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viernes, 28 de diciembre de 2018





Agoniza el año 2018


Mañana lunes, a las doce de la noche, termina el año, lleno de experiencias y comienza otro repleto de sueños, de nuevos y viejos amigos. Así los años van pasando de lo viejo a lo nuevo, casi sin darnos cuenta. Al igual que solemos hacer, “el cierre de la vigencia en contabilidad”; en lo personal, también hagamos un balance sobre lo bueno y lo malo que nos ha sucedido. Iniciemos el año nuevo, haciendo planes de cómo afrontarlo.  Planeemos nuevos propósitos y retos, para luchar por alcanzarlos, aunque al final, difícilmente cumplamos. Apuntemos a un lado los problemas en el duro camino de la vida.
Tomemos un lápiz y una hoja de papel para repasar, escribiendo todo lo sucedido durante el año. Dividamos la hoja en doce partes iguales. Una para cada mes de año. Y cada mes en dos partes, para poner en una, lo desagradable, algo que nos enojó, lo que nos hizo sentir mal. En la otra parte, escribamos los acontecimientos bonitos durante ese mes. Un encuentro familiar, un paseo por el campo, un recuerdo que nos hizo sentir bien y, que al recordarlo, nos haga sentir mejor. Y así, mes a mes, poniendo énfasis, más en las cosas positivas que en las negativas. Si hubo algo negativo, borrémoslo con todo lo bueno que nos da la vida, que es mucho. Seguramente, lo bueno y hermoso será más que lo negativo. Quememos  el papel de esos momentos desagradables, observándolo hasta convertirse en cenizas para seguir adelante sin cargas pesadas. 
Y, en un papel bonito o, en el celular, la foto de todo lo bueno que nos pasó durante el año para echarle un vistazo cuando nos encontremos tristes o sensibles. Son muchas las obras buenas que podemos hacer y escribir, los grandes sueños, propósitos y pequeños detalles: visitar a los padres, viajar, tomarse un café con amigos…, lo importante es que la lista sea lo más realista posible para que sea más fácil cumplirla. Deberá ser un listado abierto, flexible, para cambiar y reestructurar cuantas veces queramos.
En el ya casi concluido año 2018, transcurrieron momentos de pesares y angustias; interminables jornadas de pruebas y dificultades, días alegres y felices. Digamos que ha habido de todo un poco.   ¿Qué quedó? Recapacitemos. ¿Valió el esfuerzo que nos dio fortaleza y progreso? ¿Dejamos a un lado, las dificultades para salir airosos? ¿Aprendimos nuevas y valiosas lecciones? Lo demás, la fatiga, la lucha y el sufrimiento de muchos instantes que pasen a formar parte de la historia de nuestra vida.
Finalmente, mis deseos porque el amor sea capaz de enfriar el acaloramiento de nuestras disputas. Que brille en el corazón humano,  el toque de la espiritualidad, agradeciendole a Dios para que en la ejecución de todos nuestros actos, marque el rumbo seguro del venidero año 2019, lleno de prosperidad y ventura para mis amables lectores, amigos y también, para las enemistades que me pudiera haber granjeado sin saberlo y sin motivo alguno.

