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sábado, 29 de febrero de 2020

La Pirámide del Sol de Popayán


El montículo de tierra, o Morro de Tulcán como es conocido en Popayán, es el cerro más grande, que permite recorrer los 360° de la panorámica de la bella ciudad, creando una sensación de realidad.
El Morro de Tulcán”, realmente fue un cementerio que existió 500 años antes de la llegada de los españoles. Es una elevación de tierra construida por los primeros pobladores de esta ciudad. Los indios Pubenenses ya la habitaban, antes de llegar Sebastián Moyano, (nombre de pila) a quien el rey de España concedió la orden de caballería, en premio a sus proezas, concediéndole el título del “Adelantado Sebastián de Belalcázar” y, cambiándole su apellido, tomado del pueblo donde nació.
Sobre esta colina del pasado precolombino se cuentan muchas historias. Por su dimensión que no deja de sorprender. Es la mayor elevación que circunda la ciudad. Se cree que estuvo dedicada a la adoración del astro rey. Ello es posible, porque los aborígenes: Quechuas, Aztecas y los Chibchas que fueron los primeros pobladores que el español Luis de Daza encontró, eran adoradores del dios solar  representando al Sol o aspectos de él, como son los rayos solares.
Recordemos que para muchas culturas  indígenas, el Sol era un dios; fue venerado a lo largo de la Historia en muchas civilizaciones, como la egipcia, la mesopotámica, la mexica, la incaica, la china, la japonesa, la griega etc. Sobre nuestro montículo asociado a la Pirámide del Sol de Teotihuacán en México, dentro del marco popular de supersticiones, y creencias mexicanas, se dice que, estando en la cúspide, de pie en el centro de la plataforma, si se pide un deseo, éste seguramente se cumplirá. Que, es el lugar apropiado para recibir "energía cósmica" por lo que allá y acá, padres llevan a sus hijos en brazos hasta la cima para presentarlos al cosmos.
Indudablemente, el Morro, fue un templo sagrado donde se adoraban los dioses, el sol, la luna, las estrellas, la lluvia. Pues, a mediados del siglo XX, en la década del 50, el arqueólogo Julio César Cubillos, descubrió vestigios arqueológicos de muchos años antes de que los españoles pisaran estas tierras. Tumbas, ollas de barro, ornamentos y una especie de adobes que conformaban este terreno en forma de una pirámide, recortada en la parte superior, fue elevada para celebrar ritos indígenas.
Los españoles se emocionaron al llegar a este hermoso Valle de Pubenza, llamado así en honor al cacique Pubén, quien gobernaba a los indios Pubenenses, que fueron los encargados de construir el Morro de Tulcán. Levantaron la estructura a punta de adobes de tierra pisada con el único fin de que se pudiera divisar desde cualquier punto el lugar donde habitaban. Este montículo sería el sitio sagrado de la comunidad y un valioso testimonio arquitectónico ceremonial.
Se cree que, este promontorio de tierra en forma de pirámide sirvió de albergue a los indígenas cuando fueron despojados violentamente de sus tambos indígenas (ranchos de paja y madera) desde donde observaban los movimientos de los españoles para atacar. Se dice que una noche de desfile semana santero, cuando se disponían a tomarse la ciudad, los indígenas se atemorizaron al divisar una especie de culebra que lentamente se movía, confundiéndose con los fieles alumbrantes de las procesiones religiosas de los españoles.
No existe soporte investigativo, sobre la creencia de que Popayán tiene un campo electromagnético, precisamente ubicado en el Morro de Tulcán. Sin embargo, las descargas eléctricas de rayos y centellas que relampaguean, caen y que nos acompañan en tiempos invernales, así lo señalan. El mismo, Maestro Efraím Martínez, en su hermoso cuadro Apoteosis a Popayán, crea y representa la diosa del trueno en una figura humana sobre la ciudad. Lo anterior, para indicar que las energías dependen de la disposición de las personas, pues cada quien tiene su propio campo magnético de energía.
Contaba mi madre que, a mediados del siglo XX, se dio una gran polémica porque el poeta Guillermo Valencia manifestó su deseo para que se levantaran dos monumentos conmemorativos. Una estatua ecuestre al colonizador Sebastián de Belalcázar, hechura del escultor español Victorio Macho, diseñada para la plazoleta de San Francisco. Y otra figura justa y merecida, al Cacique Pubén a quien se le debe el origen de nuestra primera ciudad y que debería ubicarse en el Morro de Tulcán. La verdad, es que, en medio de la disputa de aquel entonces, la efigie del Cacique Payán se perdió.
Para quienes sentimos que nos corre sangre de los pubenenses, creemos que se le haría un honor a la cultura indígena, ubicando una representación del Cacique Pubén en homenaje a su lucha por defender estas tierras. De paso, cumplir con el deseo de nuestro máximo icono de la lírica hispanoamericana, Guillermo Valencia Castillo, erigiendo la figura de Don Sebastián de Belalcázar en la plazuela de San Francisco, donde el escultor Victorio Macho la diseñó.
En estas noches de frío invernal, continuaré retrotrayendo con la nostalgia de un pasado glorioso. En mis escritos trato de transmitir mis sentimientos cuando leo historias, leyendas, costumbres y lugares del pasado de Popayán. Escribiré con frio en el alma sobre los rincones más emblemáticos, calles, plazas, parques. Contaré sobre los lugares abandonados y suspendidos en el tiempo entre el encanto de una época ilustre y los problemas del presente. Lo haré, contra toda la indiferencia de quienes la han gobernado, porque los lugares abandonados nunca mueren.
Civilidad: Alguien con dominio armonioso, algún día, tomará la decisión de producir algo que recuerde el maravilloso pasado de Popayán visto con los ojos del presente.


