Ojalá el término utilizado como título
de esta columna, no moleste a nadie. Se requiere muchas páginas para replantear
las ideas del revisionismo. Hago una síntesis de mis lecturas para mis lectores
bien informados. Trataré de contar en forma
razonable, el conocimiento científico del pasado, en lo académico y, para la
convivencia ciudadana sobre la imbecilidad de la demolición de las estatuas.
En Popayán, Cali
y Bogotá indígenas Misak en “juicio simbólico”, por demás trasnochado
derribaron las estatuas de Sebastián de Belalcázar y de Gonzalo Jiménez de
Quesada por apropiación
de tierras y, genocidas. ¡Fue un acto de salvajismo! Una desfachatez, dizque
para reescribir la historia de nuestro país.
Ignorantes, desconocen que la corriente
del ‘revisionismo histórico’ aporta una alternativa a
la visión tradicionalmente aceptada y estudiada por la comunidad de
historiadores en torno a un hecho o personaje relevante.
Jorge Luis Borges, afirma que el revisionismo surgió
en los años treinta como un movimiento de la historiografía argentina que rechazaba
aquello que le enseñaron como la “historia oficial” y a las figuras fundadoras
como agentes del imperialismo británico. El historiador José Carlos
Chiaramonte, reafirma que uno de los elementos claves de la primera ola
revisionista se debió a un sentimiento antibritánico, generado por las
restricciones comerciales impuestas por el Reino Unido tras la crisis de 1929
que afectaba, en especial, a los ganaderos y a los exportadores de carne. Luego,
resurgió una nueva ola de revisionismo en Argentina –auspiciada con dineros
oficiales del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
En la década de 1930, sostuvieron que
todo revisionismo era “social fascismo”, porque se decía que, con su praxis reformista
obstaculizaba la auténtica revolución. El uso extremista de la palabra
revisionista, hizo recurso de la ortodoxia marxista contra los supuestos
renegados del correcto camino revolucionario. Durante el mando de Stalin, ser
acusado de revisionista suponía la exclusión social y política, hasta la pena
máxima. El partido comunista usó en forma persistente la acusación de
revisionismo para desacreditar la política de reconciliación. En Popayán, 92
años después, sin análisis historiográfico, un grupillo de indígenas Misak
hacen vandalismo tratando de destrozar la esencia metodológica de toda ciencia,
pues los que se dicen antirrevisionistas creen poseer la única verdad posible
sobre el pasado. Además, una juventud irresponsable y mal avenida, protagonizan
eventos vandálicos contra la “Ciudad de Paredes Blancas” ¡Hasta cuando!
¡Y que tal! Monseñor Darío de Jesús Monsalve como abogado del diablo, desde la
retaguardia firmando delirantes cartas de perdón a los indígenas en lugar de
estar rezando y rechazando el bloqueo al Cauca. ¿Acaso no son los indígenas
quienes nos han declarado la guerra? ¡Qué desubicado está el apóstol de Cristo!
En la mitad del siglo XX, el concepto de
revisionismo se utilizó, también con contenidos políticos y morales. Consideraron
como revisionismo histórico a las obras y autores que negaban o limitaban la
entidad, la etiología o la intención del Holocausto, de forma que el término
revisionista desbordó el ámbito de las pugnas por la ortodoxia marxista y se
convirtió en el apelativo para cuantos negasen no solo el genocidio judío, sino
también otros genocidios como el colonialista europeo sobre otros continentes. Tal
revisionismo era propiamente un negacionismo de hechos, que al cuestionar su
verdad histórica implicaba posiciones políticas contrarias a los derechos
humanos defendidos por los sistemas democráticos.
En democracias como las de Alemania,
Francia, Austria o España, entre otras, es delito la negación del Holocausto,
mientras se plantean exigencias de condenas similares para el negacionismo de
otros genocidios. Aquellos que niegan verdades históricas demostradas y
sufridas por pueblos enteros se mueven en ámbitos políticos de la extrema derecha;
pero, de hecho, ese negacionismo innegable, se manifiesta en ciertos ámbitos de
ideología comunista, que niegan o atenúan las interpretaciones históricas que
subrayan el peso de las muertes acumuladas en determinados momentos de la
historia de los partidos comunistas, en épocas de Stalin, el Gran Salto
Adelante de Mao, Sendero Luminoso en Perú, etc.
Ambos usos políticos del calificativo de
revisionista, tienen en común, el rechazo de interpretaciones y análisis
considerados erróneos, aunque con contenidos y fines totalmente antagónicos. Ignoran
el significado etimológico del verbo revisar, que según el diccionario de la
Real Academia Española consiste en “ver con atención y cuidado”, para, “someter
algo a nuevo examen para corregirlo, enmendarlo o repararlo”. El DRA define el
término revisionismo ante todo como la “tendencia a someter a revisión metódica
doctrinas, interpretaciones o prácticas establecidas con el propósito de
actualizarlas y a veces negarlas”.
En conclusión, compartimos la pasión por
conocer la realidad con la razón como soporte del conocimiento, con inclusión
de aquellos que piensan distinto a nosotros. Hay que imponer el diálogo
razonable y paciente para descubrir las distintas facetas de una realidad,
admitiendo las diferentes interpretaciones de ese contexto.
Civilidad: Derruir las estatuas
y arruinar la ciudad es, borrar el pasado, sin conocer la historia.
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