domingo, 23 de diciembre de 2018


HORACIO DORADO GÓMEZ
horaciodorado@hotmail.com


BODAS DE ORO

Dicen que llegar a las bodas de oro, es toda una hazaña. Lo cierto es que, un matrimonio excepcional no se da cuando se casa una “pareja perfecta”, se da cuando una pareja normal, aprende a convivir y amarse con sus diferencias. Y se da en un proceso diario, regando y cuidando, aunque con dificultades, para que el árbol crezca. Da sus frutos y de sus ramas salen los hijos y luego, otras ramitas más lindas que son los nietos, que se quieren tanto como a los hijos, hasta conformar un frondoso árbol nutrido de amor. Entonces, haber construido y mantenido firme el tronco familiar, durante 50 años, no es una proeza, fue una travesía, un paseo maravilloso. El sendero de amor se recorre muy despacio, paso a paso, disfrutando unidos para hacer camino. En ese transcurrir de los años, con ejemplo de unidad en el templo del amor, que se llama hogar, se edifica siempre, una familia mejor.
Así, el tiempo pasó tan rápido, que hoy siento como que si fuera ayer cuando conocí a Alix. Nos olvidamos de cumplir años para empezar a cumplir sueños. Pensamos en los hijos y ahora, en los nietos. Así compartimos media centena de años juntos. Hoy, afirmamos que, cincuenta años no son nada en comparación con todo el amor que nos propusimos. Entonces, como no agradecerle a Alix, si ella, además de amor, me ha dado el suficiente ánimo y apoyo en todos los instantes de mi vida para salir avante.  Cómo no conservar nuestro idilio de amor, si ahora más que nunca, debemos sostenernos cuando estemos a punto de caer.
Ahora, más que nunca, después de 50 años, nuestro matrimonio debe ser mucho más fuerte. Luchar contra la idea de que llegar a la vejez, es estar impedido físicamente. Al contrario, la vejez es la recompensa a una bella vida. Por eso, a diario, rogamos a Dios Todopoderoso que nos permita subir a esa gran montaña, con la mirada más libre y serena, sin disminuir nuestras fuerzas. Por ahora, asumamos que esa condición es todavía lejana. Mejor, démonos,  las gracias reciprocas por tanto y amor y paciencia infinita. ¡Feliz aniversario Alix!

Este es un día festivo, de emociones muy diversas para la familia, llena de recuerdos, que empezó con una mirada que concluyó el 21 de diciembre de 1968, cuando decidimos unir nuestras vidas para siempre. Ese día, el sacerdote levantó su mano y bendiciéndonos nos dijo: “Hasta que la muerte los separe”. He aquí un ejemplo para las familias. Si es posible que una pareja permanezca unida en los momentos buenos y malos, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y la enfermedad.

Celebramos cincuenta años de amor, tolerancia y reconocimiento entre los dos con la alegría de vivir bendecidos por Dios y la Virgen Santísima, como buenos cristianos, sin dejarnos abatir por el cansancio, la rutina ni por ninguna una falsa ilusión. Mirando hacia el cielo a los que ya partieron para agradecerles su constante compañía, porque sin importar las nubes de las preocupaciones, su luz y guía, siempre han estado presentes en nuestras vidas. Miremos ahora, a nuestro alrededor, a toda esta familia que nos quiere y que son producto del amor, nuestros hijos: Adriana Cristina, Claudia Cecilia, Horacio Enrique, nuestros nietos: María Camila, Pablo Santiago, Juan Sebastián y Manuel José.

Civilidad: Me atrevo a publicar este evento, aunque no acostumbro con actos de mi vida privada, lo hago para transmitir el mensaje de que la familia debe seguir siendo el núcleo fundamental de la sociedad.

