De niños jugábamos a ser viejos. Nos gustaba aumentarnos los años para que nos dejaran entrar a cine a ver películas aptas para mayores de 18 años. Queríamos tener la edad de una persona vieja.
Ahora en la adultez, la cabeza me da vueltas, llevándome a pensar en el paso del tiempo. Echo la vista hacia atrás y me mareo al darme cuenta de lo rápido que pasaron los años. Pienso que el reloj ha corrido velozmente desde cuando nací. En otras palabras, la cuenta regresiva empezó cuando abrí los ojos en este mundo.
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