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domingo, 27 de enero de 2019


Conozcamos la ciudad


Viendo los estudiantes pasar, aparecen los recuerdos de mis tiempos de escuela, cuando se respetaba la hilera de niños y niñas. Y me quejo por la incultura que reina en las gentes que habitan mi amada Popayán.  Avanza la ignorancia y la barbarie en esta ciudad, que fue culta por excelencia. Ahora pienso en una cruzada para que quienes en ella viven, aprendan a conocerla y respetarla. Cogió mucha fuerza, la grosería, la patanería a todo nivel. En esta “moderna ciudad”, a nadie ni a nada se respeta, se perdió el sentido de pertenencia.

¡Lástima!,  porque, vivimos en una de las ciudades más bellas, de las más poéticas del planeta, por lo que tenemos el derecho a adoptar un poco de esa actitud. Es decir, sentir orgullo de la ciudad. Posiblemente mucha gente no la conoce, de allí la urgente necesidad de redescubrir a Popayán, conocerla por dentro.

Popayán, no es solo Semana Santa, con el título de, “Jerusalén de América”,  temporada en la cual, es centro cultural y religioso que abre sus puertas a miles de turistas.  Popayán, “Ciudad blanca”, es mucho más: cuna de presidentes, próceres y poetas.  De clima acogedor, arquitectura colonial y espíritu religioso, de amabilidad de sus gentes, que convierten en destino obligado para quienes desean vivir en ella. Sin embargo, sus pobladores no han visto de cerca a Sebastián de Belalcázar, ni tampoco la ciudad desde la pirámide formada por los indígenas, desde donde se impone el conquistador. Predilecto lugar no solo para contemplar la ciudad sino para empezar a amar a Popayán.  

Popayán, está llena de grandes atractivos. El marco histórico, uno de los mejor conservados de América Latina, desde hace más de cuatro siglos sus calles custodian su maravillosa arquitectura colonial. Otra forma de ‘vender’ la ciudad, es a través del Museo Arquidiocesano de Arte Religioso, donde albergan hermosos tesoros artísticos de la orfebrería sacra. Su colección de doce custodias, colma las expectativas de los visitantes. Su esplendor se aprecia no sólo en los detalles de la elaboración, sino en la riqueza de los materiales y la abundancia de piedras preciosas que las adornan. Disfrutar la ciudad, visitando los Templos en Popayán, entre tantas, la Iglesia de la Ermita,  una de las más antiguas, conserva el arte colonial con las imágenes del Señor Crucificado, la Italiana del Jesús Nazareno y la Santa Rosalía de Palermo.  El Santuario de Belén con el patrono de Popayán, el santo Ecce Homo.  Es que, conocer a Popayán, es tan sano como leer un libro; tan nutritivo como aislarse del contaminado mundo con audífonos y selecta música; tan placentero como contemplar la más grande pintura de América, el fastuoso “Apoteosis a Popayán”, del Maestro Efraím Martínez, que de alguna manera expone por qué los patojos nos sentimos orgullosos de la ciudad.

Estas pequeñas perlas para que desde los bancos escolares se enseñe la cátedra Popayán bien contada, infundiéndoles a los estudiantes el profundo amor por la ciudad y a través de ellos, influenciar a padres de familia, acercándolos a la ciudad aún sin explotar turísticamente.
Civilidad: Desde la escuela y el hogar, inculcar la política del orden  y la disciplina en Popayán.


domingo, 20 de enero de 2019


Anecdotario del “cucho”

No es fácil hacer tránsito de una larga vida laboral, al disfrute de la pensión cuando ésta no es suficiente para jubilarse en razón de la vejez. En ese trajín, el “cucho” nunca se detuvo, porque debió educar a sus hijos.  Y le jala todavía, porque aún no termina de pagar las deudas de su casa y de su carro. Por eso, no ha podido dedicarse a la “locha”. Sin embargo, nunca le tuvo bronca a la vida, aunque sufre de la presión alta y de pensión baja.  

Probó la vejez, pero no le quedó gustando. No se ve sentado en la banca de las palomas caídas del parque; pero, entrena solo, en la mecedora de su casa.  No siente el otoño, cuando la naturaleza parece desprenderse de lo que no es esencial. No sigue esos pasos, porque vive en primavera permanente, tiempo de renovación y el verano de plenitud; además, porque desde tiempos de Confucio, la vejez es considerada como la etapa suprema de la vida, donde más sabiduría se acumula.

