La política divide y, el fútbol une a la gente sin importar raza, credo o condición social. Tanto que podría asegurar que el fútbol es una religión universal. En hora buena llega como un bálsamo restañando heridas por cuenta de la profunda polarización. La política sumergida en insultos permanentes nos fraccionó en extremos. Segmentó a la sociedad, en medio de grupos irreconciliables, mientras los grandes problemas de Colombia siguen sin solución. No hubo diálogos sino agravios, insolencias de lado y lado. Facebook y Twitter debiendo servir para intercambiar experiencias, conocimientos y vivencias, se usaron para ultrajar, criticar y, mofarse del otro en materia grave, sin ser conscientes de que cometían un delito. Se enfrentaron dos derechos: uno, la libertad de expresión y libre circulación de la información y el otro, el derecho al honor. Las elecciones nos polarizaron aún más.
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