Como todos los años de toda la vida, de tanto repetir esta temporada navideña, se nos naturaliza, es decir, hace parte de nuestro organismo mental y se niega a ser cambiada.
La frase: Feliz Navidad, es una
expresión muy hermosa que encierra la intención, el deseo, de la alegría de
nuestros corazones. Para quienes reconocemos el origen de la Navidad,
celebramos esta fecha en armonía con el significado de la misma, sin meternos
en el torbellino comercial consumista de este tiempo. No olvidemos que Jesús viene a decirnos a
todos los hombres que hay esperanza, que se puede comenzar de nuevo. Que Dios
está interesado en la humanidad y que viene a ser como uno de nosotros, de los
más pobres, para estar cerca de todos, y sentir lo que sentimos.
Esta es una reflexión tan cierta, que nos anima a
meditar y a cambiar paradigmas. Por eso, en estos tiempos de fin de año,
cansados ya de todo el recorrido de trabajo, estudio, etc., nos colocamos en
situación de balance. Como en un respiro, para empezar de nuevo, aprovechando
el paréntesis que se produce por las fiestas de Navidad y Año
Nuevo. Pero sin duda, es el resultado de
todos esos bellos cuadros que nos
incorporaron en nuestra niñez, tradicionalmente en nuestras mentes. De
allí que no podemos reemplazar el sentimiento de adoración a Dios.
Por lo tanto, la “bajada” del Niño
Dios, para la chiquillada de otros tiempos, a quienes nos enseñaron su adoración, era en reciprocidad al buen comportamiento
durante el año escolar, el manejo de las buenas costumbres y la observancia de
normas de Urbanidad y Civismo.
En esos tiempos idos, escribíamos una
carta especial, con peticiones de beneficio colectivo y no sólo personales.
Pedíamos para que a nuestros padres y familiares, el Niño Dios les concediera
licencia para vivir, y oportunidades de trabajo para que no faltara nada en el
hogar. Así empezaba el petitorio, cuando apenas garabateábamos las primeras letras. Como en Navidad se acostumbra regalar, también es tiempo de agradecer. Es una
estupenda ocasión para enseñar a los hijos a valorar los obsequios que reciben,
no sólo de personas, sino también del Niño Jesús, por ejemplo: la unidad
familiar, la salud, la educación, los alimentos, los amigos, etc.
Hoy, en medio de la
fuerte crisis en torno a la integridad de la familia, Dios nos trae de nuevo ese
modelo pleno de amor familiar, presentándonos a Jesús, María y José como el
digno ejemplo de la auténtica familia. Momento propicio para que
nuestros hijos aprendan a vivir esta época como una celebración de fe, de
valores, de familia y de alegría. De esta manera les enseñamos el
verdadero significado y evitamos que se convierta en una fecha “consumista” en
la que sólo importan los regalos.
Aunque no todos celebran la Navidad,
ella nos trae enseñanzas. La Navidad debe ser siempre un momento de encuentro
familiar, de expresión de alegría, de buenos sentimientos y nuevos propósitos
para el año que viene. Y claro, tiempo de intercambio de felicitaciones, de regocijo,
regalos y de generosidad para con el que
no tiene. Tiempo de dar y recibir. Es pues, la Navidad una bonita ocasión para
renovar nuestras ilusiones y esperanzas, especialmente, de aprendizaje para los
niños.
Pidamos también, al Niño Dios, para que
la paz sea una realidad para Colombia. Que al Gobernador y Alcalde salientes, les conceda salud y
ventura, y para los entrantes, mucha sabiduría para que gobiernen con justicia,
equidad y transparencia centrando todo su esfuerzo en el aprovechamiento y
potencialidades de la región en beneficio de todos sus habitantes, sin
discriminación. ¡Divino Niño Jesús, bendecimos con amor!
Civilidad: Cultivar la bella
tradición de la Navidad.
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