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sábado, 13 de marzo de 2021

Movimiento de estatuas

 


Para quienes somos antiguos, los monumentos, y estatuas de nuestros próceres son sagradas. No resulta fácil preferir una única escultura, porque la ciudad está cargada de historia. Popayán, posee un catálogo de esculturas, incluida una ecuestre. Las estatuas son el lenguaje que comunican o evocan visiones pasadas, que revelan hechos y personajes preferidos que predominaron en la sociedad en un momento histórico. Fueron ubicadas unas con más consenso que otras; algunas con ninguno, bien sea por ensalzar, en gratitud a los próceres o por un engaño colectivo. De todas maneras, para dejar un legado a la posteridad. Sin embargo, ello no es óbice para manifestar que el espacio público donde están ubicadas las estatuas, son causa de trancones vehiculares. Basta con mirar la plazoleta de Tomás Cipriano de Mosquera rodeada de automotores policiales que se la tomaron por asalto. Y que tal, la glorieta de Simón Bolívar, donde un hombre con trapo rojo trata de descongestionar el tráfico.

Una primera aproximación a la propuesta innovadora de mover las estatuas, sugiere que la intervención debe orientarse hacia una obra que fije la presencia del espectador, que se convierta en punto de debate, de atención del espacio público y que lo ordene. Una mirada contemporánea a las antiguas estatuas, nos permitiría hoy, admirarlas y releerlas bajo las nuevas interpretaciones. Los héroes de ayer, como se ha dicho, no son necesariamente los héroes de hoy. La memoria de muchos personajes murió antes que los bustos que las conmemoran. Hoy aquellos pedestales, pueden llegar a considerarse sin los méritos de su inicial dedicación. De allí, la propuesta de reubicarlas antes de que sean arrancadas de sus pedestales. Mover de localización las estatuas, busca rescatar la armonía arquitectónica en todo su esplendor unido al valor histórico y patrimonial de Popayán.

Así que, nuestra plaza principal sin su escultura, sin la memoria, parecería vacía e incapaz de seducir, de hipnotizar al espectador y hacerle olvidar las nuevas arquitecturas de los edificios. En cambio, rodeada de una colección de estatuas, ecléctica como lo es cualquier colección pública, sería la ocasión no solo de rendir un homenaje colectivo a los héroes para visibilizarlos cara a cara para recordar su historia. De hecho, sería un área donde se haya conseguido eliminar las filas interminables de vehículos, donde se pueda caminar libremente para poder contemplar más de cerca, a las imágenes que marcaron la historia de Colombia.

El proceso de renovación urbana empieza, cuando la urbanización de la ciudad se considere como un todo; además de peatonalizar, embellecer el espacio singular para que las esculturas pasen a jugar, un papel destacado en la nueva cultura urbana.  Es decir, convertir el Centro Histórico, en el verdadero instrumento de evocación de sus héroes y de sus hazañas, al tiempo que se caracteriza y se reglamenta el espacio público.  

Es preciso que la ciudad cambie para acabar con la maldición del azaroso tráfico vehicular y, con los desteñidos colorines del destartalado transporte público: buses, busetas, taxis y vehículos particulares para que las estatuas pasen a ser respetadas, como cuando se les otorgaba un carácter casi sagrado. Y es que, el tráfico vehicular no es el único competidor de las esculturas públicas. Las estatuas están convertidas en un abanico de agresiones y burlas de grafiteros, depósito de trastos de los vendedores ambulantes, de puntos publicitarios y hasta en orinales. La propuesta innovadora busca reubicar las estatuas para rescatar la armonía arquitectónica en todo su esplendor con el valor histórico y patrimonial de Popayán.

 

Civilidad: Trasponer las estatuas para absolver las preguntas de las nuevas generaciones sobre el pasado y para que la historia se evoque desde el hoy.

 

 

 

 

 

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