sábado, 15 de diciembre de 2018


Aquellos diciembres






Madrugar a ver la amanecida el 1° de diciembre con la tradición de la “alborada”, era abrir la temporada decembrina en forma ruidosa. La atronadora aurora, con destellos en el firmamento de la pólvora: granadas y cohetones, asustaba a la “patojada”; pero las melodías armónicas de tamboras, flautas y carrascas las hacía brincar sobresaltados de sus camas para exclamar: ¡Llegó la navidad”!
Era la costumbre del amanecer en el Viejo Popayán con que arrancaba la navidad en aquellos diciembres. Me sirve para rememorar aquellos diciembres, como reza la canción, que no volverán. Ello hace retroceder mis pensamientos hacia una infancia ya lejana para recordar a mis padres, a vivir un tiempo que no volverá, en esa mezcla de alegría y tristeza. Lo que hoy escribo aquí, es una colcha de retazos del alma.
Añoro, volver a ser ese niño, en esta ciudad serena, donde abundaba la felicidad, al lado de los seres que me amaron sin renuncia, que, en medio de la estrechez económica, hicieron lo imposible por darme alegría. Ahora, en esta temporada y en las reuniones de fin de año, me reencuentro con los míos, con los viejos de la familia, con la nueva progenie, con los presentes, suspirando por los ausentes.
En mi memoria, tengo viva la imagen de aquellas navidades, atraído siempre por el pesebre, que me permite transmitir e infundir a mis descendientes los personajes al lado del Dios nacido: la Virgen, San José, sin ignorar la mula, el buey, y las ovejas. Sin olvidar adoradores en desfile, los reyes magos de todas las razas, haciéndome sentir aún, parte de esa escena en que se arropa mi familia para ser felices celebrando y compartiendo.
De esa tradición, saco del baúl de los recuerdos, manualidades navideñas de mi madre, sus obras de arte que llevan el primer premio de mi admiración. Había aprendido de mi abuelita, quien tenía unas manos prodigiosas para confeccionar: manteles verde-rojos, cojines con adornos plateados y dorados, guirnaldas y coronas verde-nevadas, que como telas mágicas lucían por doquier de la casa, en cuyo ejercicio artesanal, quedaba impreso el sello inconfundible del amor de madre.
Evoco la insistencia, para enseñarme a escribir con buena letra, ortografía y sobre todo con la fe que la “cartica al Niño Dios” sería atendida por provenir de otro niño aplicado y estudioso de la tierra. La colocaba con anticipación para que el ángel de mi guarda, viniera a recogerla. La ´bajada´ del Niño, la esperada ansioso y con juicio para que se cumplieran mis pedidos.  En unas navidades hubo abundancia, en  otras, menos, pero siempre se acordó de mí. No recuerdo que me haya quedado sin desempacar los regalos al pie de pesebre. Hoy, a Dios gracias, puedo decir que aprendí a valorar lo que tengo y a darle un sentido más amplio a la vida, por lo  que me inculcaron cuando niño. Conservo esta linda tradición que continúo trasmitiendo a los míos.
Para mí, la Navidad sigue siendo tan linda como entonces. Mi esposa y yo retomamos al pie de la letra las enseñanzas recibidas de nuestros mayores. Juntos acompañamos nuestras nostalgias, mientras recordamos, con la misma forma y el mismo brillo al mensaje universal de paz y renovación anual que esta época trae consigo. Igual, hoy, nuestros nietos recogen la carta en el pesebre que un día nosotros recogimos para transmitir con ella los deseos de amor y prosperidad en estas fechas tan representativas en la vida de las familias.
Civilidad: Que los bellos recuerdos, no dejen perder el sentido de la Navidad.


domingo, 9 de diciembre de 2018

HORACIO DORADO GÒMEZ
horaciodorado@hotmail.com

Unidad familiar en torno a las costumbres

Como todos los años, esperamos la navidad. Época para irradiar amor puesto en lo alto. Cariño, afecto para la familia y desde luego, para renovar la fe en Dios. No hay ninguna disculpa para no compartir con los hijos, ni mucho menos, para dejar de inculcar los valores y para transmitirles la felicidad que está adentro del corazón vibrante de alegría con tantas cosas lindas, y símbolos navideños que aprendimos cuando niños. Entonces, es tiempo para remozar la Navidad que está llena de tradiciones.