sábado, 22 de febrero de 2020

Poniendo al día los apodos en Popayán


En el Popayán que se nos fue, era tradicional reconocer a las personas por su sobrenombre. Antiguamente, el apodo sustituía al nombre en forma cariñosa. En muchos casos, los apodos se heredaban con orgullo, transmitiéndolos a sus hijos. Eran pues, los remoquetes geniales, nacidos de la picaresca patoja. Era moda. Las gentes se conocían más por la “chapa” que por su nombre de pila. Pese a guardar en mi memoria los nombres y el motivo de los motes, los omito para evitar molestias, devolviéndome en el tiempo, así:  
Alacrán: Médico famoso, pero malgeniado.
Alicate: Dueño de la Viña, (apodo heredado a su hijo Alirio López)
Autogol: Porque lo hicieron sin querer.
Agüita de Coco: Carrillo, por su calva, quien trajo la primera guitarra eléctrica a Popayán.
Biombo: Porque solo servía de estorbo a la familia.
Bombero: Borracho cansón que apagaba cualquier fiesta, por prendida que estuviera.
Bombillo flojo: Tenía un "tic" en los ojos que lo hacía parpadear.
Búho: Porque solo salía de noche
Care-choclo: Por su cara con acné.
Care-reloj: Conductor de la licorera de cara redonda.
Care- jigra: Era un lustrabotas de cara arrugada.
Care-tigre: Guardián de la antigua “cárcel del proceso” con vitíligo, manchas de care-tu mama: Un decir del apreciado ingeniero Paz.
Care- moneda: Por su cara redonda.
Care-pellisco: Por su nariz y boca fruncidas.
Care-puño: Porque tener la nariz achatada. 
Carpa de circo: la clavaban en cualquier parte
Cárcel: Porque no tiene barros sino "barrotes"
Carramplón: Collazos
Calzoncillos: Hermanos que andaban siempre juntos
Casquifloja: Muchachona fácil.
Comidota:  Por tragaldabas (tragón)
Chorro de humo: Fumador empedernido.
Escalera: Próculo González, dueño del bailadero “El Bambú”.
Estribo: Porque solo metía la pata.
El pollo López: Padre del actual alcalde de Popayán
Espanta la virgen: Por feo
El ovejo: Fernando I. C.
El matador: Jairo Navia
El panadero: Collazos
El ronco: López
Fiambre: Comidilla de todos los paseos.
Jeta de colada: Zúñiga, por su hablar enredado.
Jueves santo: vigilante del banco del Estado, siempre en corbata.
Garulla: Por bullanguero
La machaca: Una mujer ardiente.
Las cagadas: La embarraban en todas partes.
Mejoral: Porque se creía que servía para todo.
Mil toneladas: El gordo Muñoz.
Milloncito: Porque no hablaba sino de dinero.
Mariposa: Copera de bar que volaba de mesa en mesa.
Mueble fino: Por lo viejo y bien acabado.
Morrocoy: Solo se veía de noche, o porque con él, siempre se perdía.
Niño Sano: Conductor camionero muy gordo.
Oblea: Dama grande o alta.
Orinal: Por tener salida la mandíbula inferior.
Panelita: No por dulce, sino por la boca cuadrada.
Papaya verde: porque la tocan, pero nadie se la come.
Pambazo: Rafael García compañero de pupitre en la escuela.
Pate-rosca: Carlos Muñoz, compañero mio, de sala de partos en el Pabellón Primo Pardo y de día de nacimiento (5 de enero)  
Polo norte: Estudiante, con todo bajo cero.
Ringlete: Porque no hace sino voltear.
Rendija: Por tener la mirada como cuando se mira por el ojo de una llave antigua