El mayor privilegio de vivir luengos años, es “ennietecer” (no existe en el DRAE) pero significa, el más dulce y amoroso papel del abuelo frente a sus nietos: disfrutarlos, ser guía y apoyo en la crianza. Motivo suficiente para no pasar una mañana con un tinto, leyendo de gorra “El Liberal” en una cafetería. Prefiere ser consejero al estilo IDEAM, prediciendo lluvias por el dolor del codo y augurar  tormentas por la dolencia maximizada de su prótesis metálica. No es agradable el papel de 70 calendarios, para madrugar sin saber a qué; ni picante en las comidas porque afecta el Cristóbal (colon); porque mucha sed es diabetes; porque un kilo  demás es leucemia; porque todo se vuelve borroso y  gelatinoso; porque se le cae el pelo, pero le crece en nariz y orejas; porque tiene más insomnios que sueños; más amnesias que recuerdos; porque acude a que lo tuteen enfermeras del  control de hipertensos, y al proctólogo, urólogo, cardiólogo, neumólogo, neurólogo, traumatólogo por su democrática vejez para que le extirpen lo que le estorba o para cambiar piezas originales por prótesis. Pero, por más achaques que lleguen, prefiere una centuria de años, ser correcto toda la vida, tener buenos y selectos amigos. No es malo ser viejo, aunque a Dios no le salió del todo bien la vejez, seguramente por falta de experiencia, pues murió a los 33 años. Envejecer es prueba reina de haber vivido muchos años.

No conozco el alemán, llamado alzhéimer, que presenta a diario gente nueva. No pertenezco a ninguna gallada de la Nueva EPS; no promuevo charlas en salas de velación sobre ruidos modernos, eróticos, ni gusticos raros que ahora acostumbran, ni la forma estrafalaria de escribir en las redes ni  “modas” de vestir. A estas alturas de la vida, llegó el momento de dar esos consejos que jamás habría seguido, porque envejecer es tener más ganas de vivir y menos tiempo para demostrarlo. En mi embeleso de edad acumulada, mi meta es vivir de tal forma que lo lamente hasta el dueño de la funeraria.

Civilidad: Orgulloso de pertenecer a la generación siglo XX, que escuchó a sus padres; creció con valores, buenos principios, bajo conductas honradas estimuladas por la legalidad, la responsabilidad y el sentido de pertenencia a la vida comunitaria.

 


jueves, 10 de enero de 2019






Oteando a Popayán desde el Morro de Tulcán

El 24 de diciembre de 1536, el capitán Juan de Ampudia ocupó con sus soldados  la loma de “El Azafate”, donde habitaba el cacique o yasgüén, para que el Adelantado don Sebastián de Belalcázar viniera a fundar una nueva ciudad, después de haber sometido a los nativos.
Al volver la memoria al 13 de enero de 1537, no se puede menos que recordar con profunda gratitud al primer y principal artífice de la fundación de la Asunción de Popayán, nombre que inicialmente se le dio a nuestra patria chica por la que sentimos gran veneración y amor.
Como verán, la Popayán de principios del siglo XX se encaminó por los laberintos de la modernidad y, no por los identitarios, expresados en ilusiones, esperanzas,  temores, complejos, desilusiones y, en el extremo, el deseo de expiación y holocausto de varias generaciones de payaneses que vieron como la ciudad, se ha enfrentado a problemas de enorme magnitud. Por lo que, ojalá en la entrada del  nuevo año  y en este  aniversario de Popayán,  sirva para conjurar los odios y los miedos centenarios.  
En la bien amada Popayán, como en otras ciudades, nos preciamos de mantener la “cultura tradicional”. En 1904, durante el gobierno del General Rafael Reyes, dividieron el Cauca Grande en varios Departamentos. Proceso continuado hasta 1910 cuando aquellos creados en 1908 fueron reordenados, quedando algunos incorporados al Valle del Cauca; otros como Túquerres, Pasto, etcétera, pasaron a componer el Departamento de Nariño. Así pues, Popayán quedó ubicada en el actual Cauca. Esto significó la pérdida de preeminencia y hegemonía sobre el   antiguo Estado Soberano. La clase dominante se vio relegada a una región que, desde el punto de vista geográfico, no ofrecía muchos atractivos, pues se trataba de una zona montañosa, plagada de langostas, de indios y negros, según lo anotan algunos historiadores payaneses de principios del siglo XX. Los salvó de tan grave crisis, la celebración del Primer Centenario de la Independencia de Colombia (1910-1919), pues esta les brindó la posibilidad de “inventar” un pasado glorioso, para con él, identificarse en el siglo XX como una de las mejores aristocracias del país. En un principio se negaron a celebrar la efeméride, pero poco luego, cayeron en cuenta que la fiesta era la ocasión esperada para salir de la crisis. Demostraron y sacaron a relucir sus antiguos esplendores económicos y político militares, pero antes, pusieron en orden la ciudad, pues llegado el siglo XX Popayán estaba al borde de sucumbir en medio de las basuras, el lodo, casas semidestruidas, etcétera. Una vez subsanaron este problema y a medida que el Cauca Grande se dividía, la clase alta luchaba por sobrevivir y “fabricar”  la ciudad blanca.
Este escrito, tiene como objetivo revelar la manera como las castas dominantes no sólo aprovecharon la fiesta del Primer Centenario de la Independencia 1910 para mostrar su identidad, su memoria colectiva, sino también, para construir un tipo de tiempo adecuado a los nuevos desafíos del siglo XX, prefiriendo innovar un pasado glorioso que los identificara como una aristocracia relacionada con los mejores hechos del pasado colonial y republicano.
Civilidad: Volver al pasado ayuda a entender mejor el presente.