Cuando empezamos a hablar de Navidad al final de cada año, es la señal del restablecimiento de cosas transmitidas de generación en generación, muy anteriores a la nuestra. El pesebre, el árbol de navidad buscándole el sitio ideal, con los mismos adornos y figuras, posiblemente heredados de nuestros abuelos, cada uno contiene su propia historia, custodiadas con esmero. Son momentos de energía sacada de donde no las tenemos, un día específico para renovar el gozo y el espíritu navideño de toda la familia. Desde los ansiosos niños por adornar el hogar, hasta las recomendaciones de los más viejos, con indicaciones de: “quite aquí, ponga allá”, hasta que todo quede “regio”, a decir de las señoras.
Todos esos sentimientos de alegría caracterizan la unidad de la familia alrededor de las costumbres. No finalizan con la celebración, porque siempre estaremos a la espera del próximo año. La casa queda triste después de desvestirla, porque las tradiciones forman parte de un pasado y a veces con nostalgia, porque las personas que compartieron esas costumbres ya no están entre nosotros.
Necesario, entonces, conservar la Navidad tradicionalmente, porque son partes estimulantes de nuestras vidas. De cada núcleo familiar depende su mantenimiento para que los que siguen, aprendan a amar a los demás, poniendo en alto el amor y la paz. La felicidad no solo está en los regalos materiales. Lo primordial es disfrutar con alegría y espiritualidad. Transmitir el mensaje de renovación de fe y la alegría que acompaña las tradiciones navideñas, es la manera de cultivar el espíritu y encontrar felicidad al interior de cada uno. Con cada acto volvemos a ser niños. Hablar sobre el significado de la Navidad en las distintas tradiciones religiosas y contar anécdotas sobre la celebración de estas tradiciones en la familia es la forma de fortalecer el espíritu navideño. Son momentos para compartir con las personas queridas y para dar, no solo para recibir. La Navidad es tiempo de costumbres que invitan a participar de un mensaje de amor y de entrega.
Es temporada de enseñar a los hijos a compartir con aquellos que lo necesiten, a ser solidarios y a estar dispuestos a dar desinteresadamente. Aquello que pedimos desde nuestro corazón tiene un gran valor., por ejemplo, salud para un familiar, bienestar para los amigos o vivir en armonía. Ante los cambios del mundo moderno, muchas de estas tradiciones se han ido perdiendo. Hoy, muchos niños parecen ajenos a los rituales familiares de antaño. . Aprovechemos para rescatar, con hijos y nietos, tradiciones como cantar villancicos, hacer la novena e intercambiarlas con los vecinos, contar historias de Navidad, hacer manualidades o jugar aguinaldos.
Civilidad: Estas celebraciones en familia crean vínculos emocionales de amor y alegría.

sábado, 1 de diciembre de 2018








Llamado a la razón

Imposible sustraerme de escribir ante los trances impulsivos a causa de la protesta estudiantil. Alzo mi voz y empuño la pluma con todas mis fuerzas como luchador democrático para llamar a la razón a estudiantes, directivos universitarios, padres de familia y autoridades para que consoliden el diálogo que contribuya a restablecer el sosiego en la ciudad.  Entendiendo que un Estado democrático como el nuestro, debe tener una institucionalidad avanzada y fuerte, cuanto más eficientes sean las leyes que se aplican, y cuanto menos los ciudadanos se desvíen de ellas.
En la línea, de pedir al gobierno nacional incremento presupuestal para la universidad pública del país, coincidimos y apoyamos plenamente la decisión de protestar, siempre y cuando, sea pacíficamente, como un ejercicio de verdadera acción cívica para expresar de forma pública la inconformidad o insatisfacción.  
Pero, Popayán no debe convertirse en campo de batalla, cuando ni siquiera se han cerrado los caminos de diálogo, y se mantienen las libertades y garantías para ejercer los derechos de movilización, aunque la resolución del conflicto esté en la capital de la república.
El papel de la desobediencia asumido por los estudiantes, quebrantando la libre circulación, mal interpretando la teoría constitucional del artículo 24; vulnerando el derecho a vivir en condiciones de paz y tranquilidad de los otros (art.86) Y, además, destruyendo o menoscabo los bienes de propiedad ajena, sea propiedad pública o privada, conlleva a acciones delictivas que no se pueden tolerar.
Si los estudiantes querían llamar la atención del gobierno nacional, ya lo hicieron, consintiendo el uso de capuchas o pasamontañas, siempre ligadas a la violencia. Me resisto a creer que desde el interior del Alma Mater, se incite a los universitarios, como tampoco creo que entre los “infiltrados” estén reconocidos periodistas de la ciudad. Repudio el amotinamiento contra la “Ciudad Blanca” que recibe maternalmente a los universitarios. Vandálicos momentos vivió Popayán, tras el operativo de desalojo de una vía del centro histórico de la ciudad. Sí, vandálicos, expresión precisa para catalogar a quienes rompieron vidrios, pintaron, rayaron las paredes y arrojaron bombas incendiarias contra el palacio municipal.
Lanzar papas bombas, es un atentado criminal, contra los hombres del Esmad, que son un recurso extremo; pues en principio, las autoridades no deben acudir a este tipo de mecanismos para disolver cualquier protesta. Pero, desde luego, hay límites. Si son atacados, provoca reacciones de ese escuadrón que conforma la primera línea que le pone el pecho, no solo a las protestas y desórdenes, sino también a las críticas de algunos ciudadanos. Triste, porque estudiantes y policías son del mismo pueblo, por lo que no deben catalogarse entre sí, como enemigos.
Es preciso reconstruir el diálogo para construir y no destruir. Con argumentos académicos confrontados con la realidad financiera del país. Cifras y soportes para un análisis crítico del gobierno y el resto de comunidad académica para reexaminar la calidad de la educación y la acreditación. El tema no debe ser monotemático en su análisis, reducido a la cuestión de recursos económicos para cubrir el desbalance presupuestal; necesarios, pero no como única solución. Deben actuar en conjunto para enfrentar otras alternativas, con sostenido diálogo conciliador y proactivo, con los estudiantes para establecer controles y, avanzar en los criterios de calidad para una reforma universitaria.
Civilidad: Al ingresar a la universidad el estudiante, se encuentra un nuevo mundo, pero al egresar se encuentra otro.