Ratón de Iglesia: Gerardo Delgado porque andaba de iglesia en iglesia
Saco: Carlos Hidalgo
Sal de frutas: Porque se sulfuraba con facilidad.
San Andresito: Por la cantidad y variedad de collares, cadenas, pulseras y anillos que se pone.
Seis y cinco: Por un tic, inclinando la cabeza sobre el hombro izquierdo.
Sobrado de tigre: Porque le faltaba un brazo.
Sol: porque el sinvergüenza se iba al atardecer y regresaba con la salida del sol
Submarino: Más bruto que su hermano Marino.
Supermercado: Por tener toda clase de granos.
Torre de Pisa: La solterona que siempre tuvo inclinación, pero nunca cayó.
Trofeo: Por orejón.
Trombón: Ingeniero conservador de prestigio político.
Trompe- buque: Por lo jetón
Ventarrón: Comerciante de apellido Mosquera
Visitica: Porque preciso, llegaba a la hora de las comidas.
Kumis: Un basquetbolista por la blancura de su piel.

La lista de apodos es bien larga. Hoy evoco una pequeña muestra de sobrenombres de personajes pertenecientes a todas las actividades humanas. Los remoquetes que provienen del pasado histórico, entre ellos: el famoso filósofo griego Platón, quien se llamaba Aristocles, practicante de lucha libre, por lo cual había desarrollado un cuerpo atlético, lo que hizo que su entrenador lo apodara Platón, que significa espaldas anchas, quedando así para toda una eternidad. Iván El Terrible, cuarto zar de Rusia, quien debe el apodo a su personalidad cruel y despiadada.

sábado, 15 de febrero de 2020

Inestabilidad tributaria


No es posible hacer planeación tributaria y menos, atraer inversión, cuando los gobiernos toman “medidas temporales para financiar gastos permanentes”. La falta de reglas claras y estables en materia de impuestos, así como la proliferación de reformas tributarias y la alta carga impositiva son algunos de los factores que hacen que nuestro país se torne poco atractivo para los inversionistas. Sin duda alguna, la inestabilidad tributaria es la peor aliada del sistema impositivo colombiano de cara a la globalización.
En los últimos 10 años Colombia ha tenido cinco reformas tributarias, en promedio una, cada dos años, sin contar con los cambios en materia fiscal introducidos por normas no tributarias como los planes de desarrollo. De allí que, con los frecuentes cambios, los profesionales en esta materia cada año, desaprendan lo aprendido. Pues, cada cambio en la estructura tributaria tiene un efecto negativo y significativo en el crecimiento económico.
En el año 2014 el gobierno creó la “Comisión de Expertos”, encargada analizar el sistema tributario de Colombia y, atendiendo las recomendaciones las convirtió en la Ley 1819 de 2016, promocionada como la “gran reforma estructural”. Sin embargo, ante el intento fallido de recaudar la cuantiosa suma de $14 billones, el país se vio precisado a discutir nuevamente cambios profundos al sistema tributario. Apartándonos de la urgencia del recaudo y del hecho incuantificable que representan las exenciones propuestas, habría que concluir que todos los beneficios que consagra la “Ley de Financiamiento”, tienen fundamento válido y que la mayoría tiene sentido.

