Con impaciencia, pero sin vacilación esperamos
en la ciudad los pasos por las tradicionales calles. En Popayán durante todo el
año, entre la cofradía de cargueros, no se habla otra cosa más que de Semana
Santa.
Hay mucho ruido en las antevísperas del
plenilunio para escuchar los tambores y para admirar los arcaicos ritos
religiosos, en una sociedad cada vez más laica y menos creyente. Es la temporada cuando más divisas nacionales
e internacionales entran a montones a la ´Ciudad Blanca´, divulgada desde los
vociferantes del “maní fresquito y tostadito” con que se entretienen los
transeúntes. Enseguida, pasan los barrenderos recogiendo toda la basura que se
habla y se tira a las calles.
Con la cruz latina se inicia el recorrido que
incluye las principales iglesias y templos del centro histórico de la ciudad, promoviendo
la religión que, como estudio, es optativo en escuelas y colegios. Así comienza la más arraigada fiesta de los
pasos de Semana Santa cumpliendo la antigua función en la “Jerusalén de
América”. Con el crujir de las ¨andas¨, el grupo de nazarenos elegidos por
cooptación ocupan sus ¨barrotes¨ para cargar a cuestas la Pasión de Cristo.
En el silencio mudo se oye el rechinar de los
arcaicos maderos; se balancean sobre ¨ alpargatas¨ tejidas en cabuya, que con
el transcurrir de los años, se señala en los encallecidos hombros para mostrar el
orgullo a cambio de una alcayata de oro que se luce en la solapa del vestuario
en su postrera existencia. De esta manera, el pueblo payanés conmemora la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo con actos y desfiles procesionales con
apóstoles dormilones de caras bonachonas en el Monte de los Olivos, sin que
falte el chiste ¨patojo¨ del besucón de
Judas. Todo ello, enmarcado en un paisaje único, de colores inéditos mezclados
con la luz y el limpio de sus paredes blancas.
Al aproximarse la Semana Mayor de gran valía
artística e iconográfica de las imágenes que se procesionan, la “Hidalga
Ciudad” como siempre, no interrumpirá sus desfiles, aunque, por primera vez, sin
la presencia de visitantes foráneos. Sin duda será la más esplendorosa y de
mayor fervor religioso de cuantas se han celebrado en 463 años.
En buena hora, el ingeniero Aurelio Iragorri Hormaza en su condición de
Senador de la República y carguero de los “Azotes”, - 40 años de carguío -
logró que su proyecto, No. 134 del 2002, se convirtiera en la Ley 801 de 2004,
mediante el cual el Congreso de Colombia, declara Patrimonio Cultural Nacional
las Procesiones de Semana Santa y el Festival de Música Religiosa de Popayán. Destacando
que además la forma de financiamiento en el artículo 4°, que dice: “A partir de
la vigencia de la presente ley las administraciones nacionales, departamental
del Cauca y municipal de Popayán estarán autorizadas para asignar partidas
presupuestales en sus respectivos presupuestos anuales, destinadas a cumplir
los objetivos planteados en la presente ley”.
Así que, Popayán, ante Colombia y el mundo, confirma su celebración más
importante y religioso acontecimiento.
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