sábado, 5 de enero de 2019







5 de enero en Popayán



Fecha del almanaque normal, pero que en Popayán se constituyó desde tiempos remotos en un día del calendario “patojo” muy especial. Algunas administraciones municipales intentaron crear reglas para modificar esta fecha, pero, sin resultado alguno.
Narra la historia que en 1607 hubo una gran rebelión de esclavos en Remedios, Antioquia y, como la mayor población negra estaba asentada en el Gran Cauca, ello generó gran pánico entre las autoridades coloniales. Esa fue la causa del origen del día de “asueto” o día de descanso en el cual, los negros, pudieran ser verdaderamente libres. Para conservar la paz social, la Corona Española concedió el día 5 de enero, mediante “bando” que decía:
“EL PRÍNCIPE, DÍA VACO PARA LOS NEGROS ESCLAVOS”. Ahora entendiendo dicha relación e solicitud de muchos esclavos negros de dicha provincia vengo a deciros a voz que se acoge paternalmente dicha solicitud y se dará día vaco enteramente a los negros y será el 5 de enero, víspera de la fiestas de las Santas Majestades y venerando estima a la Santa Majestad del Rey Negro. Fechada en Madrid. “Yo el Príncipe”​
Este “bando”, que anunciaba el 5 de enero como día libre para la población negra, fue promulgado primero en la capital del Cauca y, para festejar lo obtenido, salieron a las hidalgas calles a bailar al ritmo de la música africana, pintando de negro las paredes blancas.
Mucho después, en la imaginación de las gentes, en el amanecer del seis de enero de 1912, cuerpos salseros, cinturas guaracheras, senos soneros, almas rumberas, que por unas horas se desamarraban de la rutina, surgió la idea de poder expresar la amistad y de compartir la alegría entre blancos y mestizos por el mismo derecho que tenían los negros. Fue así como desde una exclusiva Casa de Citas de la ciudad, donde se divertía, un asiduo visitante tomó la polvera francesa de una de las damas más codiciadas de la clientela para esparcir polvos con aroma de mujer a todos los presentes, gritando: ¡Vivan los blanquitos! como una clara respuesta al ya tradicional juego de Negros. Así nació el juego de “Negros y de Blancos en Popayán”, hasta nuestros días.
Otra cosa es que, como resultado de la cultura y respeto que caracteriza a los pastusos, al momento de poner “una pintica” de negro o de pedir licencia para “un polvito”, se hayan tomado estas festividades como originarias de Pasto, convirtiéndolas en “El Carnaval de Negros y Blancos, declaradas en el 2002, Patrimonio Cultural de la Nación. Cada año, mejoraron las festividades, agregándole otros elementos como: el cosmético y el talco perfumado, la música y
las carrozas con gigantescas y hermosas esculturas construidas por hábiles artesanos que cumplen un papel muy importante con gran derroche de solemnidad; sin olvidar, además, el ingenio pastuso para elaborar comparsas caricaturizando personajes de la vida local y nacional. Pero, sin lugar a dudas, el grito histórico y signo de alegría resonó por primera vez en Popayán.
Civilidad: En el 2025, la mitad de la población mundial vivirá en zonas con escasez de agua ¡Prevenir este desastre es responsabilidad de todos!