Posteriormente, en el 2018, expidió la Ley 1943, llamada “Ley de Financiamiento”, reforma tributaria, que fue muy cuestionada por el camino seguido para solucionar el faltante en el recaudo que se planeaba suplir con la imposición del IVA sobre los productos básicos de la canasta familiar. La Corte Constitucional, estudió tres de las 24 demandas que cursaban en contra de esta norma, encontrando que hubo muchos errores de procedimiento en el trámite de la iniciativa del gobierno en el Congreso, así que la “tumbó” por completo, perdiendo vigencia desde el 1 de enero de 2020.

Como consecuencia de la declaratoria de inexequibilidad de la Ley 1943 de 2018 (Ley de Financiamiento), por parte de la Corte Constitucional, el Congreso de Colombia contra viento y marea, aprobó la nueva ley, también, inestable e inequitativa, a altas horas de la madrugada; ley que rebaja los impuestos a las grandes empresas y fija la devolución del IVA a las rentas con menores ingresos. Aprobaron la polémica reforma tributaria, sin considerar que, llevaba meses alimentando el rechazo de los manifestantes que lideran las protestas. Hay que aclarar que la Ley 2010 de 2019, es otra Reforma Tributaria y no una Ley de Financiamiento, dado que establece modificaciones al régimen tributario actual con el objeto de incorporar las disposiciones de la Ley declarada inexequible y no tomar medidas especiales para financiar el supuesto faltante de recursos para el Estado, déficit existente en el año 2019, uno de los objetos que tenía la Ley 1943.

Hoy, con apenas 57 días que tiene de vida la nueva reforma tributaria, Ley 2010 de 2019, denominada como la Ley de Crecimiento Económico, se dice: tiene más vicios que la calle del “cartucho” en Bogotá. Por lo que, de nuevo cuatro demandas han sido radicadas ante la Corte Constitucional contra varias de sus disposiciones, pidiendo que sean declaradas inexequibles. Pues, se trata de una ley inequitativa que beneficia a los grandes capitales del país, y que golpea los bolsillos de los colombianos pobres y de clase media. De nuevo, el Congreso tiene la responsabilidad, al aprobar una ley con trámites que no están en la Constitución o que la contradicen ¡Se asoma otra reforma tributaria?
Ante el enrarecido ambiente por la volatilidad tributaria, la Universidad del Cauca, que no olvida a sus egresados, desde hace cuatro años, ha formalizado encuentros con seminarios de actualización tributaria. Bajo la coordinación del Magister Guillermo Cuellar, la Universidad del Cauca, da cumplimiento a una las funciones misionales de dar proyección social. En buena hora, el pasado fin de semana, sin costo alguno, 240 profesionales de la Contaduría Pública, se acogieron al seminario de actualización tributaria. Capacitación que estuvo orientada a analizar posiciones fiscales adoptadas, frente a los diferentes cambios que se han originado con la última reforma tributaria para empresas y personas naturales, de manera que, permita tener un panorama claro para la toma de decisiones.





sábado, 8 de febrero de 2020

Corona para pagar deudas







Harta tinta seguirá corriendo debajo del puente del “Humilladero”, sobre la siguiente historia real. Permítanme retroceder un poco.
Había en Popayán una hermosísima corona de incalculable valor que lucía en sus sienes la Santísima Virgen de la Inmaculada Concepción. Lástima, porque ya no podemos hacer alarde de semejante tesoro. Como por arte de magia, en un cubilete,  se alzaron el botín de Popayán y de Colombia, hace más de sesenta años, apareciendo en Nueva York.

