conocidos, amigos, enamorados, novios, esposos y amantes para expresar amor y cariño. Para quien esto escribe, es propicia la ocasión para declarar públicamente que, de verdad, ¡estoy enamorado! 

Estar enamorado es sentir un impulso casi inexplicable cuando se confunde el cuerpo con el alma. Es, vivir pendiente del ser amado reconociendo que esa persona de quien se está enamorado es parte integral de nuestra vida. Me declaro enamorado porque he vuelto a ser feliz. Mis latidos apasionados están en lo más alto.

Ya no me siento solitario, pues sólo quiero estar con ella. La persona a quien estoy amando, es la que necesito para vivir feliz el resto de mis días. Mi felicidad depende de ella, no es una exageración, ni estoy loco tampoco. 

En mi caso, amar de verdad a alguien, va mucho más allá de la agitación emocional. Expresar públicamente lo que estoy sintiendo, me tomó mucho tiempo para entender la diferencia, entre estar enamorado y amar realmente a esa persona. He cruzado la etapa del enamoramiento que para mí ha sido muy feliz al lado de ella, pensando siempre que nunca se irá de mi vida. Ciertamente es una etapa en que mi cerebro produce el más asombroso cóctel químico, haciéndome sentir como si estuviera flotando en lo alto de una nube. 

Han pasado casi dos años de esa etapa de enamoramiento. Y es en este momento, cuando siento que estoy amando realmente, porque gozo de la ternura de su amor y de su celestial compañía. He aprendido a dejar de lado ese estado de emoción al límite. Crucé la frontera para lidiar con mis emociones más estables, desde luego, sufriendo algunas veces incertidumbres.

Necesité más de medio siglo de enamoramiento para comprender que amar de verdad a alguien, no es tanto de emociones, sino más bien, de pensamientos, pues no he dejado de pensar siempre en ella.  Escribo y recapacito, poniendo los pies sobre la tierra, para desearle lo mejor, haciendo lo posible para que ella sea feliz en el lugar donde se encuentre. Mi cerebro sigue creando esa sensación de felicidad, que me empuja a cuidar la presencia de ese ser espiritual que también vela de mí.

Con el correr de los días, es cuando quiero pasar más tiempo al lado de esa persona. Por ello, estoy con ella tanto como sea posible cuidando su jardín en florescencia para su propia alegría. Mis emociones se nutren de ellas, manifestando su presencia. Es una forma de seguir reforzando lo que ya tenía. Es seguir construyendo una relación cada vez más pura dentro de mis pensamientos. Eso es el amor eterno.

Un día, se rompió mi corazón repentinamente. Y aunque a lo largo de muchos años, más de medio siglo juntos, me hubiera gustado tenerla siempre a mi lado.  Si bien se pudiera haber evitado el dolor, no así la búsqueda de la paz divina, adonde ella se fue. He aprendido a relacionar el verbo amar. Mi razón me hace sentir que mi esposa fue la mejor del mundo. Era la persona más increíble que había encontrado. El transcurrir de los días, me permite decir que el verdadero amor no morirá jamás. Vivo enamorado de Alix Quintero, mi esposa, la amo para siempre, es mi amor eterno. Es fácilmente reconocible, pues a su lado siento un anhelo constante. Escucho sus canciones para olvidar mis penas. Hablo con ella, me sonríe y guía mis días. Fijo la mirada en el portarretratos haciéndome sentir los recordatorios constantes. Así, he vuelto a aprender mi mundo. Y no estoy loco.

Este escrito puede ayudar también, a amigos cuyas esposas como la mía, su ausencia nos oprime. El duelo es tan personal y distinto porque cada pérdida es única. Resulta dificil cambiar la realidad, pero hay que aprender a atenuar el duelo para que sea menos aflictivo porque esa amarga experiencia es, como una montaña rusa, llena de altibajos.

Civilidad: Contar los sentimientos a medida que lidiamos con la ausencia del ser amado.

 

sábado, 18 de septiembre de 2021

En sueños, la vía regia de integración

 


Soy noctívago con el hábito de soñar despierto. Por eso, en breve desprendimiento de mi entorno, me visitan las musas que la realidad distorsionan y la suplanta parcialmente una fantasía visual. Son sueños sobre mi amada ciudad como un escape, buscando que se puedan cumplir.