Caminar la ciudad

Dejé pasar el tiempo para escribir sobre este tema, después de la partida del incomparable amigo Jaime Vejarano Varona con quien diferíamos en el concepto recorrer a pie el Centro Histórico de la amada Popayán.  Don Jaime, no aceptaba el cierre de las vías en torno al parque de Caldas, porque siempre quiso llegar a la puerta de su destino montado sobre un vehículo. Analizamos los pros y contras de peatonalizar la vieja ciudad. Por mi parte, sigo insistiendo  en la necesidad de enfrentar al mayor enemigo: el automotor.
Ahora más que antes, los vehículos dificultan la tranquilidad del viandante y, cuando las angostas aceras llegan al máximo de su capacidad con personas cargadas de maletines, además de motos, bicicletas, sillas de ruedas circulando en todo sentido vial, por los andenes que son para los caminantes y no para ventorrillos. El automóvil, que una vez fue un instrumento de libertad,  se convirtió en una prótesis mecánica que pone en peligro nuestras vidas, malgasta nuestro tiempo y genera gases contaminantes. En Popayán, existe la creencia que, el coche da estatus social, llegando hasta la puerta  del hogar o al puesto de trabajo, en tanto, otras ciudades tienen el hábito del  transporte compartido o la bicicleta que es más barato, y más ecológico.
Cuanto más caminable es una ciudad, mejor y más fuertes son los lazos que se generan en la comunidad, desde apuntalar al comercio hasta conseguir que los niños reafirmen sus relaciones sociales llegando al colegio a pie. Propiciar el cambio de rutinas en la forma de desplazarse al lugar de destino: hogar, trabajo, colegio, universidad para que cada vez se haga más en bicicleta o a pie para alcanzar los beneficios de una ciudad “caminable”. Los lugares `caminables `urbanos proporcionan una economía una economía mucho más activa que los no caminables. De allí que, promover un mayor nivel de ‘caminabilidad’ es primordial, para beneficiar la salud y aumentar la calidad  de vida, Hacer zonas más ‘caminables’, incrementa el valor de los predios, el turismo y, de hecho,  mejora la movilidad.
El gobierno local implementó la medida del ‘Pico y Placa’, pero sin éxito. Entonces, cuando el volumen de personas aumenta cada vez más y la cantidad  de  automotores es desproporcionada para la ciudad y al sentirnos hacinados en virtud de las obras en marcha, además, de la molestia con los vehículos (chimeneas) de servicio público que no corresponden a las tarifas que cobran,  ¿cuál sería la recomendación para mejorar la movilidad de Popayán?
Una solución temporal, a manera de ensayo, ante las otras alternativas que se quedaron cortas, debe ser la buena decisión, original  y muy buena, cual es la peatonalización. La mejor prueba, de su conveniencia, es la demostrada durante la Semana Santa, el Festival Gastronómico y los viernes de museos. Desde luego, ello será posible, siempre y cuando la autoridad se haga sentir ante los indisciplinados conductores de servicio: público, privado, oficial, motociclistas, ciclistas  y peatones porque todos somos causa del desorden.
Civilidad: Peatonalizar la ciudad. Cuanto antes lo hagamos, mejor viviremos