En ese repudiable y lamentable affaire, sin duda, el arzobispo de aquel entonces, su señoría ilustrísima Maximiliano Crespo, sabía del decreto del primero de junio de 1934, que imponía la obligación de vigilar con el mayor cuidado los bienes de la Iglesia que se hallaban en poder de particulares. Sin embargo, el desprendido prelado como autoridad eclesiástica permitía que los bienes de ciertas cofradías permanecieran al cuidado de familias “piadosas” que custodiaban en casas particulares. Es posible que su laxitud diera origen a que muchos de esos bienes se perdieran, porque los tenedores, desde luego, de “buena fe”, se consideraban amos y dueños de semejantes tesoros. La desaparición de tal fortuna, ha dado mucho de qué hablar. En murmullos callejeros  se dice que sobre el jactancioso pellejo de los notables payaneses nunca obró la justicia terrenal, pero  si las maldiciones que  recayeron sobre las familias supuestamente implicadas.
Por esas calendas el rico y generoso patrimonio eclesiástico, representaba un desmesurado crecimiento de bienes, entre otros: joyas, elementos litúrgicos, en efectivo y en bienes inmuebles. El manejo prolongado de mayordomía, no solo era un germen de desorden, sino de corrupción rampante. ¿Por cuantas cofradías y manos de beneméritos e ilustres mayordomos, debieron pasar semejantes tesoros, sin entrega mediante inventarios?

La historia narra que desde finales del siglo XVI la Cofradía, era sostenida con rentas propias que los devotos a través de testamentos dejaban jugosas donaciones para el culto de la Inmaculada, dirigida por un mayordomo, hoy denominado síndico, designado por el Obispo, por lo general, de por vida. Desde el inicio de las procesiones en Popayán en 1588, se empezaron a guardar como si fueran los propietarios de tan hermosísimas alhajas en los hogares de los mayordomos, al igual que en la generalidad de las congregaciones religiosas. Ya, en el año 1605, es decir hace tres siglos, la matrona Catalina de Oñate, hacía referencia a "la santa imagen de la Virgen de la Concepción, con su riquísima corona" como patrimonio de la Cofradía. Confirma tal aseveración, sobre la generosidad del Popayán que se nos fue, los vestigios de las preciosas joyas que aún quedan, engalanado los cincuenta o más pasos de la Semana Santa.

No se conoce, el nombre de los orfebres que con manos prodigiosas  fabricaron tan bellísimo ornamento religioso para pagar deudas a la Virgen. Solo se sabe de buena tinta, que recogieron el oro en toda la provincia, incluida la costa Pacífica, para construir esa joya que representa el globo terráqueo rematado con una cruz.
La Corona de la Virgen de la Inmaculada Concepción, ahora conocida como “La Corona de los Andes”, se elaboró con dos kilos y medio de oro y 443 esmeraldas colombianas, que sumadas rondan los 1.500 quilates. Fabricada con el único propósito de  adornar la imagen de la Virgen de la Inmaculada Concepción durante las procesiones y fiestas religiosas en Popayán.
Hasta la fecha, no existe explicación legal, sobre cómo, el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, en diciembre de 2015, la adquirió. “Hoy es una de las piezas más importantes de su creciente colección de arte colonial latinoamericano”. “Es una de las piezas de orfebrería más importantes que quedan de la época colonial en América Latina.
Quien iba a pensar, en lo grave y lo paródico; lo bobo y lo serio; lo pagano y lo cristiano. Jamás se imaginaron, quienes la construyeron que, se originaría tremendo escándalo, que habría de polarizar a la advertida opinión pública, pero sin resultados para esclarecer y recuperar tan preciado adorno religioso que de monetizarse alcanzaría para pagar todas las deudas del municipio de Popayán y sobraría.   