Sueño despierto y, contemplo a la “Pampayan” que se nos fue, guardando apellidos ligados a la historia, por supuesto orgullosos de ello. Veo la mayor parte de la gente, hombres y mujeres que trabajan y viven al margen de su abolengo, a medio camino entre el tópico y el futuro.  Es el retrato del rezago de esa mezcla aristocrática española del siglo XIX. Y aunque, "La aristocracia ya no existe como clase, ni económica, ni social, ni culturalmente", en mis pesadillas de noctámbulo, noto que alrededor de la efigie del Sabio Caldas, han reubicado todas las estatuas que estuvieron diseminadas por toda la ciudad. Ahora, están en el marco de la antigua ciudad que no va más allá de la última casa del “Cacho”, hacia el occidente; hacia el oriente, la loma de Cartagena; por el sur, la calle 13 -barrio Alfonso López- y para el norte, el antiguo paso a nivel del ferrocarril, frente al hospital San José. Las transpusieron previendo la “conmemoración” del derribamiento de Sebastián Moyano que, en funesto día, “valientes” indígenas atentaron contra inertes estatuas tradicionales.

En el corazón de esta histórica ciudad, muy pocos viven en los caserones coloniales. La mayoría disfruta de un piso con protección oficial por ser un lugar turístico importante y, uno de los más visitados por paseantes nacionales y extranjeros. Los raizales, casi todos trabajan, algunos en puestos de responsabilidad. Muchos ocultan su condición nobiliaria, y otros aseguran que su apellido supuestamente es un obstáculo en sus carreras profesionales. En lo único en que todos coinciden, es en que, un título nobiliario, hoy no tiene ninguna utilidad práctica, más allá del legítimo orgullo que puede suponer alguien, al creerse parte de una estirpe cuyos orígenes se han perdido con el paso de los siglos.

Soñé que, el decreto de reacomodo de las estatuas y la ley de igualdad en la sucesión de títulos nobiliarios, era el comienzo de una nueva etapa en la historia de la nobleza en Popayán. He visto la nueva “plaza de insignes”, colmada de gentes ilustradas, trenzadas en alegatos culturales sobre la vida y obra de los próceres. Unos a favor y otros en contra; pero siempre en armonía con la corriente historiográfica. Comprendí el enfrentamiento de la nueva época, repitiendo sin cesar: “si sabemos adaptarnos”, en forma positiva, con cierto orgullo de casta, denotando lealtad a sus raíces. En verdad, los popayanejos sentimos por los nobles payaneses, una afición casi fanática.

Vi también, en mis sueños, que, en la antigua Popayán, había opiniones mucho más enconadas, pero con discusiones llenas de respeto en, “edad, dignidad y gobierno; que las leyes que regulan a la ciudad, son distintas y, que las relaciones entre quienes ocupan las posiciones oficiales con los otros sectores sociales son fluidas y cordiales.  Conocí el origen de la oposición, surgida a fuerza de repetir: “hay una clase social que obstaculiza la evolución de Popayán”. Le metieron en la cabeza a la gente, la creencia extendida de que todos los nobles eran ricos, - hoy, sin donde colgar sus títulos- En ese sueño de nocherniego, veo palpablemente, una cohesión tripartita entre cultos payaneses, igualados con popayanejos, hermanados con amorosos fuereños, en gesto caballeroso para revitalizar a la “Culta y noble ciudad”.

Sobresaltado desperté pensando que el futuro de Popayán, pertenece a quienes tenemos fe en la belleza de los sueños. Uniendo la Popayán moderna con la vieja ciudad de apariencia anacrónica. Sin aplaudir a quienes con actividad mental limitada derriban estatuas, exigiendo eliminar el servicio policial, dejando el entramado social en manos de mentirosos que estudiaron con Pinocho. Ignoremos-mientras pasan las elecciones- esa transitoria oposición que, sin una gota de nobleza, dicen mentiras con suficiente frecuencia para convertirlas en verdad, repitiendo con el jardinero: “seamos felices mientras podamos”.

Civilidad: Cuando los hombres ilustres mueren, pasan a la historia; pero, cuando derriban estatuas, posan de cobardes.  

                                

sábado, 11 de septiembre de 2021

¡A gritos pedimos seguridad ciudadana!

 

Por la creciente inseguridad ciudadana, el miedo crece y los ciudadanos temen.  La gente considera que el incremento de la delincuencia y del vandalismo es un problema mayúsculo ¡Y cierto es! La prueba está en las calles en un abanico de delitos muy amplio: robos, atracos, peleas, venta de droga, prostitución, etc.

Pero, vamos por partes. La crisis económica que aún no termina, ha puesto de relieve el aumento de asaltos a viviendas, negocios y atracos callejeros, propagando esa sensación de angustia porque en cualquier momento, pueden entrar a su hogar o abrir su negocio, forzando cerraduras, astillando puertas y ventanas para robar todo. Por cierto, las amenazas de protestas y paros permanentes, obligaron a reforzar puertas y ventanas de bancos y locales comerciales con entablados que aún deslucen la ciudad, pero más vale la seguridad.  

