Para quienes somos antiguos, los
monumentos, y estatuas de nuestros próceres son sagradas. No resulta fácil preferir una única escultura, porque la
ciudad está cargada de historia. Popayán, posee un catálogo
de esculturas, incluida una ecuestre. Las estatuas son el lenguaje que
comunican o evocan visiones pasadas, que revelan hechos y personajes preferidos
que predominaron en la sociedad en un momento histórico. Fueron ubicadas unas con más consenso que otras; algunas con
ninguno, bien sea por ensalzar, en gratitud a los próceres o por un engaño
colectivo. De todas maneras, para dejar un legado a la posteridad. Sin
embargo, ello no es óbice para manifestar que el espacio público donde están ubicadas
las estatuas, son causa de trancones vehiculares. Basta con mirar la plazoleta
de Tomás Cipriano de Mosquera rodeada de automotores policiales que se la
tomaron por asalto. Y que tal, la glorieta de Simón Bolívar, donde un hombre
con trapo rojo trata de descongestionar el tráfico.
Una primera aproximación a la propuesta innovadora
de mover las estatuas, sugiere que la intervención debe orientarse hacia una
obra que fije la presencia del espectador, que se convierta en punto de debate,
de atención del espacio público y que lo ordene. Una mirada contemporánea a las
antiguas estatuas, nos permitiría hoy, admirarlas y releerlas bajo las nuevas
interpretaciones. Los héroes de ayer, como se ha dicho, no son necesariamente
los héroes de hoy. La memoria de muchos personajes murió antes que los bustos que
las conmemoran. Hoy aquellos pedestales, pueden llegar a considerarse sin los
méritos de su inicial dedicación. De allí, la propuesta de reubicarlas antes de
que sean arrancadas de sus pedestales. Mover de
localización las estatuas, busca rescatar la armonía arquitectónica en
todo su esplendor unido al valor histórico y
patrimonial de Popayán.
Así que, nuestra plaza principal sin su escultura,
sin la memoria, parecería vacía e incapaz de seducir, de
hipnotizar al espectador y hacerle olvidar las nuevas arquitecturas de los
edificios. En cambio, rodeada de una colección de estatuas, ecléctica como lo
es cualquier colección pública, sería la ocasión no solo de rendir un homenaje colectivo
a los héroes para visibilizarlos cara a cara para recordar su historia. De
hecho, sería un área donde se haya conseguido eliminar las filas interminables
de vehículos, donde se pueda caminar libremente para poder contemplar más de
cerca, a las imágenes que marcaron la historia
de Colombia.
El proceso de renovación urbana empieza, cuando
la urbanización de la ciudad se considere como un todo; además de peatonalizar,
embellecer el espacio singular para que las esculturas pasen a jugar, un papel
destacado en la nueva cultura urbana. Es
decir, convertir el Centro Histórico, en el verdadero instrumento de evocación de
sus héroes y de sus hazañas, al tiempo que se caracteriza y se reglamenta el
espacio público.
Es preciso que la ciudad cambie para acabar
con la maldición del azaroso tráfico vehicular y, con los desteñidos colorines del
destartalado transporte público: buses, busetas, taxis y vehículos particulares
para que las estatuas pasen a ser respetadas, como cuando se les otorgaba un
carácter casi sagrado. Y es que, el tráfico vehicular no es el único competidor
de las esculturas públicas. Las estatuas están convertidas en un abanico de agresiones
y burlas de grafiteros, depósito de trastos de los vendedores ambulantes, de
puntos publicitarios y hasta en orinales. La propuesta innovadora busca reubicar
las estatuas para rescatar la armonía arquitectónica en todo su
esplendor con el valor histórico y patrimonial
de Popayán.
Civilidad: Trasponer las estatuas para absolver las
preguntas de las nuevas generaciones sobre el pasado y para que la historia se evoque
desde el hoy.
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