Tan pronto apagué mi
vela, me puse a escribir estas líneas. Imposible dejar de narrar semejante
acontecimiento excepcional, que únicamente se cumple en la amada Popayán. En
tanto que, en casi en todas las capitales del mundo como: Paris (Francia), Johannesburgo
(Sudáfrica) Hong Kong (China), Berlín (Alemania), Seúl (Corea del Sur),
Viena (Austria), Yangón (Birmania), Ankara (Turquía) y, la Habana (Cuba), entre
otras, el día internacional de los trabajadores, durante el primero de mayo, se
conmemora, mediante protestas buscando reivindicaciones sociales y laborales a
favor de las clases trabajadores por parte, especialmente, de movimientos
anarquistas y comunistas. En
Popayán, el primero de mayo es original. Desde tempranas horas de la mañana,
empieza la ´pelea´ campal por un espacio en la Plazoleta de la iglesia de San
Francisco, porque adentro no cabe un alma más. La
concentración es en torno a la venerada imagen del auténtico “Patrono de
Popayán”, el “Ecce Homo” - expresión latina que significa “este es el
hombre”. Fieles fervorosos se congregan para escuchar la santa misa para luego,
acompañar por las céntricas calles de la ciudad la procesión del Cristo
golpeado y atado en una gran demostración de fe y esperanza.
Ríos de gente, hombres y mujeres testigos del sol, en expresión
de devoción religiosa, se lleva a cabo todos los años, en esta ocasión, multitudinaria.
Más de treinta mil personas, entre niños, mujeres y adultos, acompañamos la
imagen, que ya no es sólo de los ´patojos´ sino de los fieles católicos de
diferentes partes del mundo que asisten a la parroquia; que sienten en sus
corazones esta religiosidad y que aprendieron a aspirar el olor humeante de
incienso, de velitas, velas y hachones de laurel como el mejor regalo para el
mundo. No hay duda, seguirá vigente y en aumento, porque se trasmite de
generación en generación.
En un hermoso día, con
ardiente sol, miles de fieles católicos como servidores de Dios,
desfilamos al son de alegres canciones entonadas por bandas y chirimías,
escoltando al santo de nuestra devoción. Tremenda demostración de
reconciliación entre hermanos y seguidores de Cristo flagelado. En profundo
recogimiento, penitentes descalzos, la apretujada muchedumbre marchó, sin
publicidad, sin arengas, sin grafitis, ni protestas, sin el Esmad, orando,
rogando, pidiendo y agradeciendo los favores recibidos. Mirando el rostro y el
cuerpo del Amo azotado. Renovamos nuestra confianza al Dios que acompaña
nuestras vidas. ´Ese Hombre´ que acompaña la historia de esta ciudad, el mundo
y su iglesia. Ese Dios que quiere la salvación mediante la comunicación de
amor. En la marejada de gente del 1º de mayo en Popayán, todo es adhesión al
“Amo”, sin diferencias de ninguna naturaleza, demostrando que, Jesús, como
Hijo de Dios, no es un agitador social, es un bienhechor de la humanidad,
nuestro único salvador.
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