No miento si digo que, estamos padeciendo las secuelas del vandalismo de quienes se atrincheraron en sus posiciones de paros y protestas ciudadanas cuyos propósitos eran válidos y aceptables; hasta cierto punto, porque se impuso la ley del hampa. Popayán resistió escenarios perversos de desmanes. Vandalizaron, destruyeron, no dejaron piedra sobre piedra de instituciones oficiales y Caís de la policía, etc. Ni optimista ni ingenuo, cuando digo que, las opiniones de los manifestantes tenían sentido para ser escuchadas por el gobierno, que, a fuerza de repetir, caló en el sentimiento de las gentes. No hubo alegría, pero aceptaron el proceder destructor. En ese obsesivo accionar, muchos ciudadanos, veían la delincuencia como algo lejano.  Salir a la calle con bombos y platillos fue un llamativo espectáculo de protesta y se aplaudía. Sin embargo, al caer la tarde, otra era la visión. Había sed de odio, contra todos y contra todo. Se obligaba a cerrar establecimientos de cualquier naturaleza jurídica; pequeñas y medianas empresas, hasta ventas informales dejaron de ser laboriosas. Así surgió el fantasma del desempleo. Aún no hay dato exacto de cuantas personas quedaron cesantes. Y ante, la necesidad apremiante de llevar algo a sus hogares, nuevamente apareció el terror en las calles. En esta ocasión, todos, sin exclusión, quedamos en lista para los delincuentes, provocándonos cuadros de ansiedad que se agravan cada día. Aumentan los índices de delincuencia y, proliferan las noticias sobre, robos, bandas peligrosas, asesinatos, y secuestros, disparando aún más, los temores y miedos entre la ciudadanía. Esta cruda realidad no se puede endulzar, porque, mientras subsista el desempleo, el hambre no dará espera y, de cualquier forma, la gente malcomida saldrá a matar o a que la maten.

En menos de lo que canta un gallo, nos cambió a todos la vida. Y, como siempre, afectando mucho más a gente de la base (43%) de la pirámide.  Ahora, la situación es, mirar a un lado y a otro, antes de pasar el umbral de la puerta de la casa; girar la cabeza constantemente para comprobar que no haya alguien detrás cuando se camina de noche por la calle. Trabajar domicilios, es un calvario, esquivando barrios o calles por los que se solía transitar sin ningún miedo; dejar de ir a sitios habituales por temor a ser víctima de un delito y, sospechar de todo el mundo. Eso es, vivir en alerta permanente. Y, cuando esos temores y el miedo se propagan en nuestra mente, volver a recuperar la tranquilidad y la normalidad cuesta mucho.

En este lugar, que fuera un paraíso, la ciudadanía pide a gritos la instalación de cámaras de video-seguridad en prevención de delitos, agresiones y actos incívicos en la vía pública, porque está harta de sufrir problemas en las calles y sin poder demostrarlos. Muchos ciudadanos, que antes veían la delincuencia como algo lejano afirman que la inseguridad creció en Popayán y, que hay que tomar ya, cartas en el asunto. Incluso, ya imponen “limpieza social” en las calles por mano propia. Todo porque, es un tema que hay que combatir sin más demora para garantizar la convivencia y, porque la seguridad es un derecho de los ciudadanos, reclamado en forma angustiante a los gobernantes.

¡Pero como son las cosas! Tras este suceso doloroso, quienes peor lo están pasando, son las gentes desvalidas de la fortuna. Víctimas de toda clase de delitos cometidos a su alrededor. Paradójicamente, hasta hace poco, disparaban actitudes y conductas ofensivas, escapando en muchas ocasiones a lo lógico y lo realista. Reclamaban   revocatoria del mandato del alcalde, compartían destrucciones, auspiciaban el caos, apoyaban derribamiento de estatuas. Ahora las reacciones de los ciudadanos son distintas, piden al alcalde juan Carlos López, tomar medidas oportunas: multiplicar las cámaras de video vigilancia y aumentar los policiales, porque son esenciales contra la violencia. ¡Lloramos sobre la leche derramada!

Civilidad: De poca utilidad es una policía eficiente, si el sistema judicial no funciona como debería.

 

 

 

sábado, 4 de septiembre de 2021

La dama de la gastronomía

 

                                                               Foto: Luis H. Ledezma

He derramado muchas lágrimas desde la partida de mi madre quien llevaba el mismo nombre de la dama de la gastronomía.  Llorar es un tema que no ha sido muy investigado. Lloramos en respuesta al dolor físico o a un trauma emocional, incluso, en momentos de felicidad. Lloramos porque somos seres sociales para expresar a los demás, nuestro estado mental buscando consuelo.

