El
tiempo vuela y la tristeza no pasa. Han trascurrido meses, días y horas, sin
embargo, en cada minuto de los trescientos sesenta y cinco días mi pena no calma.
Ya sé que es una de las realidades humanas, más universales; pero, para mí, es
fácil poner en palabras, más no ordenar el pensamiento.
De
ese ritual, todos, absolutamente todos, no podemos salirnos de la “fila”. Por
eso, siempre al hablar o escribir, me niego a denominar ese vocablo tan amargo.
Además, nuestro amplio idioma, permite ignorar esa palabreja. No le temo. Estoy
preparado para ello. No me agrada nombrarla, pues, me parece que no está acorde
con el fin al que estamos predestinados. Mis menciones siempre las encuadro en eufemismos
y metáforas. En términos propios, al saber que contienen referencias al misterio
de volar hacia la gloria celestial.
Utilizando
ese vocabulario mágico y religioso, pienso que, mi esposa Alix, yace en un
sueño apacible. Por voluntad suprema del Creador, su corazón dejó de latir y, voló,
ya hace un año, a la vida eterna.
No ha sido fácil
entender mi soledad, añorando su calor. Hasta ahora, no creo que exista una
manera única y correcta de vivir su ausencia. Mi experiencia de aislamiento es
lo que es. Gracias a Dios, encontré fortaleza en las creencias, que se
profundizan mientras lucho por su ausencia y el duelo. Mi espiritualidad ha
crecido con más frecuencia que en el pasado. He entendido que Alix desde el
Cielo me sonríe alimentando mi espíritu. Que disfruta de una larga siesta, mucho
mejor que la que disfrutaba a mi lado. Tengo
fe en que esa separación temporal de mi esposa cumple una función purificadora
y que, al término de dicho periodo podrá entrar en una nueva existencia,
muchas veces superior a la anterior.
En principio, estuve
muy confundido porque mi esposa sufrió y padeció diversas dolencias corporales.
Solo ahora logro aceptar que su vuelo era para descansar. Se me desgarró la
vida y, lloré inconsolablemente. Aunque aún no he podido encontrar un poco
consuelo, aumento mi fe en Dios Todopoderoso. Todas aquellas actividades
domésticas que eran compartidas, ahora debo abordarlas en solitario. Los
eventos que en pareja participamos -graduaciones, nietos y tantas ocasiones
especiales con mis hijos-, ahora se convierten en un mundo diferente y más insociable.
No es exacto decir cuánto durará mi duelo.
Es un mal sueño, como una montaña rusa,
llena de altibajos. Ahora sé que Alix nunca va a regresar. Yo iré a
reencontrarme con ella para dormir el sueño eterno.
Un año
después en la soledad, he lidiado con mi duelo que es tan personal y distintivo,
porque la pérdida repentina es única. Al final de las responsabilidades
maritales, es muy dificil vivir solo, ahora que ella no está aquí.
Ajustándome
a la realidad sin mi esposa, este escrito deja dos reflexiones. Primera. Donde está ella, es muy feliz. En contrario, para
mí, no hay fiestas ni reuniones, pues, aumentan más el duelo por la pérdida del
ser amado. La tristeza se crece más y la soledad es más profunda. De allí, queridos
lectores que, en vida, asegúrense de amar a su ser querido, aférrense a ella, ámenla,
abrácenla intensamente mientras pueda latir su corazón, porque la vida es
corta.
Segunda. En la soledad de la multitud, y en el sufrimiento, quienes calientan
el frio del duelo, son los familiares más cercanos, contados en los dedos de
las manos. Y la compañía de probados amigos que proporcionan un respiro al
dolor.
Civilidad: Estas letras, en memoria de la mujer que sigo
amando.
Lindo mensaje y me conmueve mucho le envio mi saludo fraterno a usted y su hermosa familia, la señora Alix desde el cielo lo reconforta con ese amor tan grande que les brindó. Mil bendiciones.
ResponderBorrarHoy que veo el WhatsApp aprecio tu escrito para Alix y lo encuentro normalmente ajustado a lo que he venido apreciando en éste año de PANDEMIA en el que han viajado por diversas circunstancias personas muy cercanas a mi amistad y cariño y he visitado y en permanente contacto y se repite ese patrón de sentimientos y comportamientos con pequeñas diferencias producto de circunstancias en vida, que propician las mismas y seguramente se repetirán cuando el turno nos toque irremediablemente, por ello mismo entiendo que hay que vivir el momento día a día y agradecer según creencia, el poder disfrutar cada instante sin el dolor y la incertidumbre de ese trance hacia lo desconocido y despojándonos cada día de llevar en nuestro equipaje espiritual, demasiada carga. Sigo orando por tí y espero que lo hagas por mí. Siempre a tu lado aunque no nos veamos, querido y apreciado amigo. Que el Dios de mi creencia, te fortalezca y te proteja siempre.
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