sábado, 1 de febrero de 2020

El placer de escribir


Desde cuando tenemos uso de razón se nos enseña a hablar, leer y escribir para expresar lo que pensamos en forma comprensible para los demás. Hace varios siglos, escribir y leer eran actividades profesionales. Quienes aprendían el oficio de las letras, a ellas se consagraban por el resto de sus días. El problema de la alfabetización comenzó cuando se decidió que escribir no era un don sino una obligación y que leer no era marca de sabiduría sino marca de ciudadanía. Muchas cosas debieron pasar entre una época y otra. Múltiples evoluciones sufrieron los primeros textos de arcilla o de papiro hasta convertirse en libros reproducibles, transportables, fácilmente consultables, escritos en las lenguas derivadas del latín.  Así, los lectores se multiplicaron, los textos escritos se diversificaron, apareciendo nuevos modos de leer y nuevos modos de escribir. Hasta hoy, cuando leer y escribir, es una política social del Estado. En todo caso: niños, adultos, hombres, mujeres, los sin empleo, los inmigrantes, los jubilados, etc., y cualesquiera que sean los propósitos con que lo hagan para aprender, para informarse, para entretenerse, o para encontrarle otro sentido a la vida. Sobre esto, el escritor portugués, Fidelino de Figueredo, afirma: “La vida, la palabra y el pensamiento son inseparables; pensar y saber es querer decir y poder decir, porque lo que el hombre siente y piensa lo incorpora al mundo de las palabras. El juicio, pieza nuclear del pensamiento lógico, sólo existe en el cerebro del hombre por su traducción en frase”.
En cada época y circunstancia histórica se ha dado nuevos sentidos a los verbos: leer y escribir que, cumplen el fin del lenguaje.  Entonces, para escribir solo hay que tener algo que decir y, saber cómo contarlo. Con voluntad y el deseo de leer se pueden hilvanar palabras. Lo importante para el escritor no es solo tener algo que decir, sino que lo que escriba, sea de interés para los lectores.
El uso del lenguaje es un fenómeno complejo porque, si no es fácil hablar, menos lo es escribir con corrección. Todos en la vida hemos tenido, alguna vez, el problema para descifrar algo escrito por quien ignora lo más elemental del arte de escribir, por lo que, puede decirse que el escritor no vale por lo que escribe sino por lo que ha leído. En muchas ocasiones, hasta el pensamiento más sencillo, se malinterpreta. Por eso, todo lo que se escriba o se diga debe ser coherente para evitar que lo saquen de contexto, aunque siempre se dice que, “errar es de humanos”. Por eso, los editores de todos los periódicos incluyen una sección ocasional denominada: "fe de erratas", para reponer errores y calamidades cometidas por sus periodistas.
Entonces, para expresar el pensamiento en forma escrita es imprescindible hacerlo con corrección y estilo propio. Pero, además, a la escritura debe añadírsele precisión, elegancia, claridad y armonía por respeto a los lectores. Hay quienes dicen que escribir es un don del cielo, pero la imaginación no se aprende. Se aprende, emborronando muchas cuartillas, tachonando y corrigiendo para adquirir la habilidad de escribir. Para mí, escribir públicamente, es hacer un viaje a la verdad, en travesía por el reino de la fantasía y la mentira.
Los que venimos de un pasado mejor en literatura, arte, música…, ahora vamos hacia un futuro complejo, seducidos por el Internet. Sin embargo, ese avance tecnológico no puede ser el prematuro funeral del libro, que conserva la magia, la textura y el olor, con el que hemos convivido durante siglos.
Es que, el solo hecho de abrir un libro, permite percibir su seductor olor a nuevo; papel nuevo con letras por aprender. Cuando iniciamos la lectura, empezamos a descubrir dicho misterio, descifrando cada palabra, cada frase, sin que ninguna sobre ni falte. Y mejor aún, al concentrarnos, sentimos que libro y lector es uno solo. Por eso, quienes prefieren la televisión o la Internet, se equivocan pensando que el libro desaparecerá, porque no saben el sortilegio que se esconde tras sus hojas.  Las páginas del libro elaboradas con bastante esfuerzo y dedicación son pura magia. Es un secreto que nos hechiza, como si escaláramos un edificio para llegar al último capítulo, la última palabra, la última sílaba.
Proverbio árabe: Los libros, los caminos y los días, le dan al hombre sabiduría.