Josefina Muñoz Martínez, reconocida como “doña Chepa”, era una mujer trascendente en su medio, dejó huella, pero ahora no está más entre nosotros.   No me acongojo porque, como dije, ya no me quedan lágrimas; además, porque acostumbro a demostrar mi cariño, haciendo reconocimientos en vida.  Por ello, en páginas de mi libro: “Personajes típicos de Popayán”, escribí una semblanza para que perdure en el recuerdo por décadas, así:

“La primera impresión que le produce a quien la conoce, es la de ser una venerable religiosa, pues doña Chepa es tan dulce como sus recetas. Es una mujer con mucho carisma. Tiene una dulzura y una sensibilidad fuera de lo común. Irradia paz y sinceridad, por lo que atrae a la gente a su lado. Es también una gran soñadora. Se entregó en cuerpo y alma a sus ideales, sin prepararse en estudios académicos, se enamoró, casándose para tener una buena familia.

Con la ayuda de su esposo, quien valoró su talento y con disciplina familiar le permitió construir un bien ganado prestigio no solo a nivel parroquial, sino nacional e internacional. En el trabajo es ordenada, metódica y responsable. Lucha por sobresalir en todo lo que haga. No le gusta ser mandada, por lo que siempre intentará ser dueña de su propia vida y tener su propia empresa sin que nadie le dé órdenes. Hoy, sus “aplanchados” son un patrimonio gastronómico colombiano. Sin equívocos doña Josefina Muñoz de Bonilla, no pertenece a la alta alcurnia de la ciudad, ni tampoco ha pertenecido a los grandes estadios del poder, pero es merecedora de un efectivo reconocimiento a base de constancia. Sin desfallecimiento alguno, ha cultivado con su humilde oficio del arte de la culinaria que sus prodigiosas manos llevan a la boca de quienes degustan sus sabrosuras. , Así es que, doña Chepa, simboliza la auténtica mujer representante de la raza caucana, llena de merecimientos por su aquilatada fama habilidosa. Así conquistó su título de “Primera dama gastrónoma de Popayán”. Con sus celestiales panqués, tortas, volovanes, aplanchados ha recorrido las mejores mesas y banquetes de la ciudad y de Colombia.  Sus acreditados quehaceres culinarios son solicitados en toda temporada para banquetes, celebraciones y convites de la ciudadanía, siendo requeridas en las épocas decembrinas para degustar las delicias “Patojas”.   Con su tesonero esfuerzo y dedicación logró escalafonar sus productos en lugar de prominencia. Los quemones en el horno de leña, su perseverancia y, sobre todo, su pericia para darles la exquisitez a las sabrosuras que prepara la hacen merecedora de ocupar un escaño distinguido entre la ciudadanía payanesa. Tiene pues, doña Chepa un reconocimiento de todas las gentes de la ciudad en donde ha construido, un baluarte familiar con una cadena de hijos profesionales médicos, abogados, e hijas que continúan en el mismo empeño, haciendo que su obra se perpetúe para bien de Popayán.

Desde estas páginas rindo tributo de admiración y respeto a esta venerable dama que, además, me recuerda a la mujer que me dio el ser, mi irremplazable madre, quien llevaba su mismo nombre. Josefina se llamaba, que igual, preparaba manjares para delicia y sabores de la ciudadanía payanesa. Todavía, existen muchas celebridades que llevan el nombre de Josefina.  De allí que, no podía dejar por fuera de mis páginas a doña Chepa a quien el Concejo Municipal de Popayán le concedió con justificados méritos una condecoración que siento que también mi madre los recibe por intermedio de sus virtuosas manos. Mi renovado afecto para doña Chepa, su esposo, y el pequeño “batallón” integrado por sus catorce hijos y otro ejército de tantos nietos y bisnietos”. 

Personas como doña Chepa, habitualmente, cuando están entre nosotros, las reconocemos, las admiramos, y muchas veces de manera tímida les demostramos lo importante que son para nosotros. Pero, también, muchas veces no nos damos cuenta lo importantes que eran hasta el día que no las tenemos más entre nosotros. A veces lo podíamos imaginar, pero, solo su ausencia profundiza lo que podíamos haber vaticinado. 

Ahora, pensemos en nuestro entorno. Cuántas personas que a diario vemos, despiertan admiración. A cuántas personas nos causaría angustia colectiva si partieran a la gloria eterna y, de qué manera en vida, nos gustaría decirles: ¡gracias!

Civilidad: Los homenajes, mejor en vida.